a empatía de la Secretaría de Cultura del actual gobierno (Andrés Manuel López Obrador) con los más necesitados está totalmente comprobada. Ante el desastre del huracán Otis (25 de octubre) en Guerrero, ha surgido un fuerte deseo de hermanarse con quienes más sufrieron. Son miles las víctimas: ancianos, mujeres y niños. Alejandra Frausto ha demostrado tener un sentimiento de empatía con una variedad de infantes golpeados por sus circunstancias, así como hizo con los niños y las niñas acapulqueños convirtiéndolos en músicos cuando el gobernador de Guerrero era el priísta Ángel Aguirre Rivero”, nos asegura el periodista y conductor televisivo Javier Aranda Luna, quien tiene muchos años no solo de aparecer en nuestras pantallas de televisión, sino de preocuparse por las grandes causas sociales.
Tanto la figura como la voz de Javier Aranda reconfortan por su seriedad y la responsabilidad de cada uno de sus comentarios. Nada de centrar la cámara sobre su persona o de hacer chistosaditas o gracejadas para provocar reacciones de aceptación o de rechazo. Con un sentido del deber a prueba de todo y una responsabilidad que abarca todos los temas que figuran en nuestras pantallas, Javier Aranda da la noticia tal como es. Responde con su excelente voz a los temas más diversos, desde los más trágicos hasta los más nimios.
La verdad me siento muy orgullosa de ser su amiga desde hace más de 20 años.
–Alejandra Fraustro sí tiene un sentimiento de solidaridad con Guerrero –confirma el conductor de televisión cultural, a quien siempre veo con un libro en la mano porque se formó bajo la égida de su gran amigo Carlos Monsiváis, que a su vez nunca salía de su casa, en la calle de San Simón, sin un volumen que leer.
“Así como fui testigo de la solidaridad monsivaisiana con el plantón en el Zócalo en 2006 –continúa Javier Aranda Luna–, durante los años de terremotos y desalojos, vi a muchos mexicanos adultos y adolescentes pasar noches enteras dormir en la plancha del Zócalo. Pienso primero en los ancianos, porque para ellos resultó más difícil pasar la noche a cielo abierto a un lado de la Catedral, en una tienda de campaña, que para los jóvenes que concilian el sueño en un abrir y cerrar de ojos.”
–¿Ahora los huracanes nos llaman de nuevo a salir adelante y a ayudar a la costa del Pacífico?
–Sí, Elena, pero no basta... Los pueblos se organizan porque ahora vivimos en un mundo globalizado por el acceso que tenemos al Internet, y los muchachos de todos los pueblos buscan la manera de conectarse y encuentran nuevas ideas para auxiliar a los damnificados y a quienes menos tienen. Puedo mencionarte distintas circunstancias que no tienen que ver con una tragedia como la de Acapulco. Por ejemplo, en lo que se refiere a las tradiciones, los jóvenes en Actopan hacen la Feria del Mole, pero convocan no sólo al estado mexicano, sino también a un país invitado. Ese convivio lo copiaron de iniciativas particulares que han funcionado bien, lo importante es que los representantes de un país, el que sea, lleguen y se queden a vivir en la casa de los organizadores, porque no hay hoteles en los pueblos que hacen esas notables festividades. Los invitados y sus anfitriones intercambian experiencias y productos, y llegan turistas de otras zonas y del país invitado a conocer lo que se hace y lo que sucede en esa comunidad. Su presencia, y sobre todo su interés, reactiva la economía y demuestra que se pueden hacer muchas actividades sociales a un lado de las que emprende el gobierno.
–El gobierno ha tenido grandes aciertos…
–Se necesitan plataformas institucionales para que caminen bien los proyectos, pero si no existen, las personas lo hacen, porque reciben una información generalizada en la que pueden apoyarse.
–¿Ese apoyo tendría que ver con el Instituto Nacional de Antropología e Historia?
–Todas las instituciones podrían coincidir en la reactivación económica en comunidades, pero a veces se quedan en el patrón que heredaron del trabajo institucional y no ven posibilidades distintas. Por ejemplo, el famoso desfile de Día de Muertos es un festival tan notable que surgió espontáneamente. No fue una iniciativa institucional, sino la consecuencia de una película de James Bond en la que figura una escena muy llamativa de un desfile de calaveras confeccionadas en el Faro de Oriente. Ese espectáculo causó sensación y la película disparó a tal grado la fascinación de los espectadores, que ahora Inglaterra invita a los cartoneros del Faro de Oriente a dar cursos para hacer los muñecos gigantescos que utilizan en algunas de sus festividades. El trabajo institucional debería ser facilitador de iniciativas como esta, que benefician a los creadores de arte popular.
–En la avenida Altavista, en el estudio de Diego Rivera, antes se exhibían dos inmensas calaveras de doña Carmen Caballero, la judera de Diego Rivera. Todavía hoy contamos con juderos que conservan esta herencia única en el mundo...
–La afición de Diego por esos enormes muñecos de cartón que recargó en los muros de su estudio, aún atrae turistas. También pueden admirarse en el Anahuacalli. Para los artesanos, es un aliciente fabricarlos y ensalzar el mal llamado arte efímero
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–¿Crees que pueda perderse?
–Se necesitan disparadores que concentren la atención sobre ellos. Aunque Diego Rivera cultivaba la tradición de José Guadalupe Posada y la Catrina, y la resucitó en uno de sus murales más importantes, corre riesgo de comercializarse de mala manera.
–También la Catrina fue esencial para Leopoldo Méndez y los grabadores del Taller de Gráfica Popular (TGP)...
–Sí, el TGP retomó una tradición, le dio un nuevo giro y la echó a la calle con un nuevo impulso. En nuestro tiempo, vimos la película de James Bond, el espectacular desfile en las calles del centro de la Ciudad de México y el impacto resultó mayor, porque a partir del filme cada año se hace este recorrido de Judas resignificados que son las calaveras y animan la vida de la ciudad, además de generar buenos ingresos para los artesanos.
–Javier, recuerdo la película Coco, en la que el niño con su guitarra recorre todas nuestras tradiciones.
–Los estudios Disney tomaron elementos de la tradición popular mexicana y la película, que puede parecernos más o menos afortunada, expone bien el concepto de los alebrijes. Meterlos a la pantalla es un gran acierto, como también tomar elementos de la cultura popular, como la flor de cempasúchil, la calavera de azúcar, la guitarra, que han tenido una consecuencia muy importante en la vida de nuestro país. En Paracho, los artesanos se pusieron a hacer guitarritas blancas y crecieron mucho las exportaciones a consecuencia de esta película.
–¿La guitarra es ya un emblema de México?
–Claro, pero creo que se tiene que visibilizar lo que hacen otros creadores (escritores, poetas, músicos, pintores), pero está tan complicada la vida que ya todo es un gran mercado, todo se decide comercialmente. Me asombra que a algunos jóvenes becarios de arte cuando los invitan a participar en algún programa de televisión que ensalza su trabajo pregunten: ‘¿Cuánto me vas a pagar?’, y tengo que responderles: ‘Simplemente te estoy invitando, si no quieres, no hay problema’.
–No participan de corazón
–No siempre. Me sorprende, porque hay tantas ofertas que cualquier espacio público sirve para dar a conocer tu trabajo. En el caso de los estímulos a los creadores, se ha avanzado mucho, México ya no es tan centralista: se apoya a artistas de Chihuahua, Oaxaca, Chiapas, Veracruz. Antes todo era para la capital y el cambio es muy positivo. También hay más presencia de mujeres, y ellas son quienes hacen las mejores propuestas. Son muchas las novelistas, cuentistas, poetas, pintoras, grabadoras y escenógrafas cuya mirada difiere de la del hombre y aporta otra visión.
–¿Piensas en Sabina Berman?
–Sí, aunque su realidad es distinta pero hace un trabajo de difusión excelente. He leído poemas, novelas como La cabeza de mi padre, que realmente te hace ver la vida con una crudeza muy fuerte y te descubre zonas antes invisibles. Es bien importante dar espacio a las mujeres en todas las áreas.
–Fernanda Melchor, autora de Temporada de huracanes, también es valiosa.
–Recibió un premio en el extranjero, si no, tal vez no habría tenido resonancia. Eso, tan lamentable, ha sucedido en otras ocasiones. La argentina de Cometierra no recibió la atención que merecía y muchas de las vivencias de su vida cotidiana y un premio la visibilizan. Sin éste, no la conoceríamos ni en México o Argentina. Nuestro problema es que no nos leemos a los mexicanos del norte ni los promovemos.
–De Pachuca proviene el gran Yuri Herrera hoy mismo profesor en la Universidad de Nueva Orleans. ¿Ese tipo de promoción debería provenir de la Secretaría de Educación Pública, de Bellas Artes, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)?
–Sí, claro. La UNAM me da la impresión de ser muy endogámica; se ve a sí misma y muchos creadores podrían tener una presencia significativa en los foros de Bellas Artes que la universidad pasa por alto por falta de organización.
–¿La UNAM sólo promueve a sus universitarios?
–Sí, pero promueve demasiado a los mismos durante años sin dar una oportunidad a otros. Esa es la enorme diferencia y la gran crítica que hacían Octavio Paz y Gabriel Zaid al concepto de las academias, que se reciclan entre sí y no saben ver a otros, a pesar de contar con los recursos públicos para hacerlo. La UNAM tiene que dar apoyo a una población mucho más amplia y hasta ahora su actitud ha sido más bien mezquina.