Los grandes cambios que no llegaron // Presupuesto anual de la UNAM // Comparativa de salarios entre jueces y académicos
Aquí nos tocó vivir, con volumen alto y convicción profunda decimos: en 2024 será diferente. La escritora y periodista en una imagen de 1998.Foto La Jornada
s la tarde del sábado anterior a la Nochebuena. Inicio la columneta sin saber siquiera si La Jornada aparecerá el lunes 25 o no. Me rebotan los recuerdos de los tiempos no sólo idos, sino idos y distantes, en los que –¡afortunado de mí!– había conseguido la oportunidad de escribir en el exitoso pasquín llamado Zócalo, notas y hasta reportajes, que me podían conseguir la anhelada oportunidad de ingresar, aunque fuera como posturero
, a la larguísima fila de quienes buscábamos una rendija para colarnos a la casta superior de periodista. Eran duras y negras noches encomendándome a mis santos de mayor confianza y credibilidad para que los renglones que con dolor de parto y con más temor y nervios que sapiencia escribía, lograran el visto bueno del señor de horca y cuchillo llamado jefe de redacción, para que mis empeños (de vida más que profesionales), consiguieran otro mes de prueba, sin estipendio alguno, por supuesto.
No negarán ustedes que estas fechas calientan o enfrían, según lo que hicimos y logramos en el año que está finando, o lo que se quedó en proyecto, aquello que en los 12 meses pasados no pudimos realizar. Estos resultados no sólo predicen si no que predisponen: desangelados y hasta mortuorios nos dolemos de haber concebido, al inicio del año que finiquita, los grandes cambios, las radicales transformaciones que, en la realidad de 365 días, no rasguñaron, siquiera, el sólido status en el que habitamos. Pero puede resultar que un carácter, así conformado, nos haga ver que así se templó el acero
y, sin importar los resultados de cada desgraciado evento que, diría la inolvidable Cristina Pacheco: Aquí nos tocó vivir
. Y de nueva cuenta, con volumen alto y convicción profunda nos digamos: en 2024 será diferente. ¡Va de nuez!
Tengo para ustedes en este fin de jornada una numeralia realmente epatante. Gracias a Fernando Camacho Servín por la siguiente información: el Consejo Universitario, en ejercicio de las facultades que le son propias, aprobó para 2024 un presupuesto que alcanza la suma de 55 mil 959.5 millones de pesos. Y aquí viene, para mí, lo más emocionante: de estos números tan impresionantes, casi 10 por ciento de esta cantidad se debe a las capacidades, conocimientos y trabajo responsable de la mayoría de empleados y trabajadores de nuestra gran Casa Común. También a la venta de productos y servicios, al cobro de los trámites que tienen algún costo y a los beneficios que le generan las inversiones que tiene la institución. Y no olvidemos, porque no son poca cosa, a las diferencias que existen entre los emolumentos que reciben los altos miembros del Poder Judicial y los salarios de hambre que reciben los maestros de asignatura. También los enormes diferenciales entre los honorarios de los funcionarios universitarios y lo que reciben los altos estratos de la pandilla de truhanes que constituyen un amplio sector del Poder Judicial.
Como remate a este simplón ejercicio comparativo, pregunto: ¿no le gustaría saber cuáles son los salarios de los jueces y magistrados, frente a los que perciben los investigadores, maestros eméritos y los directores de escuelas y facultades. Y qué, ¿no le resultaría tan irritante, bilioso e indignante comprobar que él –o la– Alí Babá que presida la Suprema Corte de Justicia de la Nación, acomplete sus exorbitantes ingresos, merced a exacciones que la ley solapa? Denos un tiempito para poder conocer la similitud o lo contrario entre los ingresos del señor rector de la Universidad de la nación y quien ocupe el más alto sitial en la presidencia de la Suprema Corte. Si la reacción son los ojos desorbitados, el pálpito acelerado, el resuello entrecortado y las palabras copiadas al vocabulario de la señora Xóchitl Gálvez, al tener conocimiento de estos datos, no son nuestra responsabilidad.