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Chips cerebrales pueden constituir una amenaza a la dignidad humana: experta
 
Periódico La Jornada
Martes 5 de marzo de 2024, p. 13

Aunque la neurotecnología ha hecho grandes avances en el tratamiento del Parkinson y otras enfermedades, hay dispositivos médicos que ya están siendo una amenaza para la dignidad humana, sobre todo porque no se sabe qué efectos secundarios pueden generar en las emociones u otras capacidades cerebrales de los pacientes.

Así lo advirtió Karen Herrera-Ferrá, fundadora y ex presidente de la Asociación Mexicana de Neuroética, quien resaltó la urgencia de poner filtros a los nuevos desarrollos de neurocirugía e inteligencia artificial (IA) antes de permitir su uso médico, la cual es necesidad todavía muy poco discutida.

Tras su participación en la Tec Science Summit 2024, organizada en días recientes por el Instituto Tecnológico de Monterrey, la especialista señaló que hay diversas herramientas de neurotecnología, como el implante cerebral Neuralink, que pueden utilizarse en el tratamiento de enfermedades para las cuales no había cura, como el Parkinson.

El chip, desarrollado por la empresa del mismo nombre –propiedad del magnate Elon Musk–, “también se va a empezar a utilizar en trastornos siquiátricos que son resistentes a medicamentos, pero también tienen un ‘uso social’ para sentirse mejor, ser más inteligente, cansarse menos, e incluso potenciar algunos rasgos como ser ‘más moral’”.

Pese a abrir un rango muy amplio de posibilidades terapéuticas, la neurotecnología y la IA, al ser tan innovadoras y avanzadas, empiezan a cruzar la línea o ya están siendo una amenaza para la dignidad humana, al afectar sobre todo a garantías que no están contempladas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Si bien estos dispositivos tienen un aspecto positivo para el desarrollo de las personas, tienes que ver las implicaciones, porque muchas veces modular ciertas áreas del cerebro para que seas mejor en algo, también implica partes que no sabemos. Todavía no conocemos qué otros procesos de pensamiento, de conductas o emociones están involucrados en ese pedacito que quieres modificar para ser más moral, más feliz o menos violento.

Ante ello, la investigadora subrayó que es necesario investigar mucho más sobre la naturaleza de las herramientas de neurotecnología para asegurarnos con quién se usa y quién toma las decisiones de ponerlas, prenderlas, apagarlas o quitarlas, y poner filtros éticos en el desarrollo de estos dispositivos, a través de preguntas sobre su alcance.

“Tenemos que preguntarnos ‘¿para qué lo vas a hacer?’, ‘¿en qué área [del cerebro] lo quieres poner?’, ‘¿qué más pasa si manipulas esa área?’ Son preguntas duras y nadie las hace porque son muy profundas, pero la intención es maximizar beneficios, minimizar riesgos y que sea seguro.”