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La censura mata a Palestina
N

o es una guerra mediática. Asistimos a una campaña trasnacional de aniquilación en toda regla. Si alguien estaba esperando la llegada de las nuevas ofensivas militares, misteriosas contiendas digitales y mediáticas, sólo aparentemente incruentas, habrá que observar con detenimiento esta cacería contra el pueblo palestino, donde estamos todos involucrados, jugando un papel importante en el combate, sin conocer quién nos está dando órdenes y cuáles son las reglas del enfrentamiento.

La censura a la realidad palestina en medios generalistas, parlamentos, dirigentes políticos, potencias económicas y reporteros está ahogando los testimonios de las víctimas y las pruebas documentales de los verdugos en este genocidio. Está matando a muchos, literalmente. Los apagones y el bloqueo de Internet obstaculizan el trabajo humanitario, impiden el acceso a información crítica que permite encontrar medicinas, alimentos o un salvoconducto, y niegan la posibilidad de que los habitantes de Gaza muestren al mundo lo que está sucediendo sobre el terreno.

Pero la campaña de aniquilación va mucho más allá de la Franja. La práctica de Yo el Supremo, por parte de las empresas globales de Estados Unidos, les da carta blanca para seguir haciendo y deshaciendo a su antojo. Juegan al gato y al ratón con los miles de millones de usuarios de Internet, fuera de toda referencia a una norma nacional o internacional elaborada por los estados y sus representantes electos.

Mientras usted lee La Jornada, están desapareciendo misteriosamente cientos de contenidos de Facebook (ahora Meta), YouTube y Twitter (ahora X). Grupos que monitorean la actividad en las redes sociales afirman que la censura de los usuarios palestinos en estos momentos se encuentra a un nivel que supera el bloqueo de contenidos de mayo de 2021, cuando estalló la violencia tras las incursiones de la policía israelí que costó la vida a 200 palestinos.

Un informe independiente de la organización Business for Social Responsibility (BSR) descubrió hace dos años que la plataforma tenía contenidos demasiado moderados en árabe y contenidos poco moderados en hebreo. Meta atribuyó la abrupta eliminación de publicaciones sobre la violencia militar israelí a un problema técnico. El 15 de octubre pasado, el portavoz de esa plataforma, Andy Stone, volvió a atribuir las nuevas acusaciones de censura salvaje a un error que afectaba a los usuarios de Instagram en todo el planeta.

Si enmendaron el error, la red no se ha enterado. Miles de usuarios de X, Instagram y Facebook se siguen quejando de publicaciones eliminadas, cuentas bloqueadas, búsquedas que no se generan, bajos o nulos rendimientos de sus contenidos, bloqueos a transmisiones en vivo y otras limitaciones para compartir información oportuna sobre los bombardeos israelíes y las condiciones de la población asediada. En un giro tragicómico, Elon Musk reiteró la marca de verificación en X a The New York Times, después de que el diario puso en duda la versión israelí de culpar a Hamas de la masacre en el hospital Al-Ahli Arab, en Gaza.

Por el contrario, la narrativa oficial israelí, por excesivamente violenta que pueda llegar a ser, tiene rienda suelta porque Meta considera que proviene de entidades oficiales, incluidos el ejército y los funcionarios gubernamentales israelíes.

A este coctel se añade que, en los primeros días de la guerra, Meta traducía la palabra palestina y el emoji de la bandera palestina como terrorista palestino. Resolvió el problema después de un aluvión de críticas en sus plataformas y volvió a esgrimir la excusa del error técnico. Pero no es una equivocación; se trata de un problema sistémico. Durante años Meta ha censurado y clasificado erróneamente el contenido palestino, comentó este martes a Al Jazeera la directora de Amnistía Tecnológica, una rama de Amnistía Internacional, Rasha Abdul-Rahim.

Será cada vez más difícil saber por qué vemos lo que nos enseñan y, sobre todo, qué dejamos de ver, irremediablemente atrapados por la telaraña mundial. Y esta no es una guerra mediática, repito, porque no hay simetría posible entre los pueblos elegidos para el exterminio y el poder trasnacional del gobierno de Estados Unidos –plataformas de censura mediante– que alimenta ahora mismo la prepotencia genocida de Israel y mata a Palestina.