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Érase una vez una Constitución
R

ecordando a Burke, el gran conservador inglés, Keynes nos advertía sobre la enorme dificultad intrínseca que para toda legislatura significaba la relación, los equilibrios añadiría yo, entre los sectores público y privado de la economía de los que, sin duda alguna, dependen las sociedades modernas. Razón suficiente para que aquella advertencia del viejo Burke no sólo tuviera plena vigencia en su momento, sino después en las decisivas jornadas de reconstrucción del capitalismo asolado por las crisis de años 30 del siglo XX.

Ahora, entre nosotros, lograr estos equilibrios no parece ser mayor preocupación del gobierno. Embarcados en una transformación, bautizada por ellos mismos como la cuarta de la historia patria, estos revolucionarios del nuevo tiempo mexicano no han parado en mientes cuando de obstáculos se trata y ante cualquier finta de la política o la economía se han distinguido por sus habilidades para esquivarlas, cuando no de plano desaparecerlas del mapa político económico nacional.

Sin visión ni verbo para abordar el peliagudo tema de plazos e interludios, nuestros esquivos transformadores no le piden al tiempo que vuelva, pero sí se encomiendan a su máximo profeta en busca de ánimo y de unos miradores, siempre provisionales, cuyo resorte principal y poderoso es el poder, su conservación y extensión en el espacio y en el tiempo. Así, dirá algún obstinado optimista histórico, repetidor sin reservas de algunos de los dogmas de antaño, se apresta la 4T a reproducir su marcha olímpica. Por lo pronto el daño parece generalizado. No hay reposo en las filas militantes de la Cuarta, pero se trata de un ir y venir que más bien parece no tener fin ni descanso.

Lo malo es que tampoco parecen muy dispuestos los relevos sucesorios tanto en el gobierno como en eso que a fuerza de costumbre y de no pocos empeños seguimos llamando oposición, aunque no acierte a decir ni su nombre ni su cometido. Enfilados en una frenética competencia por el poder, en campañas cada vez más pobres, desprovistas de ideas y programas; de eje visible o referencia alguna a eso que los antiguos llamaban la coyuntura. Peor prólogo al drama que nos viene no podía haber; las formaciones y cohortes de los batallones no logran alcanzar un perfil que permita hablar de porvenir, de problemáticas por superar, de entendimientos y posibles emprendimientos coaligados.

Aquella nada rodeada de palabras que para el gran pintor Chávez Morado era la figura de Vicente Fox, ahora se ha vuelta ubicua: está arriba y abajo; en uno y otro lado de la nueva guerra fría que, nos dice José Woldenberg, se ha apoderado del espíritu público y desde luego del corazón de todos sus personajes. En primer término, de nuestro avezado autor de leyendas heroicas, siempre inconclusas y por eso casi siempre chuscas, a las que busca adoptar con heroísmo en su retiro nuestro presidente. “Conmemoramos en esta fecha histórica un aniversario más de la Constitución de 1917 vigente; y en este recinto donde se aprobó la Constitución Liberal de 1857 doy a conocer al pueblo de México los fundamentos y motivos que me inspiran para presentar un paquete de iniciativas de reformas legales (…) que buscan establecer derechos constitucionales y fortalecer ideales y principios relacionados con el humanismo, la justicia, la honestidad, la austeridad y la democracia (…)”. (https://lopezobrador.org.mx/2024/02/05/discurso-del-presidente-andres-manuel-lopez-obrador-en-la-presentacion-de-iniciativas-de-reforma-a-la-constitucion/)

Habrá que ver los derroteros del paquete de reformas, su ritmo y compás; también, dilucidar si les asiste razón a quienes han querido ver en tamaño paquete de reformas un compromiso, o un ¿cerrojo? para su sucesora designada o, más bien, se confirma la sospecha, que circula entre no pocos, de que nos han querido tomar el pelo.