Opinión
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Taxista superdinámico y una hija triunfadora
–D

aniel, ¿cómo se hizo taxista y por qué?

–Porque yo entrenaba futbol desde niño en Ciudad Universitaria (CU).

–¿Pumitas?

–Le llaman fuerzas básicas. Empecé a jugar a los 11 años y conforme fui avanzando llegué a la reserva especial de Pumas, y tenía juegos a las nueve de la mañana. Abrían el Metro a las ocho; yo vivía en Azcapotzalco, tenía que bajar del Metro en la estación Taxqueña... un mundo de gente empujándome; afuera, muchos puestos de fritangas. Se me complicó mucho el fut, porque el transporte es muy deficiente, y apenas tuve mayoría de edad me dije: Voy a tener coche. Me dieron a trabajar un taxi de sitio, por eso me encontró usted. Soy taxista para pagar mi amor por el futbol. Si no, sería otra cosa

–¿Cuándo aprendió a manejar?

–A los 11 años, en 1970; me enseñó mi papá. Entré al sitio en 1978; saqué mi licencia a los 18. ¡Y por el futbol me ligué al sitio, porque agarré el taxi para ir a los entrenamientos! Como jugador, empecé en la primera infantil, segunda, tercera infantil; primera juvenil, juvenil especial y la reserva profesional. Me hice taxista porque vivía lejos. Sólo por el futbol ando en esta zona, en la plaza de El Carmen, a un costado de lo que ahora es el Centro Cultural San Ángel, en la delegación Álvaro Obregón; por eso aquí me encuentra usted, si quiere echar otra platicadita.

“Empecé en un Volkswagen. La conozco a usted hace años, desde que le dieron un reconocimiento en la embajada de Francia y llamó al sitio para que la lleváramos. Frente a la embajada había puro Audi, puro Mercedes, y quitaron un Mercedes para que yo la esperara en mi vochito. Tengo esa anécdota que le cuento a mis hijos y a la familia, porque los franceses no esperaban que usted llegara en un Volkswagen.”

–A lo mejor querían un caballo alado...

–Y sí, quitaron un carro, me hicieron un lugar, porque yo le pedí a usted regresarla a su casa. Aquí tengo uno de los libros que me hizo favor de regalarme, para que vea que fue hace 20 años que la conocí; entonces, usted no tenía el pelo blanco. ¿Por qué no se lo pinta, si todavía está usted ágil? Bueno, no está usted como antes, pero es la misma sonrisa. Luego, de alguna forma, supe que usted iba a ir a ver a su hija a Mérida; no sé si todavía viva allá, y volvió a llamar hace 20 años, y yo les dije: Yo la llevo...

–¡Híjole, qué buena memoria!

–Entonces la llevé varias veces al aeropuerto, que porque iba a las universidades de Estados Unidos.

–Sí. Invitaban a Carlos Fuentes, que cobraba dólares por conferencia, y lo acompañaban su mujer y sus hijos, y Raymond Williams descubrió: “Oh, but your English is as good as Fuentes’s”, y me ofreció mil dólares, y yo acepté feliz. A partir de ese momento, a los maestros de spanish and portuguese les dio por invitarme, y sustituí a Fuentes, aunque no tenga yo su chiste ni suba al escenario de dos zancadas ni tome el micrófono con tanta seguridad ni hable con tanta experiencia ni con tanto chiste ni me las sepa de todas, todas...

–Seguro lo hace bien…

–Ni tanto, pero ahí voy. Oiga, señor, ¿y cuál fue su primer coche?

–Un Volkswagen, después un Tsuru, igual al que tenía usted, el de las calcomanías de López Obrador. ¿Oiga y en esa colonia de Chimalistac no se enojan con AMLO? Él le cae mal a los ricos.

“Fíjese que compré un Tsuru blanco y en ese la llevaba yo, pero después ya perdimos el contacto, ahora a ver si nos va mejor con Claudia Sheinbaum...

–Nos va a ir bien. ¿Cómo se pone un sitio de taxis?

–Se pide la autorización.

–¿A quién?

–A las alcaldías. Se hace un estudio; son varios los requisitos y ya pone usted el sitio. Hay que tener el parque vehicular, cuando menos 20 unidades. Se hacen asociaciones de varios taxistas y se solicita la autorización, como el de El Carmen o el de San Jacinto, los dos únicos sitios en los años 80. Antes, también se hacía con la Secretaría de Transporte y Vialidad, en la sección de Movilidad. Son muchos los requisitos; son 20 unidades, mínimo.

“Hay gente que se dedica a poner sitios y lanza una convocatoria a taxistas con vehículo. Tienen que juntarse cuando menos 20. Conforme se va acreditando, el sitio se abre a más unidades. Lo básico es ir con el notario a protocolizar, hacer un acta constitutiva con los números de placa, nombre del conductor, requisitos, derechos y obligaciones.

–¿Cuántas horas trabaja al día?

–Yo iba a entrenar futbol en la mañana, aquí, en CU, alrededor de las dos de la tarde y luego traía el taxi todo el día, pero a mí me gustaba jugar; ya era de las fuerzas básicas de Pumas. Yo ya entrenaba en el estadio cuando empecé en el sitio, pertenecía a la reserva profesional. Entrenábamos a las 10, acabábamos a la una de la tarde. Entrenábamos a veces hasta las cuatro y luego ya me iba un rato al sitio a trabajar.

–¿Y los estudios?

–Yo estudié en el CCH Azcapotzalco, y entré a la Facultad de Contaduría, nada más que por ir a entrenar en las tardes me subí al primer plantel, al primer equipo, y cuando me pidieron que entrenara en la mañana, la verdad dejé la facultad, pero como no era bueno y tampoco malo para la escuela pero sí era muy bueno para el futbol (no debería decirlo, pero consideraron que sí tenía muchas cualidades), yo era delantero y entrené con Hugo Sánchez, con Leonardo Cuéllar, con Nibaldo Castro, un brasileño, su apodo era Cavinho. Un extremo derecho, ya falleció él, se llamaba Juan José Muñante y le decían la Cobra; entrené con Héctor Sanabria, con Miguel Mejía Barón, director técnico de la selección en varios mundiales; con Arturo Vázquez Ayala, pertenecí y entrené con una generación muy buena, nada más que nunca jugué en primera división.

–Mis respetos.

–Actualmente, juego con los veteranos de Pemex en la zona de Azcapotzalco. Cumplí 65 años el 24 de febrero.

–¿Y qué tal de trancazos le han dado?

–Pues, últimamente, ya no, como todos ya estamos viejitos... pero sí hay nivel ahí donde juego, sí hay nivel. Sí está todavía fuerte la competencia. Yo nunca voy a poder dejar de jugar; a Dios le pido no lesionarme, porque si eso pasa ya no vuelvo a jugar por mi edad. En la actualidad, hay un portero que compró el América, que surgió en el Necaxa, se apellida Malagón; se lesionó cuando iba a empezar la Copa América. Pero como los de antes, en mis tiempos: Rafael Márquez, Hugo Sánchez, Alberto García Aspe; Chucky Lozano que ya lo contrató el San Diego y va a jugar en la LMS de Estados Unidos, yo creo que es el único que ha destacado de aquí en México. Pues no le veo ni vela a ninguno, ¿usted?

–¿Yo?

(Súbitamente, sucede algo conmovedor, porque interviene su hija, sentada a su lado.)

–Mi papá estuvo en Pumas, luego en el América, regresó a Pumas, luego se fue al Atlante. Mi papá fue un gran jugador. Él se lesionó su rodilla. Cuando estábamos chiquitos, yo entrené en un equipo, éramos como 18 o 20 niños y niñas, porque entonces sólo había varonil, y tuve que jugar con hombres, pero ya ahora soy ingeniera petrolera; estudié en la Facultad de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México, y trabajé en Petróleos Mexicanos, en exploración y producción, fui responsable del tema de extracción de hidrocarburos y análisis de pozos, y luego trabajé en la Guardia Nacional, porque el Presidente me mandó para allá un año; ahora estoy en la Secretaría Nacional de Energía, porque López Obrador me mandó llamar personalmente para estar con él en Palacio Nacional desde 2018 en todas sus actividades de logística.

(Desciendo del automóvil turulata y abrazo tanto al taxista como a su hija, esperando volver a encontrarlos para rendirles un mínimo homenaje y asegurarles que se merecen todo lo que se han ganado a pulso.)