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¿La fiesta en paz?

Mujeres valientes, empresas renuentes, público obsecuente

D

ecía el esclarecido activista, escritor e ideólogo oaxaqueño Ricardo Flores Magón que bajo el imperio de la injusticia social en que se pudre la humanidad, la existencia de la mujer oscila en el campo mezquino de su destino, cuyas fronteras se pierden en la negrura de la fatiga y el hambre o en las tinieblas del matrimonio y la prostitución. Algo ha evolucionado la conciencia humana en el pasado siglo, al grado de que no pocas mujeres quieren convertirse en hombres y varios de éstos en mujeres, olvidando ambos que la incógnita de la identidad no reside en la diferencia de sexo, sino de seso.

Y Fernando Arroyo, que fuera exitoso novillero a mediados de los ochenta, recuerda que en la historia de la Plaza México ningún torero colombiano había cortado oreja en el toro de su confirmación, ni el maestro César Rincón, ni Joselillo padre, ni Pepe Cáceres, ni Luis Bolívar. Ayer le tocó a una mujer, Rocío Morelli. Con ella son 10 confirmaciones de matadores colombianos. Por ello considero que el pasado viernes Rocío hizo historia en la Plaza México.

Fue una noche emocionante y sin excesos climáticos en la que tres valientes mujeres aceptaron las condiciones de la empresa de torear juntas o no volver a pisar ese ruedo, y no ante toros de la ilusión sino reses con edad de Marco Garfias y de Vistahermosa que pusieron a prueba las condiciones anímicas y técnicas de la terna, ante un público atento y amable que supo valorar tan enormes esfuerzos, pues si en el enrarecido negocio de la tauromaquia entre hombres es casi imposible destacar, entre mujeres se vuelve sueño guajiro. No por incapacidad de éstas sino por la enana mentalidad que prevalece. Partieron plaza la moreliana Hilda Tenorio, la queretana Paola San Román y la bogotana Rocío Morelli, las tres con el semblante de la esperanza, el atractivo de la osadía y la firmeza de la autoestima. El toro puso a cada una en su presente.

Rocío Morelli desplegó un valor sereno desde que recibió de rodillas a su primero con una limpia larga cambiada en los medios hasta dejar media estocada contraria que bastó, luego de templadas tandas por ambos lados a uno de los buenos toros de Marco Garfias. Fue una oreja bien ganada. Con su segundo, de Vistahermosa, reservón y soso, conservó la actitud pero disminuyó la aptitud y resultó trompicada hasta en tres ocasiones al tirarse a matar.

Paola San Román, además de hacer sabe decir con elocuencia en la cara del toro, por lo que, si es bien llevada, puede alcanzar un sitio destacado. Con el abreplaza, soso y sin humillar, ejecutó bellas verónicas y algunos muletazos con quietud. Lo memorable vino con su segundo, de Garfias, al que lanceó muy bien a pies juntos y estructuró una faena de altos vuelos, con sello y celo, de honda dulzura y largo trazo que caló hondo en el tendido. Malogró su labor con un bajonazo pero recibió una cálida vuelta al ruedo junto con el ganadero Roberto Garfias.

Hilda Tenorio, tenacidad cosida a cornadas, quirófanos y penosas convalecencias, le confirmó la alternativa a sus alternantes y no logró confiarse. A su primero, de Marco Garfias, con una bravura exigente, no le encontró la distancia que el toro requería y escuchó dos avisos. Y con su segundo, de Vistahermosa, tardó en conseguir buenas tandas de dos o tres muletazos. Volvió a fallar con la espada y el descabello hasta escuchar los tres avisos. Ella tendrá que ver la diferencia entre perseverancia e insensatez. Por lo demás, maña mata fuerza y en ellas hacerse de un tranquillo será mejor que pretender el volapié ortodoxo, en creciente olvido.