De acciones precisas y concertadas
uestra Cruzada por la Milpa, como toda estrategia para ganar una batalla, tiene que disponer de regimientos divididos en especialidades, con armas apropiadas y según un esquema de prioridades de acuerdo con los recursos, pues las prioridades no siempre pueden corresponder a las posibilidades que ofrece la realidad. La fuerza de nuestro movimiento no depende al principio de las convicciones personales, sino del elemento humano, las condiciones sociales y políticas en que actuaremos, y en función de cada objetivo en una realidad dispersa y desigual.
Por ejemplo, una ocasión extraordinaria habría sido la reunión multitudinaria que convocó a pueblos originarios este 12 de octubre en diversas manifestaciones sobre el territorio nacional, porque hubiéramos podido armarnos de un cuestionario sobre el interés que los campesinos convocados tendrían en cultivar las milpas prehispánicas y por qué razones... Pero la corta edad de nuestro movimiento sólo permitió obtener unos cuantos datos que, si bien nos dan la razón sobre la nostalgia de las milpas entre los campesinos tradicionales, no permiten por el momento trazar tendencias atendibles. En cambio, sí sugieren lo que encuestas más elaboradas podrían arrojar, como las que incluyeran grupo de edad, ubicación geográfica, aspiraciones productivas, además de las preguntas sobre el conocimiento de la milpa compleja y la satisfacción o frustración sobre su productividad para el sustento de una familia y la vida social de la comunidad...
Entre otras apreciaciones, podríamos establecer un mapa de necesidades de cambio del esquema agrícola hacia la autosustentabilidad con excedentes para el mercado local, de tal manera que podríamos comenzar a trabajar en algunos puntos de México con programas piloto, pensados como un sistema abierto de acciones por el campo y el campesino mexicano, que generaran a cierto plazo la transformación de la superficie agrícola y, a la vez, generaran, en campesinos y campesinas, una toma de conciencia sobre su papel indispensable en la economía, como satisfactores de las necesidades vitales de los mexicanos, al producir lo necesario para una alimentación saludable y en tanto que concientizadores de la historia de nuestro pasado. De esta manera, la población en general empezaría a comprobar en el presente y proyectar a futuro el papel del campesinado y del propio, desde cualquier sector social, en la soberanía económica, social y política del país. En vez de admitir el destino migrante a causa de una mano de obra degradada de su verdadero valor.
Porque los trabajadores de la tierra levantaron las civilizaciones más importantes y largas en el tiempo, de nuestro globo, y sólo un hiato en la historia mundial (que analizaremos en otro espacio) trasladó el concepto de civilización a una tecnología deshumanizada (en el sentido de sustituir completamente lo humano) o lo que es peor, intentar, sin lograrlo por completo, la destrucción física de los seres humanos que están de más en este mundo...
La recuperación de las milpas prehispánicas en sus casi infinitas variedades y de todos los policultivos trabajados durante milenios a lo largo y ancho del planeta, entre los paralelos del Trópico de Cáncer y de Capricornio, representan el cuerno de la abundancia de la humanidad: la milpa prehispánica, al lado de los arrozales acuáticos y de los cultivos de tubérculos farináceos, nos construyeron o, si se prefiere, construyeron lo humano de los humanos y, como si fuera una casualidad, son justamente estos alimentos los que la tecnología de los siglos XX y XXI, financiados por las potencias económicas, han intentado, sin aún lograrlo del todo, sustituir la composición de los glúcidos que nos construyeron, por azúcares rápidos que nos destruyen.
Pero, se preguntará el escéptico: ¿por qué y para qué? Pues porque al convertir en mercancía la base alimentaria y alimenticia de la humanidad, el capital (K) se reproduce a velocidades nunca vistas y, al sacrificar la vida de lo que el K llama sobrepoblación, se evita invertir en los que se consideran seres superfluos, porque no sólo no producen plusvalía, sino que necesitan inversiones económicas improductivas para sobrevivir.
Nuestra obligación moral, económica y social es contravenir este diseño inhumano del Capital internacional, y esto conlleva riesgos, pero la 4T conducirá a una 5T lúcida por bien informada, que es por la que luchamos en nuestro territorio y a nuestro nivel.