e forma reglamentaria, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) examina cada año a los estudiantes que solicitan ingreso por concurso de selección
, tanto al bachillerato como a la licenciatura. Incluso, en el posgrado se estila la selección para el ingreso, establecida en los diversos planes de estudio de especialidades, maestrías y doctorados.
Una pregunta medular en el escudriño de la vida universitaria puede plantearse así: ¿cómo aliviar a corto plazo, de manera inteligente, justa y efectiva, el penoso asunto de la selección de los estudiantes que, curso tras curso, no encuentran una plaza disponible para comenzar los estudios de bachillerato o licenciatura en la UNAM? Los reprobados, rechazados, excluidos que, sin expectativas, se acumulan día a día en el panorama nacional.
La solución para eliminar, o cuando menos aminorar, la selección aludida no es responsabilidad exclusiva de la UNAM, pues se trata de un asunto de interés general que involucra –al margen de la autonomía universitaria– a todo el sistema educativo nacional, encabezado por la Secretaría de Educación Pública (SEP). Por tanto, el remedio requerirá de una inversión grande de presupuesto público y un marco constitucional, por revisar, que no deje dudas y oriente el proceder de cada universidad, así como el de las instituciones de educación media superior.
El tema de la selección es mayor. Abarca a todas las universidades públicas del país y nos ha rebasado; tiene una larga historia, incluye muchos aspectos, cuenta con aristas delicadas, encara diversos actores, y debe, insisto, atacarse abiertamente, con presteza y sin ocultar que irremediablemente al hacerlo se asume una postura.
La selección choca con el deber del Estado de impartir educación, establecida en la Constitución. Al ser obligatoria la enseñanza, todos al unísono deberemos pugnar porque ningún estudiante que toque las puertas de la universidad sea rechazado. ¿Cómo lograrlo?, es lo que hay que discutir y acordar.
El contenido de la fracción VII del artículo tercero constitucional, relativa a las universidades y demás instituciones de educación superior autónomas, es incompleto y omiso, en cuanto a selección de estudiantes y contribuye a la confusión. Tal vez eso derive de que el significado de la autonomía universitaria es impreciso (aspecto que también deberá escudriñarse). Dicha fracción no atribuye ni niega a las universidades autónomas la facultad para examinar el ingreso y seleccionar al estudiantado, como sí se pronuncia, sobre el personal académico, en cuanto a su ingreso, promoción y permanencia.
El presidente López Obrador, insistentemente y de diversas maneras, se ha manifestado contrario a la selección de los universitarios en todo el país. Sin tapujos, se ha referido al caso de la UNAM (especialmente al drama de los rechazados de medicina). Lo mismo, aunque con menos impacto, puede decirse del gobierno de la Ciudad de México (donde se ubica el grueso de las instalaciones de la UNAM y se han creado en los últimos años varias universidades que no aplican examen de selección para el ingreso). Sin embargo, en la UNAM, como si fuera natural, prevalece la práctica del examen de ingreso y la selección, que son justificados, a partir de 1973, por la alta jerarquía universitaria en aras de la autonomía.
Es inocultable el distanciamiento entre el Presidente de la República y el ex rector Enrique Graue. Es de esperarse que el nuevo rector, Leonardo Lomelí Venegas, así como el Ejecutivo federal, busquen un pronto acercamiento, sincero, digno y respetuoso, para beneficiar al estudiantado y al país.
Es indispensable que en ambos frentes se haga un esfuerzo enorme para sentar las bases que permitan ampliar la cobertura educativa pública, media superior y superior, tanto como sea necesario. La UNAM, dada su experiencia, podrá contribuir con la SEP al establecimiento de un nuevo modelo, tanto de educación media superior como superior. Será fundamental revisar las actuales modalidades del bachillerato, fortalecer las universidades públicas, en especial las de reciente creación, así como pensar en el surgimiento de otras nuevas a lo largo y ancho del territorio nacional.
Insisto en la importancia que tienen las palabras que se utilizan. Seleccionar se traduce en reducir, eliminar, rechazar, excluir. ¿Por qué los universitarios, no mejor nos empeñamos en encontrar mecanismos para ampliar, incluir, favorecer a todos los que concluyen satisfactoriamente el ciclo escolar anterior y desean continuar en el siguiente? Los ex rectores Javier Barros Sierra y Pablo González Casanova estarían de acuerdo con ello.
Coletilla: por supuesto, una cosa son los exámenes de selección, que urge suprimir, y otra cosa será que en la UNAM en todo momento, se escudriñe el desempeño de los estudiantes para propiciar que la vida en el salón de clases sea atractiva, con el fin de contar con magníficos estudiantes expresivos, acompañados por estupendos profesores que los escuchen y den aliento. Se requiere escudriñar para superar la educación bancaria y poner al centro una liberadora, para estimular la presencia de estudiantes autónomos, motivados y con creciente autoestima y así propiciar la cooperación y la participación democrática en asambleas grupales, para incrementar el pensamiento crítico de la juventud y establecer un trabajo gozoso que dignifique, etcétera.
¡Elevemos la mirada de la educación!
* Profesor en la UNAM