Lunes 4 de marzo de 2024, p. 8
Santa Cecilia es la patrona de los músicos. Lo es para los que rozan las estrellas con los dedos y también para los que destrozan su cuerpo por trasnochar tocando y cantando en las madrugadas.
A ella, comúnmente se encomiendan los creyentes que hacen de la música su pan de cada día, como los que se presentan en bares, fiestas, funerales, clubes de salsa, de cumbia... de lo que venga, tal como hicieron José Pepe Carlos, Álex Bendaña, Miguel Oso Ramírez, y una chica que se hace llamar La Marisoul, todos ellos hijos de inmigrantes en Estados Unidos que decidieron el camino de las rolas para sacar para la chuleta.
Gustaban de entretener a los transeúntes en las esquinas de la calle Olvera, en el centro de Los Ángeles, ciudad de donde son oriundos, o más bien, donde decidieron nacer, porque tras presenciar el concierto que ofrecieron la noche del sábado en el Auditorio BlackBerry, a los presentes les quedó claro que son más mexicanos que el mole de Oaxaca y que los mexicanos nacemos donde se nos da la gana
, como dijo Chavela Vargas.
Entregados ante un auditorio lleno, los músicos, que se presentan desde hace 17 años bajo el nombre de La Santa Cecilia, volcaron de cabeza al respetable al dotarlo de una catarsis musical cuya naturaleza es la nostalgia.
La Santa Cecilia hace bolero, cumbia, huapango, reggae, bossa nova. Los ejecutan con piezas de canciones mexicanas dando frescura a temas de hace décadas, como si fueran de ayer.
Así, escuchar Un mundo raro, de José Alfredo Jiménez; El andariego de Álvaro Carrillo, o Debut y despedida, de Los Ángeles Negros, pero con arreglos precisos, respetuosos y rítmicos, detonan un gusto extraordinario para el respetable, que hay que decirlo, el de La Santa Cecilia es variopinto. Todos cantaron y hasta bailaron. Era inevitable no despegarse del asiento con el sonido de las percusiones, del acordeón, del bajo, las guitarras y, sobre todo, de una voz de “la chillona, la gritona (como se define en Instagram Eva Marisol Hernández, La Marisoul, sensible y poderosa en el escenario.
La Santa Cecilia, fenómeno que ha hecho giras de costa a costa de Estados Unidos y por México, que ha ganado Grammy, y ha colaborado con músicos como Elvis Costello y John Paul Jones (de Led Zeppelin), armó la bohemia en el Blackberry, como suele hacer en sus conciertos, o como hace en su propia casas con su familia
, como lo realizaron en este auditorio de la Ciudad de México.
Como en casa
Así se sintió, como una en casa, porque hasta mezcal hubo, ya que en pleno concierto lo sacaron para brindar y ofrecer a los que estaban en las primeras filas del foro. Asimismo, a mitad del recital, La Marisoul bajó a las gradas para interpretar Almohada, ésa que popularizó José José, acompañada sólo con guitarra, lo que incitó al personal convocado, a cantar estilo rompe y rasga.
Antes, Marisoul regaló a capela Como Dios manda, y el público, no en sus bolsas de cosecha, sino en las de su corazón, aplaudía cada estrofa, cada emoción traducida canción.
Ya se habían escuchado boleros como Amar y vivir, de Consuelo Velázquez, y Nuestro juramento. “En la calle Olvera aprendimos el bolero, que tocaban viejos músicos, los cuales fueron generosos al enseñarnos. Ésta, que me cantaba mi jefe chulo…”, dijo La Marisoul antes de interpretar un lindo arreglo de El mar y el cielo, de Julio Rodríguez, que dieron a conocer Los Panchos. El auditorio terminó por sellar su entrega.
No sólo la cumbia corrió o el huapango. También la bossa nova, que hicieron sonar con Ice El hielo, dedicada a los migrantes, porque somos hijos de ellos
.
Y luego vino una invocación inevitable al gran José Alfredo Jiménez con La copa rota, y el momento de sacar más tragos: los mezcales a ver si alcanza para todos
, señaló en tono de broma la cantante de una agrupación que, desde su irrupción, ha exhibido esencia de honestidad y trabajo que los hace únicos, pero sobre todo, con organicidad para conectar con todo tipo de público.