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La abundante progenie del xenomorfo
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▲ La actriz Cailee Spaeny en la alfombra roja de la película Alien: Romulus, en Leicester Square, en el centro de Londres.Foto Afp
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diferencia de otras franquicias cinematográficas, la de Alien se ha logrado sostener a lo largo de cuarenta y cinco años sin mayores altibajos (no cuento, desde luego, los duelos con Depredador que son bazofia).

Después de las indagaciones del propio Ridley Scott sobre los orígenes de la saga, el uruguayo Fede Álvarez ha vuelto con Alien: Romulus al modelo original, es decir a Alien, el octavo pasajero (1979). De hecho, la película no es tanto una secuela como un remake del clásico de Scott. Aunque ahora los astronautas víctimas son más jóvenes, la estructura argumental es básicamente la misma.

Los hechos ocurren veinte años después, en 2142, durante lo que pudiera llamarse el sueño de Ripley. Nuevamente, el personaje central es una mujer enjundiosa, en este caso llamada Rain (la eterna adolescente Cailee Spaeny). Ella y cuatro compañeros mineros más un androide, Andy (David Jonsson), programado por el padre de Rain a cuidar de ella, se introducen a una estación espacial abandonada, dividida en dos secciones nombradas Romulus y Remus, que sigue siendo funcional.

Pronto descubrirán las razones del abandono. La sección Romulus está cundida de los llamados face-huggers, el primer paso en la gestación del monstruo. Ese será el principio de la masacre. Álvarez mantiene el ritmo trepidante en medio de claroscuros permanentes, para crear más atmósfera de amenaza. (La fotografía se debe al mexicano Galo Olivares, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), quien se une así al grupo de cinefotógrafos nacionales trabajando en Hollywood.

Todo el asunto está dominado por un espíritu de afecto y admiración hacia la franquicia. El realizador ha hecho bien en mantener la mirada crítica a la compañía opresiva que explota a sus obreros de la peor manera. El comienzo de la película establece con acierto el siniestro planeta sin Sol donde se trabaja y de donde quieren escapar los protagonistas.

Por otra parte, el espectador atento podrá divertirse identificando las múltiples referencias y guiños hechas a la primera de la saga, pero también a sus secuelas. Así, veremos una pared repleta de xenomorfos en gestación (como en Alien 2: El regreso), unas indeseables mutaciones genéticas (como en Alien: La resurrección), y la constante actitud siniestra de los androides, siempre al servicio de la compañía minera.

Esto último da pie a la aparición de un androide llamado Rook, interpretado por el actor Ian Holm, quien encarnó a Ash en la original y falleció en 2020. Así es, la producción ha echado mano de la inteligencia artificial para resucitar a Holm, detalle que abre un debate sobre la ética de dichos recursos.

También de interés es la caracterización de Andy, quien es llamado despectivamente sintético por los mineros. El apunte social de que sea tratado como ciudadano de segunda clase se refuerza por el hecho de que Jonsson –en una sensible actuación– sea negro. Y sus cambios de actitud, dependientes del módulo que se introduzca a su sistema, son motivo de coherentes giros dramáticos.

Por supuesto, la prolongada secuencia final deja abierta la posibilidad de otra secuela más. Mientras se haga con el esmero y la solvencia técnica de Alien: Romulus, uno no tiene problema.

Alien: Romulus

D: Fede Álvarez / G: Fede Álvarez, Rodo Sayagues, basado en personajes creados por Dan O’Bannon y Ronald Shussett / F. en C: Galo Olivares / M: Benjamin Wallfisch / Ed: Jake Roberts / Con: Cailee Spaeny, David Jonsson, Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn / P: 20th Century Studios, Scott Free Productions, Brandywine Productions, Québec Production Services Tax Credit, New Zealand Film Commission, Hungarian Film Incentives. Estados Unidos-Reino Unido, 2024.

X: @walyder