í, este subtítulo es correcto. Aquí entendemos por héroe
, y ha habido mil, a aquel personaje eminente que encarna la esencia de los atributos claves valorados en su cultura de origen. Comúnmente nuestro héroe posee habilidades de personalidad políticas, intelectuales, físicas y de conducta ejemplar que le permiten llevar a cabo hechos distinguidos. Hay héroes de varios tipos. El aludido es el héroe civil, el que sirvió con grandeza a su grupo social.
Invitando a pensar, se presenta una lista de prohombres actuales o inscritos en la historia, que hace posible decir que nuestros paladines, actuando bajo lo determinante de su momento y circunstancia, hoy son seres de rango nacional.
Si, en la vida pública están ausentes seres admirables, héroes cívicos, no era así en el pasado. Casi concurrentes entonces estaban: Pablo González Casanova, Carlos Payán, Ifigenia Martínez, Manuel Gómez Morín, Teresa Jardí, Porfirio Muñoz Ledo, Eduardo Matos Moctezuma, Rosario Ibarra de Piedra, Jesús Kumate, Rosario Green, Enrique González Pedrero, Teodoro Cesarman.
Y siguen: Manuel Tello Barraud, Sergio García Ramírez, Octavio Paz, Jorge Carpizo, Elena Poniatowska, Julio Scherer, Diego Valadés, Samuel Ruiz, Arnoldo Martínez Verdugo, Carlos Castillo Peraza, Beatriz Paredes, Víctor Flores Olea, Xavier Wimer, Jesús Reyes Heroles, Julia Carabias o Heberto Castillo y podríamos rebasar los épicos mil héroes si nuestro estudio fuera menos centrista. Ante un juicio sereno puede decirse que mucho del siglo XX fue una época dorada, en pésimo contraste con el siglo XXI.
El hombre, sus virtudes y defectos, son semejantes. Es su momento histórico y su voluntad de cómo trascender lo que los convierte en héroes o villanos. Esta no es una verdad absoluta, ya que existe la variable adicional de quién y con qué ánimo se escribe la historia.
Los países, sus historiadores oficiales, escriben una narración y valoración pocas veces ecuánime. Indiscutiblemente cada país, corriente o facción fabrica sus propios héroes.
Una conclusión, que querría ser de carácter histórico y profundamente realista, es que en el pasado han estado siempre presentes ciudadanos mexicanos que hicieron época y sus nombres están presentes en el devenir de la nación.
Desearía no tener razón al opinar que en el panorama en que viven los presuntos líderes conductores del destino nacional, esos héroes no aparecen. El teatro nacional abre sin poder dar el nombre de la obra, actos y sin develar a los mediocres actores. Los observa inquiriente un público exaltado por el deseo de ver una representación que estuviera a la altura de la complejidad del momento.
Es tal el desconcierto del auditorio por el enrarecido ambiente, que al anunciarse la tercera llamada no tiene definidas sus expectativas sobre lo que se le presentará inmediatamente, ¿Será una comedia jocosa que tal vez esparza su aburrimiento, o bien será un drama que por crudo lo haga temblar, llorar? ¡Quién sabe!, pero todo apunta más bien a algo propio de un sketch de Clavillazo.
Es tan vasto el universo de presuntas estrellas que en cualquier acto puede parecer propio para que surja algún acto sorpresivo. Hasta el momento la atención ha estado pendiente sobre las dos candidatas presidenciales. Aparentemente está resuelta la correspondiente a la altísima situación de la elección presidencial, pero debajo de ella están miles de puestos de elección que en su conjunto darán viabilidad a un éxito apenas razonable o bien nos enfrentará a una situación inimaginable.
¿Seremos testigos de una nueva generación de héroes o sólo veremos pasar un desfile de mediocres ambiciosos? Espero no sea así. El ejemplo de Nuevo León es un muestrario de lo que puede suceder.
Los casos de Samuel García y Luis Donaldo Colosio por sus desarrollos juveniles y su atractivo, creaban esperanza de que serían más que los punteros de una nueva generación política y así alentar a la emoción nacional en el sentido de que nuevos héroes son posibles. El caso Samuel García ha llegado a niveles de comedia jocosa, ya abandonó los terrenos del desprecio. Ojalá que Colosio siga montado en el noble corcel de la serenidad.
El compromiso de alcanzar un bien urgido nacionalmente es, retórica aparte, compromiso de todos nosotros, no sólo de los votantes, sino de aquellos que con sus actitudes lograrán el ambiente de satisfacción que todos anhelamos.