Domingo 7 de abril de 2024, p. 8
Los debates en los sistemas políticos occidentales generan en muchos casos democracias más funcionales y procesos electorales que permiten a la ciudadanía confrontar proyectos, y en muchos casos inciden en el votante indeciso. Sin embargo, también pueden traer efectos negativos, al convertirse en distractores, pantomimas, perfomances o en un espectáculo político, señala en entrevista Julio Juárez, investigador de la UNAM.
Pese a la relevancia que se les confiere en muchas democracias, afirma, las expectativas que generan entre el electorado no se han consolidado; en países como Italia o Sudáfrica ya no se realizan, y en Estados Unidos, tras perder Richard Nixon el debate en 1960 contra John F. Kennedy, lo que provocó su derrota en la elección, no volvió a haber debates presidenciales hasta 2016, porque su ejercicio dependía en gran medida del pragmatismo de los abanderados.
México es de los pocos países donde la autoridad electoral asume la responsabilidad de organizarlos
, afirma Juárez. En otras experiencias, expone, la organización depende de otras instancias, en muchos casos de los medios de comunicación. Soy de esos optimistas que piensan que los debates sí suman a las democracias, lo que no quiere decir que no hayan sido señalados como distractores de ideas o distorsionadores de imágenes de abanderados, con escándalos o actitudes disruptivas de un proecso democrático
.
En el estudio Los debates electorales en las democracias contemporáneas, el especialista en comunicación politica subraya: los debates electorales son, también, terreno fértil para la espectacularización de la política, la degradación del debate público y el triunfo del artificio actoral sobre la deliberación de fondo. Utilizarlos como sello de garantía para ocultar las deficiencias de un sistema democrático es un error común. México es un buen ejemplo de ello
.
Juárez advierte que sus efectos potenciales son mayores en comicios donde las preferencias del electorado son cerradas. Es claro que para los aspirantes que van en segundo lugar son oportunidades claves para modificar el rumbo de la contienda, en contraste con los punteros. Si bien muchas veces sólo contribuyen a que el votante reafirme sus preferencias, en otras experiencias sí logran cambiar la conversación en una contienda e incidir en el voto de indecisos.
No obstante, es equivocado pensar que el efecto de un debate puede ser similar en contextos democráticos diferentes, porque las expectativas que llegan a provocar son diferentes, así como su impacto en el electorado
, añade el especialista.
La evolución de los formatos de esos ejercicios en el mundo ha ido en paralelo a la televisión y sus intereses, avanzando acorde con la tecnología. Cada vez más flexibles, para Juárez, en estos diálogos dirigidos a las grandes audiencias pesan tanto la forma como el fondo prácticamente desde su origen, con aquél celebre Nixon-Kennedy.
No sólo sirven para colocar ideas o proyectos, sino también tienen implícitas estrategias de imagen con el objetivo de dejar en el electorado hechos memorables, estigmatizar a rivales o ridiculizar a contrincantes, refiere el investigador.
En México, añade, durante el debate de 2018, el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador tuvo la habilidad de compaginar un sólido mensaje contra la corrupción según el formato televisivo. Si en la campaña fue muy incisivo en sus críticas contra las corruptelas de PRI y PAN, pudo acoplarla con la imagen de cuidar la cartera cuando el panista Ricardo Anaya se aproximaba a él.
La irrupción de las redes sociales ha cambiado sustancialmente el impacto que pueden tener en una contienda dichos encuentros, ya sea para magnificar o modificar lo que realmente ocurrió. Los debates han recobrado relevancia en el conocimiento social de los candidatos y en la penetración de su imagen y propuestas
, pero también mediante la difusión de diversos fragmentos de lo ocurrido puedes potenciar su efecto o distorsionarlo, si se descontextualiza una frase o imagen, subraya.