ese a tantas medidas dictadas por varias dependencias oficiales, sigue en México la producción y el uso indiscriminado del plástico; este año casi 6 millones de toneladas. Son parte de las 354 mil que cargará el planeta de un material que afecta gravemente al medio ambiente y la vida de los seres humanos. Está presente hasta en los casquetes polares y apenas se recicla 9 por ciento. Algo mucho más grave: pese a las normas aprobadas en el mundo industrializado para reducir al máximo la elaboración y uso en sus diversas presentaciones, en los próximos 15 años la Tierra recibirá más de 700 millones de toneladas. En México, el doble de lo de hoy.
Las agencias internacionales que estudian el problema y proponen soluciones señalan a los grandes generadores. Entre éstos los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la cual hace parte México desde 1994. Son responsables de casi la mitad de toda esa producción. En primer lugar aparece Estados Unidos, donde cada habitante tira 22 kilogramos al año. La OCDE agrega que, a nivel global, se genera ahora cuatro veces más de estos desechos que hace tres décadas y, además, donde menos se trata o deposita esa basura tan peligrosa es en China, India, América Latina, Medio Oriente, África y Europa Oriental.
Sobre este último problema, cabe destacar que la mayor parte de la contaminación que ocasiona el plástico se debe a la falta de recolección adecuada y a que no se eliminan los denominados macroplásticos. Por ello debía haber un apoyo financiero y técnico a las naciones que más basura tiran a cielo abierto con el fin de que cuenten con sistemas modernos de recolección.
La OCDE también se ocupó de analizar lo que ocurre con los microplásticos, aquellos de menos de 5 milímetros de diámetro generados por la industria, los textiles sintéticos, las marcas viales y el desgaste de los neumáticos del parque automotor que por miles de millones circulan en el mundo. Un dato interesante: cuando el covid-19 estuvo en su apogeo, se redujo en 2.2 por ciento la producción de plástico, pero se elevó la cantidad de basura, especialmente por los envases y sistemas de conservación de la comida para llevar a domicilios y lugares de trabajo, así como a diversos equipos médicos elaborados con dicho material, en especial las mascarillas para protegerse del virus.
Pero una vez que la pandemia se desaceleró, la actividad económica recuperó su ritmo y con ello la demanda y mala gestión del plástico. Roland Ceyer, profesor e investigador en la Universidad de California, indica que producir más de 10 mil millones de toneladas métricas de desechos de ese material en el planeta equivale a más de mil 500 millones de elefantes, 100 millones de ballenas azules y un millón de torres Eiffel, lo suficiente para cubrir la superficie de un país como Argentina.
Diversas investigaciones muestran cómo sigue avanzando el consumo de materiales de plástico, en muy buena parte por la producción y uso en las naciones que registran una mayor actividad económica, China en primer término, pero también México, donde ya llegó hasta el lugar más apartado y no se deposita en los sitios adecuados. Prueba de ello es que lo encontramos en las cuencas hidrográficas, en los 11 mil kilómetros de franja litoral del país; en cantidades apreciables en los tiraderos clandestinos de las poblaciones; en cañadas y hasta en las zonas desérticas.
Los efectos sobre la biodiversidad y el medio ambiente como un todo son muy claros, de acuerdo con los estudios que han realizado los especialistas de, por ejemplo, el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM y el experto en basura Gerardo Bernache, del CIESAS Guadalajara. Con datos igualmente precisos, las organizaciones civiles llevan años luchando porque el sector público y el Poder Legislativo dicten medidas para reducir la producción de plástico, obligar al comercio a remplazarlo y a que se reutilice o recicle al máximo. Hoy, sin embargo, apenas llega a 6 por ciento.
Así, estamos lejos de cumplir la máxima: reduce, reutiliza, recicla en todo lo posible. Lograrlo no sólo es tarea de las instancias oficiales y legislativas, también de la sociedad de consumo y depredación que hoy impone su ley por doquier.