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Reportaje

Crisis ambiental

La sequía por el cambio climático es una realidad en España

Los embalses están 10% debajo de la media de la última década: expertos

Escasez de lluvias, temperaturas elevadas y falta de infraestructura afectan ya el consumo humano y han llevado a a imponer restricciones en regiones de Murcia, Cataluña y Andalucía

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▲ Vista del pantano de Sau, en Barcelona, donde los embalses de las cuencas internas están en mínimos históricos.Foto Europa Press
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 22 de febrero de 2024, p. 27

Madrid. La sequía, como consecuencia del cambio climático, es una realidad en España. Se expandió con virulencia este año y amenaza con agudizarse en los próximos meses, lo que provocará grave crisis económica en las zonas afectadas, medidas restrictivas para el uso del agua corriente, reducción drástica de las áreas de cultivo de riego, descenso inevitable en la producción de energía hidroeléctrica y un daño que podría ser irreparable en los ecosistemas.

Las regiones más afectadas serán las sureñas Andalucía y Murcia, junto con Cataluña, de clima mediterráneo y enclavada en el noreste del país.

Científicos, meteorólogos, agricultores, activistas y algunos dirigentes políticos llevan años advirtiendo del avance imparable de la sequía y sus estragos en España.

Asocian la falta de agua sobre todo a las cada vez más escasas lluvias en las zonas más cálidas o desérticas, pero también a los efectos del cambio climático, el aumento de las temperaturas, los fenómenos naturales y la falta de infraestructura para aprovechar al máximo el agua.

Esas advertencias se proyectaban al futuro, pero este 2024 está confirmando los peores vaticinios y que ese futuro de escasez de agua, incluso para consumo humano, es una realidad en España.

Los técnicos y científicos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) expusieron en uno de sus últimos informes que los embalses están 10 puntos por debajo de la media de la última década y siguen perdiendo agua (algunas semanas en lo que va del año han reportado alzas).

Es decir, que aunque las lluvias han sido intensas en la zona del norte cantábrico (Galicia, País Vasco, Asturias, Cantabria y Aragón) y ahí las reservas de agua son altas, el resto del país atraviesa serios problemas. Andalucía se encuentra a 20 por ciento de su capacidad, con provincias como Almería por debajo de 10 por ciento y las cuencas interiores de Cataluña están por debajo de 16 por ciento.

La Aemet vaticina que existe “mayor probabilidad de que las precipitaciones sean más abundantes de lo normal en el noroeste peninsular, mientras en el resto se mantendrían en índices medios. En el caso de Canarias, en cambio, se esperan meses más secos. La agencia prevé que todo el país registre temperaturas más altas de lo normal en los primeros meses del año, lo que agudizará más la escasez de agua.

Jesús Vargas, del Observatorio Ciudadano de la Sequía, explicó que la situación es crítica, por lo que debemos ser cautelosos, ya que hay que seguir aplicando medidas paulatinas para tratar de ahorrar el máximo posible de agua y proteger el abasto.

Esta política de ahorro ya tiene impacto en la vida cotidiana de cientos de miles de personas, sobre todo en Cataluña, donde más de 80 por ciento de sus 6 millones de habitantes sufren severas restricciones al uso del agua.

Cataluña terminó 2023 con los embalses de sus cuencas internas bordeando 17 por ciento de su capacidad, pero esos registros han ido cayendo en lo que va de año, así que se activó el estado de emergencia en el área metropolitana de Barcelona con restricciones más severas: se prohibió utilizar agua para el lavado de vehículos; tampoco se podrán usar regaderas en gimnasios ni usar el líquido para llenar albercas privadas y públicas.

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▲ Los restos del antiguo pueblo de Peñarrubia han quedado al descubierto por la falta de agua en el embalse de Guadalteba, en Málaga.Foto Europa Press

La situación igualmente es crítica en Andalucía, sobre todo en la cuenca de Guadalete-Barbate, en Guadalquivir, la Mediterránea Andaluza y la Región de Murcia.

La investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales, Annelies Broekman, reconoció que la situación es muy triste y dramática. Hemos pasado muchos momentos en los que se esperaba que lloviera mucho y no fue así. Las restricciones tampoco lo han evitado. Nos hemos encontrado con los límites de nuestro sistema. Así que la escasez está en nuestras propias manos, pues la sequía es un fenómeno natural agravado por el cambio climático.

Lucía De Stefano, subdirectora del Observatorio del Agua en España, indicó que en algunos puntos del país, como Andalucía, Cataluña y Murcia, la situación es preocupante. En el caso del abastecimiento de Barcelona, la dificultad está en que son cuencas cortas porque las montañas están cerca del mar, no hay grandes embalses y existe aglomeración urbana. Así que no tienen ese colchón de seguridad. Mientras en Andalucía sucede lo contrario: Hay mucho riego y aunque se les hayan aplicado restricciones, la demanda es muy alta y la reserva se ve afectada.

Para Broekman, una de las claves para hacer frente a la sequía y sus estragos es un cambio de modelo: El actual es tan explotador, no sólo de agua, sino también de territorio, energía y materiales. Debemos entender que aumentar el riego no es opción. Tampoco las industrias consumidoras de agua. Hay que revisar los proyectos económicos con un ojo al territorio y otro a lo que realmente importa, que es que estemos vivos. Y esto lo debe hacer toda España, la húmeda y la seca. Hemos de mirar hacia nuevas formas de hacer que el mantenimiento del territorio sea fuente de trabajo y bienestar para las personas.

Ante esta crisis, el Ejecutivo español, presidido por el socialista Pedro Sánchez, aprobó de urgencia la semana pasada una serie de medidas de máxima prioridad: habrá una inversión para la lucha contra la sequía de unos 5 mil millones de euros hasta 2027 para la modernización de los terrenos de riego y otros 813 millones para infraestructuras de desalinización, es decir, para la reconversión del agua salada del mar en agua que pueda ser de consumo humano.

El propio mandatario español reconoció: lamentablemente ya no se trata de conjurar una amenaza incierta, más o menos probable, sino de adaptarnos a los efectos de algo que ya está aquí, entre nosotros, en las ciudades y en nuestro campo, y que es el cambio climático.