Críticas de Verstappen cambiaron por elogios
Lunes 20 de noviembre de 2023, p. a11
En enero de 1982, en Sudáfrica, un grupo de pilotos liderado por Niki Lauda encabezó la primera y única huelga en la historia de la Fórmula 1. Como antes de cada inicio de temporada, los equipos en competencia debían signar la solicitud enviada por la FIA para participar en el campeonato mundial con la entonces llamada superlicencia. Muchos de ellos firmaron sin apenas consultar lo que estaba escrito, pero el austriaco, que volvía del retiro con McLaren, se detuvo a mirar las letras pequeñas.
El documento establecía que las organizaciones –no los pilotos– podían negociar ventas e intercambios con otras escuderías sin que los deportistas tuvieran poder de decisión en sus carreras. Además, ante un eventual conflicto por diferentes factores, quedaba prohibido hacer declaraciones en los medios contra la FIA y recurrir a la justicia ordinaria.
Después de discutir el caso con los presidentes de mayor rango en la F1 como Bernie Ecclestone, jefe de la asociación de constructores, y Jean-Marie Balestre, titular de la rama deportiva –habitualmente rivales, pero unidos contra los pilotos–, Lauda se amotinó en un salón del hotel Sunnyside Park, en Johannesburgo, junto con otros de sus compañeros: Alain Prost, Jacques Laffite, Gilles Villeneuve, Didier Pironi, René Arnoux, Andrea de Cesaris y Bruno Giacomelli.
El plan de lucha interrumpió la actividad en el autódromo, pero los pilotos lograron un acuerdo parcial para llevar a cabo la carrera y renegociar los puntos de conflicto. Aquel acto que sacudió al mundo del automovilismo marca ahora un contraste con lo ocurrido en el Gran Premio de Las Vegas, donde, a pesar de los problemas de pista y el malestar de los equipos, el negocio no se detuvo.
Viven en su propio mundo
Si fuese un aficionado, destrozaría todo el lugar, no está bien
, cuestionó el reinante tricampeón del mundo Max Verstappen (Red Bull), luego de un fin de semana colmado de infortunios. El neerlandés detestó cada aspecto del circuito desde el momento que desembarcó en la ciudad de los casinos. Encontró los excesos y la opulencia que opacaban la competencia. Esta gente vive en su propio mundo. Para mí fue bueno que algo saliera mal en los ensayos libres. Buena suerte con eso
.
La empresa Liberty Media, propietaria del Gran Premio de Las Vegas, proyectaba gastar 500 millones de dólares en un circuito que impulsó por iniciativa propia, pero las especulaciones en el paddock antes de la carrera del sábado eran que había rebasado con creces su presupuesto. Todo estuvo a punto de desmoronarse a los nueve minutos de la primera sesión de entrenamientos, cuando Carlos Sainz pasó sobre una alcantarilla de agua que causó graves daños en su Ferrari y hubo que cerrar la pista.
Los aficionados se vieron obligados a marcharse la madrugada del jueves tras presenciar apenas nueve minutos de actividad. Los boletos no sólo eran caros, sino que además los hoteles a lo largo de la famosa Strip subieron sus precios, por lo que los afectados interpusieron una demanda colectiva contra la F1.
La competencia sólo ofreció 200 dólares en créditos en su tienda de productos oficiales a los titularesde boletos, que sólo hubieran comprado el acceso para el jueves.
“Esto se puede ver de dos maneras: el lado empresarial y el deportivo. Ellos deciden lo que hacen. Yo haría lo mismo si fuera el dueño, no escucharía a los pilotos. Pero esto es 99 por ciento show y uno por ciento deporte”, sostuvo Verstappen sin que su voz alcanzara las dimensiones de otras leyendas como Niki Lauda, porque con el triunfo todo cambió. ¡Viva Las Vegas! ¡Viva Las Vegas! Fue una carrera divertida, encantado de volver el próximo año y tratar de hacer algo similar
.
En el cierre del Gran Premio, Sergio Pérez alcanzó el subcampeonato del mundo de pilotos mientras algunos de sus rivales, entre ellos Lando Norris (McLaren) y Fernando Alonso (Aston Martin) quedaron envueltos en accidentes de tránsito.