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No cualquiera está tan loco para correr más de 42 kilómetros

Superar alguna enfermedad, poner a prueba sus límites físicos o cumplir objetivos de sus vidas, los motivos de los maratonistas // Las porras oxigenan el trayecto desde CU hasta el Zócalo

 
Periódico La Jornada
Lunes 26 de agosto de 2024, p. a10

En cada desplazamiento, los corredores de un maratón escriben con letras invisibles su historia de vida. No cualquiera está tan loco para correr esta prueba, comentó ayer antes del amanecer una señora de 90 años a su hija desde el punto de salida, a un costado del estadio Olímpico Universitario, en la edición 41 del Maratón de la Ciudad de México.

En un trayecto de 42 kilómetros 195 metros pueden ocurrir un sinnúmero de anécdotas y emerger diversos personajes. Ayer, corrieron hombres con emblemáticas máscaras de luchadores como El Santo y Blue Demon, y superhéroes, como el sorprendente Hombre araña y Deadpool; guerreros aztecas y un corredor con un disfraz de estrella, quien brilló desde el inicio de la justa.

Víctor Solís Garavito fue diagnosticado hace más de 10 años con Lyme, una enfermedad que afecta las articulaciones y produce una intensa fatiga y rigidez provocada por una bacteria trasmitida por la mordedura de una garrapata infectada.

Él decidió apoyarse en el deporte para combatir la enfermedad, por lo que empezó a correr maratones, en algunos usó un traje de estrella de aproximadamente 3 kilogramos diseñado por su madre, lo que le otorgó en 2017 el récord Guinness por recorrer la prueba en el menor tiempo posible usando esta peculiar prenda.

Años después superaron su marca, pero ayer, tras cronometrar (3 horas y 15 minutos) confirmó haberlo recuperado, sin todavía hacerse oficial por el organismo que otorga estos reconocimientos.

Antes de ser maratonista soy una persona con Lyme y, después de luchar contra eso, todo es más fácil. Casi muero en varias ocasiones, por lo que decidí tomar el ejercicio como una forma de mejorar mi salud, mencionó. Había perdido mi récord hace unos años contra un inglés pero por fin lo recuperé, agregó.

En la avenida de los Insurgentes, la fiesta del Maratón se vivió al máximo. A los costados, decenas de personas con matracas, carteles y tambores alentaron a familiares y desconocidos, pues la magia de esta prueba hizo surgir esta comunión entre la multitud.

Vítores para 30 mil participantes

Un hombre que realizaba el recorrido en muletas y portaba un enorme sombrero acaparó la atención, pues no solamente recibió el aplauso y reconocimiento de los presentes, sino que destacó por su leyenda en la espalda Ama la vida. Speedy González de Oaxaca.

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▲ Las zancadas de los maratonistas lucieron frente al Ángel. Sobre estas líneas, el contingente de 30 mil participantes. A la izquierda, Yeni Hernández, primer lugar en silla de ruedas.Foto Pablo Ramos y María Luisa Severiano

Conforme los kilómetros pasaron, el apoyo del público se volvió un combustible extra para los competidores, bastaba un simple ¡Venga!, ¡Eres mucho más que esto! o ¡Son increíbles! para que algunas lágrimas se deslizaran por las mejillas de quienes para ese punto de la carrera ya estaban en una lucha interna por no desistir.

Los que no soportaron el rigor del pavimento en sus rodillas y la inclemencia de la altura de la capital mexicana en sus pulmones escaparon de forma sigilosa en el cruce de algunas avenidas. Muchos de ellos optaron por terminar la tortura y abordaron el Metro a su destino.

Cuando punteros y contingente aplanaban la avenida Reforma y Juárez, los grupos de animación eran más recurrentes en cada esquina, a los cuales se les sumaban transeúntes que admiraban el duelo por la gloria entre los competidores de Kenia, quienes acapararon el podio.

Una joven se viralizó por darle ánimos a los participantes cerca del final, mientras cargaba a un perro Welsh corgi en sus brazos, junto a una cartulina que decía Toca al corgi para + velocidad.

Al cierre de la prueba, las piernas de los que llegaron a esta instancia dieron el último esfuerzo y resistieron el paso ante los gritos de sus seres queridos que los esperaban frente a Palacio Nacional. Multitudes rodearon las orillas de la avenida 20 de Noviembre para recibir a quienes desafiaron sus límites.

Mi hijo ya va a llegar, ha sido su sueño por años y lo dedica a su padre que no pudo correr con él, ya que se adelantó, comentó entre lágrimas una señora en la multitud.

A su vez, hubo quienes después de tantas competencias mantienen esa maldita felicidad, una frase que el maratonista mexicano Pablo Gil Zaragoza utiliza para describir lo que vive intensamente en la prueba, pese al sufrimiento. Este fue mi maratón 42, es una muy grata coincidencia llegar a ese número después de tantos años, agregó al cruzar la meta.

Las emociones en el resto de los competidores se dividieron entre quienes finalizaron con una sonrisa y lágrimas en el rostro, a los que sujetaron del hombro a otros corredores o miembros del servicio médico para poder terminar a pesar de sentir crisis con los calambres, mientras muchos más levantaron las manos al cielo, pues durante el trayecto ya contaron su historia con cada paso que dieron en las calles de la Ciudad de México.