Sábado 2 de marzo de 2024, p. a12
Canta la diosa Nina Simone: Es un nuevo despertar / es un nuevo día / es una vida nueva para mí / y me siento muy bien.
Y uno en la butaca se suelta a llorar como un bendito. Lágrimas de agradecimiento, de felicidad ante el asombro, frente a la belleza de la vida.
La nueva obra maestra de Wim Wenders se titula Perfect Days porque la canción que así se llama gobierna también el filme del mismo nombre. La de Lou Reed, autor de esa pieza, es una voz muy poderosa en mi película
, según ha repetido en distintas entrevistas el maestro Wenders.
Como hemos hecho con las pelis anteriores de este cineasta alemán, abordamos hoy aquí su nueva obra desde la música, porque en todos sus filmes el arte sonoro es parte del relato. El soundtrack está disponible en Spotify.
Hay una casa camino a Nueva
Orleans
la llaman El Sol Naciente
y ha sido la ruina de muchos pobres
muchachos
y, oh dioses, sé que soy uno de ellos
Wim Wenders eligió la versión canónica de esta pieza, de la cual existen versiónes innúmeras (Bob Dylan, Joan Baez, Nina Simone, Jimi Hendrix, Joni Mitchell, Sinnead O’Connor, vaya, hasta los Beatles, aunque inédita) pero la voz de Eric Burdon con Los Animales pone en tono el relato desde su inicio:
Un hombre sabio y fascinante duerme sobre el piso, abre los ojos, mira hacia el techo, respira profundo e inicia el ritual…
la vida es un ritual que comienza cada amanecer
… que consiste en la vida cotidiana: abre los ojos, mira hacia la luz, sonríe, se incorpora, levanta su cobija, la enrolla, abre la ventana, mira hacia la luz, y comienza el aseo de su cuerpo y su avituallamiento. El orden es el eje de su vida cotidiana. Cada día repite las mismas acciones hasta que, en el tercer y cuarto episodio del filme, ocurre el conflicto dramático y él reaccionará siempre con una sonrisa flotando en su rostro.
Un episodio muy hermoso del inicio de su ritual de vida cotidiana, consiste en regar sus plantitas, acto amoroso por antonomasia.
Otro, más hermoso aún: cuando está listo, vestido y dispuesto, abre la puerta de su casa y lo primero que hace es ver el cielo y sonreír. Sube a su camioneta de trabajo y al sentarse frente al volante elige de entre una colección entrañable, el caset que va a escuchar esta mañana. Es cuando suena La casa del sol naciente, como uno de los muchos guiños de la música en este filme: Japón, donde es la locación, es conocido también como La Tierra del Sol Naciente.
Dije caset. Sí. Wim Wenders es un maestro de música, no solamente un melómano virtuoso. Es un maestro del arte sonoro. Otro gran guiño corresponde al cómo escuchamos música los humanos. Y el sonido analógico es una hermosa metáfora de la vida nunca artificial del personaje protagonista del filme que hoy nos ocupa.
Cuando aparece una jovencita, melómana, y se sorprende de la existencia de esas cajitas llamadas cassettes, entra en trance cuando suena Redondo Beach, en la voz de Patti Smith:
Late afternoon, dreaming hotel
we just had the quarrel that sent
you away
I was looking for you, are you gone
gone?
Y luego el sentido del humor de Wim Wenders nos lleva a una tienda de discos, oh paraíso, y una plática con la joven melómana que le recomienda Spotify y nuestro hombre en Japón pregunta: ¿Spotify? ¿Dónde queda esa tienda?
La esencia del filme es la esencia de la vida. Es una oda a la existencia, un poema al oficio de vivir. Uno frente a la gran pantalla, sumido en la butaca, observa azorado cobrar vida lo que para muchos es un lugar común o una simple frase que muchos repiten sin saber qué significa: vivir el instante
, el aquí y ahora, porque hoy es hoy y mañana será mañana y no hay más que hoy, no hay más que el instante.
La vida es un ritual que comienza cada que amanece y las pelis hay que verlas hasta el final, porque la secuencia de los créditos finales forman parte del relato y aquí no es la excepción. Hay un regalo a manera de postre:
“Komorebi es un vocablo japonés que
describe el trémolo de la luz y
las sombras creado por las hojas de
los árboles danzando con el viento.
Ese tremolar solamente existe (suena,
sueña) una vez en la vida, en ese
momento y en ningún otro”.
En el pensamiento occidental, en el atroz consumismo, en la vida llena de banalidad y falsedades, la metáfora de un hombre que hace del oficio de limpiar excusados una obra de arte, puede resultar aburrido, tedioso y no podrán encontrar sentido, cuando en realidad tenemos frente a nosotros una
cátedra de cómo vivir.
Nuestro hombre en Tokio no habla, y cuando lo hace, utiliza muy pocas palabras, las precisas, justas, necesarias. Y por eso la música es fundamental en este como en todos los filmes de Wenders.
La música de Wim Wenders: la que escucha en el sueño nuestro hombre sabio y lo despierta: el sonido de una escoba en la acera de enfrente, donde una mujer barre el amanecer, como un personaje mitológico griego. También a lo largo del filme: el silbo del viento, el sonido del aspersor de agua con el que riega sus plantas, el rumor sordo de la ciudad, los movimientos de tai chi de un homeless, la danza de las hojas de los árboles.
Belleza hasta las lágrimas.
Hay en esta peli prodigiosa dos canciones que canta Lou Reed, ese poeta: la bellísima Pale Blue Eyes, al frente de The Velvet Underground:
Si pudiera describir el mundo tan puro
y tan extraño como lo veo
Te colocaría en un espejo
enfrente de mí
extasiado en tus ojos azul pálido
Y la pieza que da sentido, orientación y rumbo al filme entero: Perfect Days, del álbum Transformer, de Lou Reed:
Es tan sólo un día de verano
tomamos sangría en el parque
y más tarde, cuando oscurece,
nos vamos a casa
Ay, qué día más perfecto
me alegra estar contigo
porque eres por quien me mantengo
de pie
you just keep me hanging on
you just keep me hanging on
Nuestro hombre tan sabio en realidad nos está dando una cátedra de cómo vivir la alegría de la vida. El orden, la disciplina, la concentración, todo lo que hace y repite día con día, desde que inicia la vida; es decir, desde que despierta a su nueva vida cada día, realiza lo que en budismo se llama Meditación de Atención Consciente, que ocurre día y noche, y por eso lo acompañamos en cada instante de su día y durante sus sueños vemos lo que él ve también: el komorebi, ese resplandor tembloroso de belleza que ocurre cuando se filtra la luz a través de las ramas de los árboles y eso ocurre solamente en ese instante.
La vida es un instante.
Lector apasionado, culmina sus jornada leyendo las Palmeras salvajes, de William Faulkner, y luego historias cortas de Patricia Highsmith y, por si hubiera duda, el libro titulado Árbol, de Aya Koda. Su vida está regida por la belleza y la música es un idioma universal que él comprende como pocos: cuando escucha, sonríe, canta sin cantar y en casa, hace sonar sus casets en una vieja grabadora de mesa, se apoltrona y... cierra los ojos. Porque el momento más sublime de la música es cuando nos hace cerrar los ojos.
¿Sublime? ¿alguien dijo sublime? Parece preguntar la diosa Nina Simone. Y canta:
Ustedes, hermosas aves que
vuelan tan alto, saben qué
bien me siento
Sol en el cielo, sabes lo bien
que me siento
Briza que flotas a mi alrededor, sabes exactamente lo bien que estoy
Es un amanecer muy nuevo
Es un día nuevo
Es una nueva vida
Y me siento muy bien
Y en ese momento, todos esos seres que nombra la diosa Nina Simone cuando canta, se sueltan a llorar como unos benditos: el pez en el agua, el río que fluye libre, los botones en flor en los árboles, las libélulas, las mariposas, las estrellas que titilan, el olor de la madera de los árboles, todos lloran de felicidad.
Y yo también.