onmemoramos el 78 aniversario de la fundación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en medio de inmensos desafíos. A la crisis climática y los persistentes efectos de la pandemia se suma un aumento de conflictos y guerras con costos humanos inestimables y violaciones graves a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Todo ello socava el objetivo central de la Carta de la ONU de preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra.
Se profundiza la desigualdad entre naciones y entre grupos de población, castigando a los más vulnerables, quienes soportan la aplastante carga de la deuda, la espiral de la inflación y la falta de acceso a financiamiento, alejando aún más la posibilidad de gozar de derechos básicos como salud, educación, seguridad alimentaria, empleo decente y una vida libre de temor, de violencia, de conflictos ambientales o desplazamiento forzado.
Y frente a esos retos globales, la comunidad internacional parece, a menudo, incapaz de aunar esfuerzos. En 2015, al adoptar la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, los estados miembros de la ONU asumieron un compromiso sin precedente: garantizar en conjunto, con plazos específicos y metas claras, los derechos y el bienestar de todas las personas en un planeta sano y próspero.
Ya estamos a mitad de este calendario y el panorama no es alentador. De las 140 metas establecidas para cumplir con las metas de desarrollo sostenible, 50 por ciento está lejos de alcanzarse y 30 no ha tenido avances o, peor aún, ha retrocedido por debajo de la línea base de 2015. En América Latina, un 75 por ciento de las metas está en riesgo de no cumplirse si dejan de adoptarse acciones transformadoras.
El mes pasado, los 193 estados miembros de la ONU se reunieron en la Cumbre por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Fue la oportunidad de reafirmar la necesidad urgente de reencauzarnos en el camino trazado en 2015. Como resaltó con énfasis el secretario general de la ONU, Antonio Guterres no se habla sólo de una lista de objetivos. Son portadores de las esperanzas, los sueños, los derechos y las expectativas de las personas de todo el mundo
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La cumbre refrida puso de relieve que, en medio de los enormes retos que enfrentamos como humanidad, el multilateralismo, a través de la reafirmación de la Agenda 2030, sigue siendo el mejor camino para avanzar en ofrecer soluciones globales a nuestros retos comunes. Como resultado, los estados miembros de la ONU adoptaron una declaración política por consenso, lo cual representa el inicio de una nueva fase de aplicación acelerada de la Agenda 2030 para cerrar la brecha de implementación y lograr los objetivos globales de bienestar, que son uno de los fundamentos de Naciones Unidas.
Para estos propósitos, quienes trabajamos en México vemos un testimonio de que, por ambiciosos que sean, dichos objetivos no son irrealistas. En cuatro años, y en medio de una situación global desafiante, México logró con políticas públicas, como la pensión universal para los adultos mayores, alzas al salario mínimo y programas sociales, entre otras medidas, una reducción de más de cinco millones en la cifra de personas en situación de pobreza.
En medio de lo que se ha caracterizado como crisis del multilateralismo, también nos alienta el compromiso de México con estrategias de cooperación internacional para la superación de retos globales y regionales. Se hizo patente en la Asamblea General de Naciones Unidas, durante la reciente Cumbre del G77 + China en La Habana, en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y en la convocatoria del presidente López Obrador a la reunión de jefe de Estado en Palenque sobre asuntos migratorios.
Con motivo del día de la ONU, recordemos que cuando los autores de la Carta de Naciones Unidas enfatizaron en su preámbulo la resolución de emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de los pueblos
, lo hicieron desde una visión eminentemente realista de las causas de la Segunda Guerra Mundial, de las crisis sociales y económicas profundas que la antecedieron, y del trágico fracaso de los intentos unilaterales de resolverlas.
Es esta misma perspectiva que sostiene hoy nuestra convicción como Naciones Unidas de que los desafíos actuales, de los cuales no pocos revisten un carácter existencial para el futuro del planeta, no tienen solución fuera de la unidad de acción y propósito entre los países que integran la comunidad internacional, por encima de sus diferencias.
Valoramos sobremanera que México, en medio de grandes retos, se encuentre entre los países que se esfuerzan para trasladar estas convicciones a la vida de las personas.
Como ha dicho el secretario general: comprometámonos con esperanza y determinación a construir el mundo mejor al que aspiramos. Somos un mundo dividido. Podemos y debemos ser Naciones Unidas
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*Coordinador residente de la ONU en México