a información sobre la evolución de la economía al tercer trimestre de 2023 señala que estamos creciendo a una tasa anual de 3.3 por ciento. El trimestre anterior lo hacíamos a 3.6 por ciento, de modo que se registró una cierta desaceleración. Lo importante es que hacia el cierre de este año el crecimiento será superior a 3 por ciento, lo que será un buen resultado. Pese a que son buenas noticias, se ha advertido por parte de empresas consultoras de inversiones sobre un riesgo importante: como estamos creciendo por arriba de nuestra capacidad potencial los precios podrían elevarse nuevamente y entorpecer el trabajo del Banco de México (BdeM).
En contra de esta opinión, el Inegi informa que el crecimiento del tercer trimestre estuvo impulsado por el sector agrícola, la producción industrial y en menor medida los servicios. A mayor detalle, destacan las exportaciones agropecuarias, las manufacturas alimenticias y los servicios de preparación de alimentos. Además, la construcción sigue mostrando un buen desempeño, al tiempo que las exportaciones industriales han disminuido su ritmo de crecimiento explicado por el menor dinamismo de la industria estadunidense. Un elemento que resulta interesante es que el gasto de los hogares mexicanos ha mantenido su crecimiento, gracias al bajo desempleo y a que los consumidores tienen un alto nivel de confianza en la evolución económica.
Esta información muestra que el sobrecalentamiento no existe. La economía mexicana está creciendo en sectores en los que no hay tal sobrecalentamiento. La actividad agropecuaria, la industria manufacturera productora de bienes de consumo no están próximos a rebasar sus capacidades de producción. El riesgo de sobrecalentamiento, en consecuencia, no parece confirmarse. La discusión sobre el sobrecalentamiento importa porque impulsa las decisiones que deberán tomar los responsables de la política fiscal y de la política monetaria: la Secretaría de Hacienda y el BdeM, es decir, el gobierno federal electo y un organismo autónomo. Dada esta autonomía del banco central, establecida como parte de las reformas neoliberales de Salinas de Gortari, estos dos actores económicos no necesariamente coinciden en el sentido de sus decisiones.
Hacienda está en el proceso de cierre de esta administración, decidida a concluir los proyectos emblemáticos de inversión y mantener los programas sociales, al tiempo que impulsa que los salarios mínimos sigan creciendo en términos reales. Estas decisiones políticas implican que hay un impulso a la demanda agregada que permitirá que la economía siga creciendo el año próximo a una tasa muy cercana a la de este año. Para los miembros de la Junta de Gobierno del BdeM lo fundamental es que el ritmo de crecimiento de los precios regrese a una trayectoria del 3 por ciento +/- un punto porcentual. Como esto no ha ocurrido, mantendrán una política monetaria restrictiva con tasas de interés superiores al 10 por ciento. El propósito de esta restricción monetaria es justamente enfriar la economía.
De modo que por el lado del gobierno se impulsa el avance de la economía sostenido por una demanda creciente, y por el del banco central se frena la economía argumentando que los riesgos al alza de los precios obligan a que se mantengan las tasas de interés en niveles elevados. Esta contradicción de decisiones de política se explica porque en el marco del proceso de desregulación neoliberal se estableció que los bancos centrales debían desvincularse del proceso político, para que pudieran autónomamente decidir la política a trabajar para detener la inflación. A esta autonomía se agregó el mandato único: conseguir la estabilidad de precios.
Detrás de estas diferencias de opinión y de propósitos, entre Hacienda y el BdeM hay distintas maneras de entender el funcionamiento de la economía, de la dinámica de precios, de los límites de la política monetaria y, por supuesto, de la responsabilidad fundamental con los electores. La teoría económica juega un papel relevante en estas diferencias. Para entender estas diferencias teóricas y, más importante, qué es lo que conviene a la población, se trata de que quienes buscan el bienestar de la población y conciben que para lograrlo es indispensable el gobierno, el debate entre inflación o crecimiento, es decir, creación de empleo, está resuelto del lado del crecimiento. Quienes, en cambio, siguen pensando que los mercados pueden producir bienestar social y que, en consecuencia, hay que separar las decisiones fiscales de las monetarias, lo que importa es la estabilidad de precios.
Desafortunadamente, el supuesto sobrecalentamiento, sobre el que no hay información que lo sustente, seguirá determinando las decisiones de la Junta de Gobierno del BdeM que irán contra el crecimiento de la economía y la creación de empleos. Seguirán actuando a favor de los banqueros y, en general, de aquellos que se han beneficiado desde hace más de 30 años de la visión neoliberal de la economía y la sociedad