Sábado 25 de noviembre de 2023, p. a12
Escuchar la música de Arvo Pärt infunde paz, dota de poder, del verdadero poder: el de la poesía. Nos instala en un estado de serenidad, alegría y futuro.
Su nuevo disco se titula Tractus, y refrenda su condición como el compositor vivo más importante del orbe y el mayormente interpretado en las salas de concierto del mundo.
El amado Arvo.
Catorce composiciones hilvanadas en la potencia de dotaciones orquestales pequeñas, un coro experto en músicas sublimes y una soprano solista.
Las combinaciones que conducen al noble estado de la mente en paz: coro y orquesta de cuerdas; soprano y alientos-madera y alientos-metal; los tres juntos. Apoteosis controladas, marejadas calmas. Implosiones.
Hay mancuernas en la historia cultural del mundo sin las cuales no se explicarían los milagros: los hermanos Van Gogh; Max Brod y Franz Kafka; James Joyce y Nora Barnacle, su mujer; Gustav Klimt y Emilie Flöge, la eterna presencia en los cuadros del pintor vienés; Glenn Gould y su perro Nick; Gustav Mahler y Alma Schindler, su motor verdadero; Ortega y Gasset (es bromis).
Esas parejas creativas construyeron un universo de escritura, pintura, música, ejecución musical, visión del mundo. Se acompañaron en los arduos, cruentos momentos en que uno se enfrenta a la hoja en blanco, el lienzo desnudo, las teclas del piano. El momento sagrado, cuando dos que se aman dialogan a propósito del proyecto en ciernes y es cuando el texto, la partitura, el lienzo, nacen.
La pareja creativa sublime: Arvo Pärt y Nora, su mujer, su cómplice, su todo. Me consta que no se separan en los momentos del parto. Ella es la maestra, la guía, la consejera, la que resuelve las dudas más atroces, y entonces Arvo deja de rascarse la cabeza y sus mohínes inquietos se convierten en sonrisas. Los he visto juntos cuando Arvo está escribiendo, ella mira por encima de los hombros de él, asiente con la mirada. Se entienden sin mirarse. En los ensayos de cada estreno, ella siempre opina, corrige, determina.
Además de Nora Pärt, Arvo tiene un cómplice creativo a quien también tuve el privilegio de conocer, cuando el compositor me concedió una de las muy pocas entrevistas que ha dado en toda su carrera. Cada vez que yo terminaba de formular una pregunta, Arvo levantaba la cabeza al cielo, cerraba los ojos, los abría, volteaba a su izquierda, donde estaba sentado Tonu Kaljuste, y contestaba mi pregunta.
Todas las obras del periodo tintinábuli, el más preciado de toda su trayectoria, las ha platicado Arvo con Tonu antes de publicarlas, ha presenciado los ensayos dirigidos por Tonu frente a la orquesta, el coro, le ha hecho consultas como las hace un niño a un mentor. De ese tamaño es la humildad de Arvo Pärt. De esa dimensión su sabiduría.
De hecho, Tonu Kaljuste fundó la Tallin Chamber Orchestra y el Estonian Philharmonic Choir, prácticamente para Arvo Pärt. Son los músicos primeros, directos y permanentes que ejecutan antes que nadie y siempre las obras de Arvo.
El disco que hoy nos ocupa es el caso. Tonu Kaljuste reunió, en pláticas y sesiones de trabajo con Arvo, en consenso, 14 partituras en la mayoría de las cuales él, Tonu, intervino directamente y de manera definitiva en la preparación de la partitura, algunas de ellas revisitaciones de obras que, también juntos, publicaron hace décadas.
El resultado es El Sonido Arvo, que reconocemos cuando suena el primer compás, la primera nota, el primer silencio. Porque hay por fortuna cada vez más músicos que ejecutan la música de Arvo, pero ninguno de ellos posee el Sonido Pärt, tan propio, tan primigenio, tan inconfundible.
Las 14 obras del nuevo disco de Arvo Pärt es un Paraíso Tintinábuli. Vale recordar que el tintinábuli es un sistema que Pärt inventó en 1976, luego de un periodo difícil de transición desde sus obras atonales, algunas de ellas disonantes, a un renacimiento hacia el silencio, desde el silencio.
El sonido tintinábuli consiste en dos líneas melódicas que vuelan en paralelo para entrecruzarse en un momento determinado por la gracia. Algo así como la premisa de Julio Cortázar: andábamos sin buscarnos sabiendo que andábamos para encontrarnos
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En el momento en que las dos líneas paralelas que trazó Arvo se juntan, se produce un efecto de sonido de campanas (tintinábuli = campana), pero tenues, cristalinas, provenientes de un sueño, nacidas de una línea blanca en el horizonte. Eso, el origen de toda la música tintinábuli de Arvo es el silencio.
En la entrevista que me concedió hace unos años, Arvo, con su sonrisa suave, su mirada azul, su timidez empatada con mi timidez de niño –Arvo me hace sentir el niño que siempre he sido junto al niño que siempre ha sido Arvo Pärt–,me explicó, como un niño le explica con paciencia y amor a otro niño, que su sistema tintinábuli comienza con un color blanco que contiene todos los colores y de ese prisma emergen brillos, brisas, murmullos de campanas.
De repente, el niño Arvo voltea a mirarme y me dice convencido: He aprendido a descifrarlos. Basta con ver la mirada: un gran poder. Es un poder secreto, que no es fácil de nombrar. Basta con observar los gestos corporales, la vibración en tu interior y entonces las ventanas del alma se abren y luego observo el reflejo, tu reflejo, en la claridad de la luz que hay en el aire
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Y entonces Arvo se lleva una mano a la barba de Zeus que le puebla la sonrisa. Sonríe. Levanta los brazos, como convocando aves, coloca las palmas de sus manos en la nuca, echa para atrás su enorme humanidad en el asiento. Cierra los ojos y me interpela, travieso: ¿Qué más quieres saber?
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Todas las respuestas están en su nuevo disco, titulado Tractus. Todas las obras en este álbum, interviene Tonu Kaljuste, son resultado de discusiones entre ellos dos: Algunas de estas obras no habían sido grabadas y aun así convenimos Arvo y yo en hacer nuevas versiones, juntos, de manera que hicimos una combinación de obras nuevas con nuevas versiones y una serie de rerestrenos
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El conjunto de las 14 obras da la impresión de una gran sinfonía. La majestuosidad que impone el coro, la tersura de los instrumentos de cuerda, la voz soprano de María Listra, la dirección musical de Tonu Kaljuste. He aquí el espíritu de Arvo Pärt, sonando en toda su potencia.
Paz, quietud, gotas de rocío. El tiempo se detiene en una línea infinita en el horizonte. Del color blanco pasa al azul, transparente. Solemne como el amanecer. La música de Arvo es sencilla como una flor, delicada como una mariposa, trascendente como toda vida consagrada a la creación artística que ayuda a vivir a los demás: la vida de Arvo.
El amado Arvo.
En la pieza numerada nueve, Cantiques des degrés, vemos aparecer mujeres hermosas escapadas de un fresco de Botticelli, que sonríen, levantan la mano y nos miran. En la obra nombrada These words, un resorte de terciopelo hace saltar pulsos de sonido como calmos géiseres, un recurso que conocemos en la música de Arvo desde el mero nacimiento del Sonido Tintinábuli, con su obra titulada Cantus in memoriam Benjamin Britten, ese salto de sonido que se repite como se repiten los sueños venturosos.
El álbum Tractus fue grabado hace apenas unos meses en Tallinn, ciudad natal de Arvo y su mancuerna Tonu Kaljuste, y fue producido por Manfred Eicher, esa otra pareja creativa de Arvo Pärt, director de la mejor disquera del planeta: ECM Recordings, donde creó un subsello entero, ECM New Series, solamente para dar a conocer al mundo la música de Arvo Pärt, con tanto éxito, que allí podemos escuchar ahora otras músicas sublimes como las de Giya Kancheli y Eleni Karaindrou.
Suena el disco Tractus: campanas, sensación de que flotamos, alta intensidad, secuencias tintinábuli, paz, quietud, gotas de rocío. He aquí el espíritu creador.
El disco termina con un canto antiguo de invocación: Veni creator, proveniente del himno que comienza con el verso Veni, veni creator spiritus, acto ritual del momento en que uno se dispone a escribir, pintar, imaginar sonidos, y que es el mismo ritual que consiste en sentarnos a escuchar música, en particular este disco, Tractus, y en ese instante llega en esplendor el poderoso espíritu creador del niño Arvo Pärt.
El amado Arvo.