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La nueva música clásica: 1968-1985
 
Periódico La Jornada
Domingo 14 de julio de 2024, p. a12

Con autorización de Penguin Random House, publicamos el adelanto del libro La nueva música clásica: 1968-1985, una versión integral que reúne los dos libros escritos por José Agustín, ambos con el mismo título, pero el primero realizado en 1968 y el segundo, en 1985, en los que examina a detalle la esencia de la música. Esta nueva edición, revisada y complementada, incluye el prólogo de Alberto Blanco y coda de José Agustín Ramírez.

La Onda

El título de este libro es una exageración. En realidad debió ser una nueva forma de la música clásica, o algo así, más cercano a la objetividad. Sería ridículo afirmar que el rock (aunque incorrecto, utilizaré el término por razones de comprensión) es la nueva música clásica, pero creo que ya nadie negaría que el rock se ha convertido en una búsqueda musical digna, compleja y revolucionaria. Leonard Bernstein no titubeó en catalogar She’s Leaving Home, la canción de los Beatles, a la altura de los mejores lieds de Schubert, y Kurt von Meier, especialista en música clásica, aseguró: “La música popular (pop music) es ya una forma artística. Satisfaction es la canción más grande que se ha compuesto y yo exijo los discos de Rolling Stones y Beatles en mi curso de apreciación musical en la Universidad de California”. Testimonios semejantes, de gente estudiosa, existen por montones y sociólogos, siquiatras, escritores, gurús, sacerdotes, hippies, esotéricos, críticos y compositores de música clásica han formulado opiniones y elaborados estudios sobre las formas musicales de la juventud de todo el mundo: el rock no puede circunscribirse a fronteras, sino que se desarrolla en todos los países aclimatándose a sus características.

El rock no es patrimonio de Estados Unidos, aunque allí haya surgido. Se da en todas partes y existen grupos estupendos en Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Alemania, Suecia, Australia, España, Italia, México y muchos países más; el rock no se riñe con el temperamento de un pueblo en particular, sino que se identifica con los sentimientos de progreso, amor y alegría de la juventud de cuerpo y espíritu. Además, Beatles, Rolling Stones y Who –entre otros grupos– han demostrado que se puede –se debe– rescatar las tradiciones folclóricas para asimilarlas en el rock.

Naturalmente, no todo el rock es arte. Aún predominan los cantantes y conjuntos que hacen música comercial, para divertir, bailotear, entretener. Sin embargo, aun en esos conjuntos ha habido cambios: Raiders, Supremes, Dave Clark, Monkees, Association, Box Tops, Animals, etcétera, han empezado a cuidar más sus piezas, a introducir elementos electrónicos e instrumentos no convencionales (desde los barrocos hasta los exóticos) para experimentar. Basta analizar un clásico de la prehistoria (Hound Dog, por ejemplo) y compararlo con un disco de oro de 1968 (Daydream Believer, digamos) para advertir la evolución tan extraordinaria que se ha llevado a cabo en doce años en el terreno comercial. Los avances del rock experimental no tienen paralelo en la historia de la música.

Y no toda la música popular es tan comercial: los versos de muchas canciones no dicen trivialidades, sino que exponen un punto de vista fresco e inconforme de la sociedad contemporánea. Que esta inquietud tenga éxito es aún más significativo: hay millones de jóvenes interesados en lo que dicen estos conjuntos y que evolucionan con los rocanroleros. Cada canción de este tipo es un cartucho de dinamita para los convencionalismos y las sagradas costumbres de los sistemas sociales que padecemos. Se puede generalizar un poco y decir que el buen rock, en sus letras, se manifiesta en contra de la hipocresía, la mezquindad, el egoísmo, la mojigatería, el fanatismo, el puritanismo, el patrioterismo, la guerra, la explotación, la miseria social e intelectual; y la lucha por la paz, el amor, la creatividad y el cambio de todo lo obsoleto.

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▲ El autor de La contracultura en México, en entrevista con La Jornada, el 11 de diciembre de 2002Foto Roberto García Ortiz
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▲ Portada del nuevo libro.Foto cortesía de la editorial

El rock es ya una forma artística porque: simplemente, crea belleza y manifiesta la realidad catalizada, implica mucho esfuerzo y mucha dedicación, y ofrece un nuevo orden estético que ninguna corriente de la música y, por supuesto, ninguna otra disciplina artística puede entregar. Las características anteriores se ajustan, hasta el momento, a un grupo reducido de músicos, pero su influencia abarca de una manera u otra a todos los demás, quienes se esfuerzan por expresar algo distinto: hasta Peter Tork, de los Monkees, dice en For Pete’s Sake: El amor es comprensión, está en todo lo que hacemos; en esta generación haremos brillar al mundo. Al igual que Tork, otros jóvenes músicos han tenido que cambiar el enfoque de sus composiciones. Sin embargo, subsiste la diferencia: mientras Neil Diamond, el trío Holland-Dozier-Holland, Bonner & Gordon o Tommy Boyce y Bobby Hart son más o menos obvios, los Doors, Jagger y Richards, Lennon y McCartney, Frank Zappa, Lou Reed, etcétera, han aprendido a evitar las concesiones, lo bobo, el panfleto; y dan su visión del mundo a través de la autenticidad y de metáforas e imágenes que son verdadera poesía. Esta cualidad de los mejores compositores jóvenes tiene su origen en Bob Dylan.

Todos los grandes músicos y compositores populares de la actualidad son menores de treinta años: los nacidos en 1940 son ya medio ancianos y la mayoría nació entre 1941 y 1949, hasta Frank Zappa, que aparenta más edad. Esto es importante pues los jóvenes siempre se han inclinado por un cierto tipo de música, mas antes esa música era compuesta e interpretada por gente adulta: Frank Sinatra, Al Jolson y Pedro Infante, por ejemplo, no eran tan jóvenes cuando surgieron como ídolos.

Flashback inevitable

Elvis Presley empezó a grabar en discos Sun, en Tennessee. Cuando lo contrató la RCA Victor prácticamente inició el rock, porque Bill Haley & His Comets era un grupo de músicos ya maduros. Después de James Dean, Presley fue el más grande ídolo de la juventud, fundamentalmente a causa de su sinceridad y su aspecto anticonvencional. Era una rebelión contra el mundo adulto a través de patillas, ropa y contoneos obviamente sexuales.

Los mayores podían admitir a Pat Boone y a Rick Nelson, eran clean cut kids, pero tenían que aborrecer a Elvis: significaba una explosión de vitalidad y agresividad y sensualidad intolerable. Pero Elvis sabía cantar: no sólo gritaba al contonearse, sino que su voz era hermosa y capaz de ternuras y violencias. Nadie, ni Beatles ni Monkees, ha podido igualar las hazañas disqueras de Elvis Presley: casi cincuenta discos de oro que significan mucho más de 200 millones de copias vendidas, elpés exitosísimos, Heartbreak Hotel, Jailhouse Rock, Don’t Be Cruel, All Shook Up, Love Me Tender, A Fool Such As I y muchísimos otros sencillos estuvieron eternidades en el primer lugar de ventas; llegó a reunir hasta seis canciones en los diez primeros lugares del hit parade en una sola semana ocasionó motines y disturbios en cada una de sus presentaciones; hasta la fecha sigue vendiendo cada disco que saca y continúa en las portadas de las revistas juveniles.