Jueves 9 de noviembre de 2023, p. 3
Madrid. El pianista islandés Víkingur Ólafsson entró al escenario del Auditorio Nacional de Música de Madrid, hizo una breve reverencia y se sentó frente al piano. Sin más preámbulo, ejecutó el primer acorde de las Variaciones Goldberg, que Johann Sebastian Bach compuso en 1741 para un clave de dos teclados y que para los pianistas es como escalar el Everest.
Ólafsson, en su interpretación más personal de una obra compleja y técnicamente inalcanzable para muchos, intercaló virtuosismo con fantasía, melancolía y exaltación, silencio y vibrato y, por supuesto, la improvisación en torno a una partitura circular, una especie de canto que se da vuelta y siempre vuelve al mismo punto de partida. Ólafsson salió aclamado del concierto, en el que acabo exhausto después de 80 minutos de tocar las 30 variaciones de esa misma aria.
Una versión de la biografía de Bach y de la historia de esta partitura sugieren que cuando la compuso, probablemente entre 1739 y 1741, el músico alemán se había empeñado en ejercer de forma radical su libertad creativa, ajeno a los dictámenes del mercado y las exigencias de la imposición social y cultural. Y la concibió desde el clave de dos teclados, que él mismo definió como un ejercicio para teclado, consistente en un aria con diversas variaciones, para el clave con dos manuales. Compuesto para amantes de la música, para solaz de sus espíritus
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Un círculo perfecto
La obra está dividida en 10 grupos de tres variaciones con una obertura francesa como ecuador y cada uno de los grupos se cierra con el mismo canon que, según la partitura de Bach, va aumentando el intervalo entre ellas. “El final que reserva Bach es la repetición inalterada del aria, un gesto que recuerda al principio básico de la filosofía hindú (‘todo vuelve’)... Un círculo perfecto o una hermosa rueda que avanza sin cesar”, describió en el programa de mano el musicólogo Luis Gago.
El propio Ólafsson, a raíz de la publicación de su versión de las Variaciones Goldberg por el sello Deutsche Grammophon, explicó que esta obra contiene parte de la música para teclado más virtuosa jamás escrita, algunos de los usos más asombrosamente brillantes del contrapunto en el repertorio e innumerables ejemplos de poesía exaltada, todo ello dentro de estructuras de perfección formal inmaculadamente modeladas. Es el mayor virtuoso del teclado de su tiempo
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Entre las grabaciones más legendarias destacan las de Glenn Gould (en 1956 y poco antes de su muerte en 1981), pero también son muy celebradas las de Claudio Arrau, Wilhelm Kempff, András Schiff (dos veces, en 1983 y en 1986), Rosalyn Tureck o, en la última generación, Lars Vogt, Fazil Say, Lang Lang e Igor Levit, entre otros.
Ólafsson debe parte de su reconocimiento internacional, a pesar de su edad (39 años) a sus originales interpretaciones en el piano moderno de la música para teclado barroca, en especial de Bach y Rameau.
Este recital que ejecutó en Madrid y del que salió con una aclamación casi unánime, con una buena parte del público de pie, forma parte de una gira mundial que llevará al pianista islandés a las principales salas de conciertos, como el Southbank Centre de Londres, el Carnegie Hall de Nueva York o la Philharmonie de París.