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Sedena: el proyecto es lo más importante
L

a lógica sexenal mexicana, la de renovación de poderes, suele generar ríos de tinta. Unos son libros, otros son breves escritos. Por más que el momento es difícil, en la avalancha ha tenido poca presencia el examen de la situación de las fuerzas armadas, el interés cuando más ha sido en la ausencia de nombramiento del próximo secretario de la Defensa Nacional.

Es de esperarse un campanazo, sonoro y trascendente alrededor del memorable 13 de septiembre. La presidenta electa se ha guardado la nominación por algo gordo, es necesario un gran secretario, pero más importante es el proyecto renovador de las fuerzas armadas, las cuatro vistas en conjunto.

No conozco a los generales posibles. Llamo la atención sobre el artículo 1 de la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, que obliga al presidente a sujetarse a requisitos para nombrarle, cuando la constitución en el artículo 89 concede nombrar libremente a miembros de su gobierno.

En este proceso hay base para pensar que entre los generales guardan claras semejanzas, ya que han experimentado 50 años de carreras paralelas, entonces la diferencia está en la personalidad. Seria cuestión.

Con este reto enfrente y definir qué modelo debe darse a las fuerzas armadas del mañana es hoy un enorme reto. No es un cambio de nombre, es una recomposición conceptual retadora. Tarea de interés nacional, de múltiples disciplinas con una deseable situación: la discusión debería abrirse dentro de las fuerzas armadas.

Primero implicaría reformas constitucionales que les den definición. Hoy la carta determina a qué están limitadas en el aún vigente artículo 132 y el 21 les es excluyente. No tienen la jerarquía constitucional que el artículo 102 da a la Fiscalía General de la República o a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. No es razonable un país sin base constitucional para sus fuerzas armadas.

Deben replantearse en sus universos político, jurídico, orgánico y administrativo y, así, responder la pregunta soslayada que sería el inicio de una discusión básica: ¿qué modelo de fuerzas armadas necesita el país?

Contestar no corresponde a un arrebato autoritario, obliga a considerar asuntos tan fundamentales como estudiar la doctrina, revisar –si existiera– la política militar y sólo entonces ir a la parte orgánica: la visión corta con que hoy suele argumentarse todo.

El tema es de tal alcance que exige el ordenamiento de un programa legislativo para las fuerzas armadas que tome en cuenta paulatina los varios tiempos electorales requeridos. Sólo cubriendo etapas podrían definirse para qué, cómo y de qué características serían.

Un primer reto es que debería ser el modelo más compatible con la definición de política de seguridad consecuente con el momento histórico del país o sean sus riesgos y amenazas a la paz, en lo que destacaría la violencia. De esa aceptación se derivarían las facultades, limitaciones, organización, operatividad, recursos y control a dotar a las tropas del mañana. Así surgirían alternativas de modelo de fuerzas armadas, aunque importa decir que ninguno es estrictamente singular, cualquiera toma rasgos de otro.

Un modelo común que es generalmente adoptado por países de medio y alto desarrollo puede ser base de una discusión. Esos países han optado por una secretaría civil, tres fuerzas armadas y, en algunos casos, la fuerza del orden civil sea guardia, gendarmería, carabineros. De nuevo surge como determinante la emergencia del orden público.

En ellos se hace una salvedad cuyo estudio en México está ausente en lo público: distinguir entre el concepto de secretaría de Estado y fuerzas armadas. Lo primero, secretaría, es un órgano político-administrativo del Poder Ejecutivo responsable de conducir la política nacional de seguridad bajo las directivas presidenciales.

Lo segundo, fuerzas armadas, que son los elementos militares de carácter operativo que actúan bajo la conducción de la secretaría. Su misión central es la seguridad exterior, la interior y coadyuvar a la paz social.

Vale pensar en un modelo innovador atípico, cuya futura naturaleza sólo sería conocida por los altos responsables. ¿Una sola secretaría?, ¿algo heterodoxo? Quizá sea parte de una redistribución de responsabilidades del gabinete, un nuevo enfoque de gobierno.

El modelo reformador, que modifique a las instituciones actuales al asignárseles nuevas misiones, se cancele algunas actuales y consecuentemente adoptarán nuevos modos de acción.

De ello surgirá el renovar su doctrina, estructura teórica, legal y material. (¿Ejército, Armada y Fuerza Aérea y Guardia Nacional?) ¿Qué se les agregará como nuevas responsabilidades?

Cualquier variable planteada, implica una firme decisión política, la fuerza legislativa necesaria y el convencimiento del sujeto pasivo, las fuerzas armadas. Es por eso el proyecto importa tanto.