El maestro jardinero
ntrega final de una trilogía sobre la redención y el perdón, El maestro jardinero ( Master Gardener, 2022), del realizador y guionista estadunidense Paul Schrader, propone un relato a medio camino entre un crudo realismo y una ensoñación fantasiosa. Su protagonista, Narvel Roth (Joel Edgerton), es el horticultor cuarentón responsable de atender los jardines de la lujosa finca Gracewood y también los imperiosos caprichos de su dueña, la matriarca Norma Haverhill (Sigourney Weaver). Narvel, un individuo hermético y misterioso, lleva grabados sobre el torso desnudo, al abrigo de la mirada ajena, los tatuajes infamantes que son el estigma de un pasado para él ya vergonzoso. Su relación de dependencia mutua con su protectora rica tiene ecos, no tan lejanos, con la que sostenían la actriz olvidada Norma Desmond (Gloria Swanson) y su chofer factótum Max (Erich von Stroheim) en El ocaso de una vida ( Sunset Boulevard, Billy Wilder, 1950). El entendimiento de la pareja en el filme de Schrader se antoja más compleja aún y bien podría haberse mantenido como un juego de poder perversamente apacible, de no ser por la llegada a la finca de la joven mestiza Maya Core (Quintessa Swindell), sobrina nieta de Norma, de quien Narvel imprudentemente se enamora.
En las dos primeras cintas de la trilogía de Schrader ( El reverendo, 2017; El contador de cartas, 2021), el también guionista de Toro salvaje (Scorsese, 1980) y director de Mishima (1985), había perfilado ya el retrato de un hombre maduro, acosado por la culpa, que confía a su diario personal los pesares de una vida malgastada y sus arduos propósitos de enmienda. En El maestro jardinero el personaje que interpreta Edgerton aparece como alguien irremediablemente ligado a una reputación muy turbia en tanto antiguo miembro de un grupo de supremacistas blancos misioneros del odio, la mezquindad moral y el crimen, y su peculiar relación con la elitista y posesiva Norma sólo complica indefinidamente toda posibilidad suya de redención. El jardinero vive atrapado así en un círculo vicioso de contradicciones morales y sujeto a un proceso de autoflagelación continua.
Con elementos dramáticos tan ásperos, era imaginable un guion más incisivo, a la altura del talento del mencionado Wilder o de lo que el propio Schrader había ofrecido ya en ese otro relato de culpa y redención que fue Taxi Driver (Scorsese, 1976). El maestro jardinero es, sin embargo, una cinta dramáticamente dispareja, y aunque las actuaciones de Sigourney Weaver y Joel Edgerton son estupendas, la interacción de sus dos personajes con el de la joven Quintessa Swindell se resuelve en un triángulo pasional descafeínado. A esto cabe añadir, como elemento sorprendente, una nota final de optimismo en el guion, muy fuera de sitio respecto a lo que prometía su propuesta inicial sulfurosa y la propia reputación de un cineasta, por lo demás, siempre apreciable.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional Xoco a las 12:45 y 18 horas.