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Economía moral

Márkus, reificación y las antinomias de su superación / I

E

l análisis previo del paradigma de la producción, señala György Márkus (GM) al iniciar el capítulo 3 de Language and Production (1986), como proceso dual no es sólo muy abstracto y esquemático, es deficiente porque ofrece una distinción tajante e inmediata cuando en términos históricos lo que existe, según Marx, es una dialéctica entre los conceptos de fuerzas productivas (medios de producción) y relaciones sociales de producción, conceptos cuyas fronteras están por delimitarse. La relatividad de las distinciones antes vistas se pone en evidencia por la existencia de casos intermedios que desafían el carácter mutuamente excluyente de las dicotomías. GM rechaza como simplistas las asociaciones antes presentadas, entre reglas sociales de uso (RSU) y relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, por una parte, y la de normas sociales de empleo (NSE) y relaciones sociales entre los humanos, por la otra. Este simplismo falla pues: 1) Hay reglas técnicas (y capacidades asociadas) relacionadas con las relaciones con otras personas (saludar a, o bailar con alguien); 2) Hay objetos (bandera, cruz, corona, dinero), en los cuales el contenido material y la forma económica coinciden, de tal manera que es imposible separar las preguntas sobre cómo deben usarse y quién puede usarlos. A partir de la relatividad de la distinción entre RSU y NSE, GM se pregunta si pueden distinguirse del todo. Antes de contestar precisa que el objeto en su estructura física es simultáneamente una objetivación de capacidades (C) definidas y la materialización de relaciones socioeconómicas definidas, y que la distinción entre ‘forma material’ y ‘contenido social’ se asumió como una distinción analítica. Para hacer más clara y práctica la pregunta, GM la formula en los siguientes términos: ¿Por qué es la demanda de un mundo sin dinero, cañones y banderas nacionales, una demanda radical racional, mientras la demanda de un mundo sin máquinas es Ludismo irracional? Y añade: ¿Por qué es claro que la banda de transmisión, en su misma forma física, define C internas a un sistema de división del trabajo basada en la separación entre el trabajo manual e intelectual y en la dominación del segundo sobre el primero? Y contesta que lo que ha de considerarse contenido material y ha de asimilarse como base factual de la vida social, constitutiva del desarrollo de las fuerzas productivas, y lo que debe considerarse como materialización de relaciones sociales que debe ser cambiado, esta doble cuestión no se puede contestar teóricamente: es una pregunta práctica, cuya respuesta depende de la perspectiva histórica en la que nos situamos. Y desde este punto de vista, añade, no hay datos fijos que deban aceptarse sin cuestionarse y a los que uno deba adaptarse, porque no hay ningún elemento del medio de hechura humana que no pudiera ser concebido en su forma concreta, no sólo como el portador de ciertas relaciones sociales separables de su valor de uso como contenido, sino como la objetivación de esas relaciones en su contenido mismo. Con base en esta inseparabilidad entre lo técnico y lo social, GM modifica el análisis que sostenía que el paradigma marxiano de la producción ancla y justifica la racionalidad de las necesidades radicales en y por la demarcación entre ‘contenido material’ y ‘forma social’, llegando a la conclusión que por la interpenetración práctica de los dos aspectos, la manera que uno haga la distinción entre relaciones con la naturaleza y relaciones entre personas, depende principalmente de qué necesidades y demandas sociales uno concibe como racionales.

El problema de la inseparabilidad entre lo técnico y lo social emerge de manera aún más aguda si se analiza la aplicabilidad histórica de las categorías dicotómicas, ya que las RSU no encajan con las sociedades precapitalistas y las NSE no lo hacen con el capitalismo. En las sociedades precapitalistas incluso el conocimiento técnico sobre el cómo se usa un objeto, especialmente de los instrumentos de trabajo, es frecuentemente materia de normas valorativas explícitas con sus respectivas sanciones, lo que se puede decir también indicando que las C en dichas sociedades cobran el carácter de obligaciones sociales. Esto se debe a que en estas sociedades lo económico está incorporado en relaciones de dependencia como las de parentesco, mientras lo técnico está subsumido en formas específicas de contacto social. Sólo el capitalismo libera al trabajo, como actividad técnica, de las normas sociales y desarrolla la racionalidad instrumental, pero al hacerlo lleva ésta más allá de la esfera técnica a las relaciones sociales propiamente dichas al postular la riqueza social sólo en la forma de objetos, como trabajo abstracto social objetivado, es decir, valor. El capitalismo vuelve a fusionar lo técnico y las determinaciones sociales, pero lo hace ahora al subordinar las decisiones sociales concernientes a los fines a los mecanismos de valorización. Por lo que en el capitalismo las normas sociales dejan de jugar un papel central en el balance de la producción y el consumo, lo que ahora hace el mercado que actúa con aparente lógica propia, como automatismo natural. He aquí el origen de la subordinación de lo social a lo económico, de las necesidades al mercado, lo que no significa que los objetos humano-facturados pierdan su ‘forma social’ en el capitalismo, sólo que ahora todos son reducidos al significado social universal de mercancías. La forma mercancía expresa el hecho histórico que ahora ellos pueden ser adquiridos, usados y desechados por cualquiera que pueda comprarlos, lo que constituye la disolución de las restricciones directas al consumo y la consecuente dependencia de éste de la vida económica reificada del sujeto. También en el capitalismo la conducta económica está determinada por normas: al convertirse la forma de valor en la significación social del objeto, esta forma se convierte en norma de conducta económica; el valor determina cuándo vale la pena usar un objeto y qué objetos debe uno usar. Sólo en la sociedad burguesa, dice GM, se convierten ciertas máximas de conducta económica, como la de maximización de la ganancia, no en deberes y derechos, sino en principios de racionalidad universales despojados de valores. Si se viola uno de estos principios la actividad fracasará de la misma manera (en sentido económico) como si hubiese violado una RSU (regla social de uso). GM concluye que en toda la historia enfrentamos una coalescencia irresoluble de lo técnico y lo social, aunque diversa entre sociedades: en las precapitalistas la utilidad instrumental de los objetos humano-facturados con frecuencia está ligada normativamente a la posición social específica y función de sus usuarios; en la sociedad capitalista, a la forma universal de los productos: mercancía-valor, determina el sistema existente de relaciones sociales y aparece como una cualidad misteriosa de carácter natural y técnico. Esta coalescencia es para Marx característica principal de la prehistoria humana. Designa este fenómeno, en su versión capitalista, como reificación y lo define como la aleación directa de las relaciones materiales de producción con su determinación histórico-social y lo contrasta con épocas en las cuales la dominación de las condiciones de producción sobre los productores estaba disfrazada por relaciones de dominio y servidumbre.