ientras en la plaza de Provincia Juriquilla, Querétaro, el ganadero Javier Sordo celebraba emocionado el centenario de su ganadería de Xajay con todo y placa de reconocimiento y un rumboso cartel de seis toreros de a pie y un rejoneador −los europeos Diego Ventura, Sebastián Castella, Alejandro Talavante y el promocionado novillero Marco Pérez, más los nacionales Octavio García El Payo, Juan Pedro Llaguno e Isaac Fonseca, en ese nefasto proceso de sudamericanización tan grato a los colonizados−, en materia taurina la Ciudad de México continúa a merced de juececitos compasivos, grupúsculos animalistas subvencionados, partidos políticos alelados y un especulador monopolio taurino cuya única respuesta a tanta arbitrariedad ha sido su vergonzoso silencio ante el antojadizo prohibicionismo de una tradición de 497 años. En la Plaza Muerta, antes México, el otro socio de los Bailleres es precisamente Javier Sordo. Todos siguen cumpliendo plazos, en tanto que un agraviado público taurino ni el duelo resintió por una pérdida cultural-emocional en la que hace décadas dejó de ser tomado en cuenta.

Nadie sabe y nadie quiere enterarse en qué capítulo va la telenovela Los animalistas buenos contra los taurinos malos, o si los magistrados de la Tremenda Corte siguen deliberando sobre el futuro de la fiesta de los toros en la capital del país o ya mandaron la insostenible demanda al archivo muerto, o si los ambiciosos proyectos del propietario de la plaza y sus empresarios en turno avanzan para convertir el amplio espacio de las calles de Augusto Rodin a la avenida Insurgentes en otro imaginativo centro comercial, habitacional y de negocios, o si la crítica especializada prefiere no cuestionar nada para que la fiesta no sufra más consecuencias, o si…

La triste realidad es que en las democracias incipientes el rumor, los chismes y las bocas cerradas suelen sustituir la información objetiva y oportuna y los planteamientos maduros y valientes de los sectores directamente afectados. A ver si con el furor electorero que se avecina algunos miembros de algunos partidos muestran dos gramos de valor civil y se pronuncian en defensa de esa ciudadanía ninguneada porque autoridades como sensibles y animalistas ignorantes del sustento ético, la derrama económica y el valor identitario de la tauromaquia acatan las órdenes del consenso de Washington, del pensamiento único o de algunas jerarquías encubiertas. Pero los aficionados también votan.

Entre tanta basurita aún quedan respiraderos como la Gaceta Taurina (www.bibliotoro.com), el aguerrido podcast Tierra Mestiza, o el número 2 de URO revista de carácter taurino (https://revistauro.wixsite.com/revista-uro), que dirige la entusiasta escritora y editora poblana Gabriela Guevara, con inteligentes reflexiones de Julio Téllez, Marysol Fragoso, Angie Villanueva, José Miguel Tur, la propia Gabriela y el exasperado Páez. Asómese, es una experiencia menos monótona que una corrida con toros de la ilusión y toreros clonados.

Rafael Sánchez de Icaza presenta su nueva exposición, Inconfundible, el próximo sábado a las 12 horas en la Galería Arte XXI, en Isaac Newton 31, colonia Polanco, Ciudad de México, que estará abierta, de lunes a sábado, hasta el 9 de diciembre. Se trata de una espléndida muestra de más de 20 pinturas al óleo sobre tela, de pequeño, mediano y gran formato en las que, junto a las temáticas más conocidas del autor, ofrece nuevas propuestas con una sólida técnica en permanente evolución. Hay que ir, antes de que el fascismo animalista la prohíba.