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Festival japonés milenario sucumbe al envejecimiento de la población
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▲ El sábado pasado se llevó a cabo por última ocasión el festival Sominsai, en un bosque de cedros de la región de Iwate, en el norte de Japón.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de febrero de 2024, p. 3

Oshu. Un vapor de sudor surgía mientras cientos de hombres casi desnudos luchaban por una bolsa de talismanes de madera, protagonizando el dramático final de un ritual milenario celebrado el sábado por última vez en Japón.

Sus apasionados cánticos de jasso, joyasa (que se vaya el mal) resonaron en un bosque de cedros de la región japonesa de Iwate, en el norte, donde el apartado templo de Kokuseki decidió poner fin a este popular rito anual.

Organizar la ceremonia, que atrae a cientos de participantes y miles de turistas cada año, se convirtió en una pesada carga para los envejecidos fieles locales, a quienes les resulta difícil mantener el rigor del ritual.

El festival Sominsai, considerado uno de los más extraños de Japón, es la última tradición afectada por la crisis demográfica del país, que ha golpeado a las comunidades rurales.

Es muy difícil organizar un festival de esta magnitud, afirmó Daigo Fujinami, monje residente del templo inaugurado en 729.

Pueden ver lo que pasó hoy. Hay tanta gente aquí y todo es emocionante, pero entre bastidores, hay muchos rituales y mucho trabajo que hacer, declaró. No puedo ignorar la difícil realidad.

La sociedad japonesa envejeció más rápido que la de muchos otros países, tendencia que obligó a cerrar escuelas y negocios, especialmente en comunidades pequeñas o rurales.

El festival Sominsai del templo Kokuseki solía celebrarse desde el séptimo día del Año Nuevo Lunar hasta la mañana siguiente, pero el covid obligó a reducirlo.

Su última celebración fue una versión abreviada, que terminó hacia las 23 horas, pero atrajo a la mayor multitud de tiempos recientes, según residentes locales.

Al atardecer, hombres en taparrabos blancos acudieron al templo, se bañaron en un arroyo y marcharon al recinto del templo, apretando los puños contra el frío de la brisa invernal mientras cantaban jasso joyasa.

Algunos llevaban pequeñas cámaras para filmar su experiencia y decenas de equipos de televisión los siguieron a través de los escalones de piedra y los caminos de tierra del templo.

Cuando el festival alcanzó su punto álgido, cientos de hombres se agolparon en el interior del templo de madera gritando, coreando y forcejeando agresivamente para hacerse con una bolsa de talismanes.

Adaptar las normas

Toshiaki Kikuchi, residente local que consiguió los talismanes y ayudó a organizar el festival durante años, dijo que espera que el ritual vuelva en el futuro. Incluso con un formato diferente, espero mantener esta tradición, declaró.

Muchos participantes y visitantes expresaron su tristeza y comprensión por el fin del festival.

Este es el último de este gran festival que duró mil años. Tenía muchas ganas de participar, dijo Yasuo Nishimura, de 49 años.

Otros templos de Japón siguen celebrando festivales similares, en los que hombres se visten con taparrabos y se bañan en agua helada o luchan por talismanes.

Algunos adaptan sus normas a la evolución demográfica y social para seguir existiendo, como permitir que las mujeres participen en ceremonias que antes eran exclusivas para hombres.

El próximo año, el templo Kokuseki seguirá con sus prácticas espirituales en ceremonias de oración.