Lunes 10 de junio de 2024, p. 7
Una campana sonó. Era el llamado de rompe y rasga a feligreses del rock que profesa un zaragozano.
Se extinguió la luz de los reflectores y se dio paso a los primeros acordes de Nuestros mundos no obedecen a tus mapas, Cuna de Caín y Despierta, palabra que todos corearon cual alabanza para seguir al capellán sonoro. Al lado de él, unos televisores enormes mostraban imágenes de programas enajenantes, pero no más gigantes que el guía y su micrófono, que eleva aún más su voz poderosa y ecléctica.
Viste traje negro, su color habitual. Saco con estoperoles –obvio, como todo roquero– y luces led. No faltó su pañuelo al cuello; esta vez rojo, para mostrar lo que deseaba entregar a sus seguidores: pasión. Sus pequeños ojos lucieron grandes ante tanta multitud. Se atavió con su característico sombrero hasta ya entrada la misa de rocanrol.
El cicerone de que hablamos es cantante, compositor, músico, productor, y como dice su propia biografía, sus diversas habilidades para escribir canciones y su canto apasionado lo han llevado a superar continuamente los límites y explorar géneros como cabaret, blues, bolero, cumbia, electro, roots y rock alternativo... tiene una personalidad escénica incomparable y poderosa
. No es una voz de ego la que se escucha en la semblanza, dirían sus miles de seguidores, sino la del autorreconocimiento.
Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy, oriundo de Zaragoza, España, es, además de escritor y amante de la vida y el amor, un músico no sólo de esencia de la vieja escuela, sino de una que todavía no se califica: la del místico, salvaje y explorador que puede vivir en la abstracción o en la cantina y el fiestón.
Bunbury cultivó creatividad que le hizo cosechar admiradores desde hace décadas cuando fundó una banda. Tengo un bajo Ibanez y un amplificador Rickenbauer
, dijo a Juan Valdivia en 1984 en una carta de presentación que fue el germen de un grupo de tantos que se originan en los barrios: Héroes del Silencio, el cual terminó por ser emblema en el rock en español.
El cantautor es un partisano del rock que ha resistido bombardeos de antivalores sociales (como cuando todos hablan de ti sin que te enteres) y ha salido avante por la pasión de sus seguidores, lo que se respiró la noche del sábado en la curva cuatro del Autódromo Hermanos Rodríguez, adonde llegaron miles de diversas edades, amantes de la fusión de un rock crudo con letras que profundizan.
Fue una noche especial. Venimos con canciones nuevas. Haremos un recorrido con otras de Héroe y Santos Inocentes. Esperemos que disfruten
, dijo conmovido, y su rostro no acababa de encajar al ver a tanta gente que coreaba todo; sobre todo, que hace dos años no sé qué hubiese sucedido. Estar aquí... estoy agradecido de tocar canciones del pasado y del presente. Hay que vivir este concierto en el presente
, invitó el artista.
Recuperación y creatividad
Aseveró lo anterior porque se había retirado. Sufría de ataques de tos por las noches que le impedían dormir y le destrozaban la garganta. Tenía una sensación en los pulmones como de arena, de haber respirado polvo
. Lo sospechoso era que el cantante sólo sufría esto en conciertos. Grababa discos y ensayaba y cantaba en mi estudio y cantaba para otros, estaba haciendo colaboraciones y nunca tuve ningún problema. Sólo me ocurría en el escenario
, cuenta en su página de Internet.
La culpable fue una sustancia química llamada glicol, presente en la niebla artificial de los espectáculos, a la cual es intolerante. La exposición a largo plazo puede provocar síntomas como irritación ocular, molestias en la garganta o incluso problemas más graves como asma. Los superó.“Fue una época traumática y frustrante para mí, que de alguna forma me he salvado gracias a la creación.
Después del periodo de restricciones por la pandemia, por fin volví a la carretera con la primera gira en casi tres años. Ésta coincidía con el 35 aniversario de la publicación de su primer disco, en 1987, y quisimos que fuera un recorrido por toda mi carrera, desde mi primera etapa junto a Héroes, hasta mis últimos álbumes como solista
. Durante ese tiempo escribió las canciones de Greta Garbo; algunas manifestaban la rabia y el descontento provocado por su situación. Otras se asomaban a un atisbo de esperanza viendo en la creación su última salida. La famosa actriz sueca con cuyo nombre tituló Bunbury su disco, decidió abandonar el cine a los 36 años, en el cenit de su carrera.
La creación de obras lo tiene ahora en su lugar preferido, en el que ofrece rituales de buen rock, como hizo en el recinto de la Magdalena Mixihuca, donde sonaron a toda potencia Hombre de acción (con imágenes de luchadores del pancracio mexicano), Alaska, El extranjero y Desaparecer.
“Podríamos hablar de política, de sociedad, de cultura… mejor, un consejo para navegantes: ‘apuesten por el rock and roll’ y sonó Apuesta por el rock and roll, sello de unión entre simpatizantes y sensei.
Siguieron sus convocatorias acústicas al amor y desamor como Porque las cosas cambian y De todo el mundo. Lo hizo abajo del escenario, donde se dejó querer. Cantando y saludando, que es gerundio, como estar, en un concierto, amando.
Subió de nuevo para recordar a Héroes con Entre dos tierras, y la potencia de su grupo acompañante, Santos Inocentes. Se fue con Sí, Lady Blue y un hasta siempre. Se apagaron las luces, pero, bueno, Bunbury es de vieja escuela.
“No se vayan… levanten las manos en el fondo”, dijo. Interpretó otras cinco rolas, entre ellas, Parecemos tontos, Infinito y Maldito duende (de Héroes del Silencio) para culminar su rito de regreso, allanado estos días por su reciente placa, así como por un servicio de comunicación directa con sus seguidores llamado La Carta (como The Red Hand Files, de Nick Cave, página de preguntas y respuestas), en la que Bunbury agrupó los miles de correos electrónicos recibidos cada semana en el libro Vistas en conjunto, para asomarse al proceso vivido en el último año y medio, que ha hecho de su regreso uno de los acontecimientos más esperados de la escena musical en español de los tiempos recientes.