Domingo 25 de febrero de 2024, p. a31
El América ganó el clásico joven (1-0) con el peso de su camiseta. Fue lo más parecido a sacarle el paracaídas a miles de aficionados de Cruz Azul y lanzarlos al vacío. En un estadio Azteca pletórico como en sus mejores noches, la celebración de las Águilas hizo que aumentaran las burlas y los desprecios sobre un cuadro celeste que hasta ayer parecía imbatible en el futbol mexicano. Otra vez el color amarillo como criptonita de La Máquina, casi una costumbre en esta clase de partidos.
Se juega por la alegría, por el orgullo de provocar en el que pierde una profunda tristeza y la larga espera por la revancha. Es algo que trasciende el simple hecho de meter la pelota hasta la red, porque el resultado es también una carga que hay que saber sobrellevar durante semanas y meses.
Mientras algunos rivales terminan abrumados o miran el reloj para saber los minutos que restan, el América juega los clásicos con galera y bastón. Se siente cómodo en los grandes escenarios que no hace falta llegar al descanso para intuir que puede ganar el partido.
En apenas cuatro minutos, el delantero Julián Quiñones transmitió ese mensaje con el 1-0, en una jugada en la que se juntaron Henry Martín y el chileno Diego Valdés para dejarlo solo en el área.
Fue el primero de los cinco goles que hicieron las Águilas en el arranque de la noche, sólo que los otros cuatro los anuló el silbante Óscar Mejía por fuera de juego.
De ser un rival que proyectaba su propio temperamento, Cruz Azul pareció sumergirse en una pesadilla frente a su villano más cruel. Aquellos rasgos de arrojo y sabiduría, tan asociados a su entrenador argentino Martín Anselmi, de pronto se vieron consumidos por una atmósfera pintada de amarillo, pese al retumbante grito de la afición celeste que coreaba al unísono: ¡Azul, Azul!
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Molesto con lo que vio en la primera parte, Anselmi movió sus piezas para salir del letargo. Con eso consiguió al menos emparejar el desarrollo del encuentro y terminó por convertir el duelo en una pista de carros chocones, donde Quiñones salió lesionado, Henry Martín falló el 2-0 y Uriel Antuna sumó más caídas al césped que remates al arco. Nada pudo cambiar su suerte.