La noche del viernes, el escritor francés ofreció en la galería Kurimanzuto su interpretación de La música callada, de Mompou, acompañado por la bailarina Gali Eibenschutz
Domingo 3 de diciembre de 2023, p. 2
La música callada, la soledad sonora. Es de noche y Pascal Quignard está sentado al piano. Hace sonar el silencio. A su lado, alada, Galia Eibenschutz danza, quieta. La estatuaria de quien baila corresponde a la música callada de quien está tocando el piano.
Es de noche y estamos en la galería Kurimanzuto, donde la editorial Sexto Piso organizó de manera impecable un encuentro donde no hubo el protocolo de todos tan sabido de las presentaciones de libros, sino un concierto y una coreografía, juntas.
Fue anunciado como performance, aunque el término le queda muy corto a la sublime experiencia que vivimos durante 22 minutos la hermosa noche del viernes uno de diciembre del año del señor 2023.
Cuando digo señor, me refiero a Pascal Quignard, que es ateo y no cree en la rencarnación budista ni en la promesa cristiana de recuperar el paraíso (la vida es el último reino
), y por eso tituló a manera de despedida Último reino a una serie larga de sus libros, semejante al Never Ending tour, de Bob Dylan. Es decir, una despedida que no es despedida, sino una metáfora de Les années des Pelerinage, esa serie interminable de preludios que escribió Franz Liszt a partir del verso que pregunta en medio de la noche: ¿Qué es nuestra vida sino una serie de preludios de ese canto desconocido cuya primera y solemne nota la entona la muerte?
Y no es que se vaya a morir nadie. Simplemente, la metáfora juega con el silencio, la tiniebla, las luces temblorosas como un epitafio que en realidad celebra la vida.
Es por eso que Pascal autorizó que el acto fuera anunciado como El amor el mar la música la muerte
.
Una editorial que organiza un evento que no es editorial para presentar a un músico que no es músico en un concierto que no es concierto con una bailarina que presentó un performance.
Todo cuadra: todo en Pascal Quignard es heterodoxo.
Y como en todos los libros de Pascal, todo tiene sentido: el suceso ocurrió en la galería Kurimanzuto porque es coeditora de Pequeños tratados, en dos volúmenes que vienen en una caja, haciendo equipo con la editorial Sexto Piso.
También cuadra lo siguiente: Pascal Quignard, que antes de hacerse escritor fue músico, hizo sonar la noche bendita del viernes La música callada, una de las grandes obras maestras del siglo XX, que escribió para piano solo, solito y su alma, el compositor catalán Federico Mompou, quien se definía a sí mismo como hombre de pocas palabras y músico de pocas notas
, y quien encontró en el magno trabajo poético titulado Cántico espiritual de San Juan de la Cruz su retrato: una música que sea la voz del silencio.
Todo cuadra: ese también es el retrato de Pascal Quignard, cuya voz más poderosa es el silencio.
El tremor de la luz
Me adelanto en el relato para decir de una vez por todas que la noche del viernes uno de diciembre de 2023, Pascal Quignard ofreció un recital de piano solo, acompañado de la gran Galia Eibenschutz, quien bailó sola, acompañada por el silencio de Pascal Quignard y del atronador silencio de las luces temblorosas de veladoras que nos alumbraban en el patio de la galería Kurimanzuto, donde temblaban las tinieblas.
La noche del viernes confirmamos que si Pascal Quignard grabara discos, uno podría fácilmente escuchar uno de ellos sin que nadie nos advirtiera que lo iba a poner a sonar y sin nosotros ver la carátula del disco al tercer compás decimos: ¡Pascal!
, de la misma manera que cuando escuchamos por accidente, al llegar a algún sitio, un disco que está sonando sin nosotros y al tercer compás gritamos: ¡Glenn Gould!
Es decir, hay un sonido Pascal, como hay un sonido Glenn Gould, como hay un sonido Keith Jarrett, y eso responde al enigma: ¿cómo es posible que exista personalidad, unicidad, individualidad y tanto poder en alguien que se sienta a tocar un piano que puede tocar cualquiera, y siempre sabremos el nombre del que se sentó primero y nos hizo temblar de emoción?
Así es Pascal Quignard. Queda demostrado entonces que Pascal Quignard toca el piano igualito que escribe libros.
Escucharlo tocar el piano, como nos ocurrió la bendita noche de antenoche en la galería Kurimanzuto, es lo mismo que leer sus libros: uno flota, exulta, piensa, se emociona, aprende, se enaltece. Vive.
Pascal Quignard al piano: la mano izquierda entona notas graves, muy profundas. Eternidades más adelante, su mano derecha responde con un dejo de melancolía alegre. Sí, melancolía alegre, no hay contradicción alguna ni aporía. Es como el dejo que deja la música de Erik Satie.
Escuchar a Pascal ejecutar La música callada de Mompou reúne en un solo piano a Erik Satie, Olivier Messiaen y John Cage: el dejo de melancolía alegre, los colores de la música y el estruendo del silencio en lo más profundo de la noche.
La noche del primer día del último mes del año 23, Pascal Quignard escribió en vivo, frente a nosotros, para nosotros, el mejor de sus libros: el silencio.
Untó con suave gesto el aceite mágico de la eternidad con las yemas de sus dedos en nuestra frente, donde escribió como si fueran suyos, los sonidos del verso de San Juan de la Cruz: la música callada, la soledad sonora.
Gracias, amado Pascal.