Opinión
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Todo su resto
L

a oposición conservadora, envalentonada por el auxilio de los mercados, juntó al resto de sus aliados. Acto seguido, los lanzó contra el odiado rival, AMLO, el modelo de gobierno y, de paso, contra su sucesora. A ninguno dejaron fuera esta vez en su andanada. Los alarmados lloriqueos de sus adalides intelectuales continuaron sumándole cuanto tenían en su amplia buchaca. La mayoría de los empleados del Poder Judicial, anexados a sus jefes: jueces y demás capitostes, salieron a las calles armados de expresivos carteles y revelaron su afectado sentir y convicciones políticas de derecha.

Aparecieron las organizaciones empresariales. No sólo la Coparmex de todos los moles reaccionarios. Esta vez intervino el Consejo Coordinador Empresarial, agrupación que responde al gran capital de la plutocracia. Vino entonces el obligado reto presidencial: que los cinco principales ricos del país digan, de manera abierta, directa, lo que piensan de lo que hoy se disputa. Tal como era de esperar, no quisieron mostrar sus reales posturas y permanecieron en silencio para seguir actuando tras bambalinas en su comportamiento cotidiano.

Los mercados habían levantado su voz derribando acciones y devaluando al peso, trayectoria ya muy conocida. Aun cuando la fortaleza de la economía pudo responder de manera adecuada sin pasar a mayores,siguieron adelante con bancos externos, casas de inversión trasnacionales, medios impresos internacionales y centros de análisis de corte imperial. La magnitud de sus arreglos y llamados, sumados a los tradicionales estamentos internos, mostró la capacidad de presión de la que son capaces. La factible inestabilidad política poco les preocupa. Más bien la procuran aunque, para su frustración y pesar, no ha ocurrido.

Faltaba un elemento que coronara sus pretensiones disuasivas frente a un gobierno reacio a ceder terreno, conquistado a golpes de votos y movilización popular. Y no tardó en hacer su entrada el acto mayor a través del emisario oficial del imperio. El embajador estadunidense, sin pudor alguno ni disfraz, intervino como es bien sabido. El sombrerudo personaje tomó por su cuenta el micrófono, con bandera en retaguardia y, sin tardanza, lanzó sus premoniciones. Entraron en la cuenta los masivos asuntos comerciales, la intrincada relación con el norte de América, el complejo tratado comercial y hasta la democracia, de pilón. Su colega canadiense exhibió al aire cartas empresariales al entrar en la puja. Con estos dos puntales del poder externo se completó el cuadro. La oposición no podía sentirse más empoderada. Se notó, claro, la ausencia de uniformes, o de alguna organización de masas que rellenaran la disposición a pelear, con la fuerza completa, en su intentona de doblar al gobierno y su continuidad futura.

Aferrados a una argumentación por demás endeble, pero abundantes en sugerencias e invenciones, trataron de disputar la asignación de curules plurinominales. Mediante interpretaciones al texto constitucional, el conservadurismo redobló su golpeteo sobre el Presidente. Abundaron sugerentes escritos y una marcha de empleados por demás desangelada. Tanto el INE como el tribunal no son órganos propicios para interpretar textos explícitos, sino para darles vigencia debida como ha sido practica continua.

De esta insólita manera ha persistido la derrota de posiciones, inventadas por ellos mismos, fraseadas por sus adalides mediáticos, ya muy conocidos. No aprendieron la contundente lección que les dio la ciudadanía en las pasadas elecciones. Cuantificar el apoyo al oficialismo, con 54 por ciento de la votación general, es una errada manera –por lateral– de medir lo sucedido con la voluntad y mandato ciudadano. Queda 85 por ciento del voto, obtenido por la coalición, en cada uno de los 300 distritos para diputados. Esa es la base y sustento del directo mandato mayoritario para legislar como se está proponiendo y, por tanto, lo indebidamente cuestionado por la oposición. El Presidente y la presidenta electa, no recularon ante la andanada reaccionaria. Siguen adelante con el proyecto de revisión del nombrado como plan C. La reforma judicial continúa su ruta legislativa y septiembre será la temporada seleccionada para completar el proceso, ya bien encaminado, de las transformaciones prometidas. Ninguna de ellas salidas del capricho ni tampoco del coraje o la venganza, como se quiere asegurar. Son complemento del armazón, de izquierda, que ha tomado años y talento ensamblar. Y ya está sobre el terreno lo requerido para dar por concluido la etapa que le tocó al presente gobierno llevar a cabo. La ciudadanía detalla su postrer apoyo, tanto al Presidente como a su gobierno –encuesta de El Universal– con un sólido 70 por ciento de aprobación.

Los alegatos que presagian, con seguridades inventadas, hacia un Estado, no tan sólo autoritario sino por completo totalitario, carecen del mínimo soporte conceptual. Pura fantasmagoría de ­reaccionarios.