Márkus, reificación y antinomias de su superación (IV y último) // Adiós a mi gran amigo, el poeta Antonio Prieto Nava
as consideracionesabstractas, anotadas en la entrega anterior, apuntan al problema de que no parece posible asociar el principio democrático de la autoadministración con el de una planeación central racional, mediante la segregación institucional de sus respectivas esferas de aplicación, por lo cual la pregunta sobre cómo pueden combinarse se convierte en la pregunta para la teoría y la práctica del socialismo. De aquí concluye GM que el paradigma de la producción (PP) llega a un callejón sin salida, pues la perspectiva que requiere para justificar en teoría la separación –un proyecto de sociedad que institucionaliza la distinción de los dos tipos de constituyentes (contenido material/forma social)– resulta irrelevante para los fines práctico-críticos de la teoría. Este desmembramiento de los momentos teórico y práctico del PP significa su desintegración en general. Llegado a este punto, GM ofrece una visión integral del enfoque y su problema. El PP ofrece una conceptualización de la realidad socio-histórica que conecta internamente la idea de la autocreación del hombre con la de finitud humana. Concibe a los seres humanos (SH), los únicos sujetos de la historia, como seres dependientes de N cuya ‘esencia’ existe por tanto fuera de ellos como una objetividad determinante. Pero al mismo tiempo concibe el carácter de esta dependencia y determinación como sujeta tanto al cambio histórico como al control social (potencial). Esta objetividad social externa es no sólo el resultado de actividades humanas previas, es también su objetivación y materialización. Por tanto, su cambio significa, al mismo tiempo, una transformación de la ‘naturaleza humana’, una creación de nuevas N y C. Esta extensión en principio de N es postulada por el PP como central en la historia humana en su conjunto. El PP implica una afirmación de este incesante e irrestricto dinamismo de la historia humana. Al mismo tiempo aprehende este proceso histórico –desde el punto de vista del potencial radical que subyace en él– también como la creación de la posibilidad de adquirir control efectivo colectivo-social sobre las mismas relaciones de determinación. Si la objetividad externa es la objetivación y materialización de actividades e interacciones sociales, entonces la relación de dependencia misma es una función de la relación entre los individuos y las (voluntarias o involuntarias) formas de su socialización y colectividad. Una interpretación de la historia que muestre la emergencia de condiciones que conviertan la organización consciente voluntaria de las relaciones sociales en una posibilidad real y práctica de la acción colectiva, al mismo tiempo hace ver cómo los individuos ‘limitados’ pueden dominar su propia dependencia de las condiciones socio-históricas preexistentes, no trascendiendo su finitud como tal, sino adquiriendo control sobre los objetos de sus N y C históricamente condicionadas y sobre el proceso de su extensión –el único control y libertad que cuenta desde la posición de vida humana real, finita. De este modo la explicación del dinamismo histórico hace ver al autoentendimiento radical de los agentes sociales presentes que la idea de la racionalidad no es otra cosa que la posibilidad radical de sus intercambios prácticos. Sin embargo, si resulta, como he tratado de argumentar, dice GM, que esta posibilidad aún en principio sigue siendo una noción problemática para la teoría de la historia (puesto que es poco claro si la presuposición de un dinamismo ilimitado de N permite un estado de ‘completa abundancia’ aún como una posibilidad abstracta), sin ninguna importancia práctica para la situación de hoy día y para las alternativas de los agentes involucrados e invocados, entonces toda la construcción se tambalea. La unidad de la concepción de un dinamismo teórico con una noción puramente inmanente de la racionalidad práctica social se cae en pedazos.
Adiós a mi gran amigo, el poeta Antonio Prieto Nava.
A los 82 años, murió el 15 de julio pasado mi gran amigo. Tengo un fuerte dolor y quiero rendirle como homenaje publicar aquí un soneto que él escribió en los años sesenta cuando era estudiante en el IPN. Nos conocimos a principios de los setenta y como compartíamos dos pasiones, la poesía y el ajedrez, nos hicimos muy amigos. A manera de explicación del soneto escribió: “Estaba yo en la clase de Relaciones Humanas (ESCA) con la maestra (finísima dama) Helia Paz, cuando de pronto dijo: ‘Le voy a dar $50 al que me diga qué es un soneto y lo más seguro es que me los ahorre, pues ustedes son técnicos y no creo que lo sepan’, mis compañeros empezaron a decirme que yo le contestara y me paré y le dije: ‘cómo quiere que se lo defina, en verso o en prosa’, sonriendo me contestó que como yo quisiera, entonces le di la definición en prosa y luego le dije el soneto De repente, de Félix Lope de Vega Carpio. Satisfecha y sonriente quiso darme los $50, que naturalmente no acepté. Tiempo después me obsequió un gran libro (que aún conservo) Ocho siglos de poesía en lengua española. Y, al poco tiempo, herido en mi amor propio le compuse el soneto que transcribo a continuación y que por tal razón se llama como se llama”.
Réplica
Antonio Prieto Nava
Sin que nadie me ordene, yo en secreto
versos escribiré de tal manera,
que aunque Lope de Vega no quisiera
definiré también lo que es soneto.
Dos tercetos después de este cuarteto
y lo habré completado, y desde afuera
sé que al leerlo me dirá cualquiera:
es usted buen poeta y lo respeto.
Mas si no entrara yo con pie derecho
como Lope de Vega en un terceto,
sentiría con dolor que está incompleto;
pero al fin me voy viendo satisfecho,
pues es el verso trece el que ahora escribo
y con éste he logrado mi objetivo.