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Estudiantes a las calles
C

uenta el periodista Áxel Chávez, en su texto de la revista Proceso, que la exigencia de paro en la Universidad Autónoma de Hidalgo (UAEH) escaló hasta la demanda generacional de dar “término del cacicazgo de La Sosa Nostra –apelativo del grupo que controla la institución, a cargo del ex diputado federal Gerardo Sosa Castelán– por opresión, autoritarismo, defensa de incondicionales y posibles actos de corrupción”.

Esta afirmación hace referencia al gran libro de Alfredo Rivera Flores, La Sosa Nostra, en el que se narra la vida de Gerardo Sosa Castelán y la multiplicidad de actos violentos y corruptos que realizó con la federación de estudiantes. Rivera Flores narra la formación de un grupo que representaba alumnos en 1964: (este) habría de alcanzar el nefasto poderío que violentó la rutina diaria durante las décadas posteriores. La natural fogosidad juvenil, la presencia de algunos líderes carismáticos pero, sobre todo, las mutuas convivencias que descubrieron gobernantes y líderes estudiantiles, propiciaron una época violenta que pronto transitó de los golpes y pequeñitos latrocinios al uso cotidiano de las armas y el vandalismo a gran escala, sin reconocer freno ni autoridad, llegando incluso al asesinato.

La declaración del escritor hidalguense trajo un revuelo social dentro y fuera de las paredes de la institución de educación superior en 2004, casi 20 años después de los hechos narrados en el libro que fueron retomados para cimbrar el poder del cacicazgo universitario. En la cotidianidad hidalguense, lo que se escribió en el libro era un secreto a voces, esa impunidad con la que se movían los ilícitos que sucedían dentro de la universidad.

Esta declaración salió a la luz después de semanas de exigencias estudiantiles por los hechos ocurridos en el Instituto de Artes, ubicado en la ciudad de Real del Monte, Hidalgo, el 25 de septiembre pasado. Las exigencias de los alumnos fueron la destitución de la directora recién electa María Teresa Paulín Ríos, con el argumento de que encubría a personal violentador y acosador. Ésta fue parte de las exigencias primarias, pero como comenta el periodista Áxel Chávez, el problema creció.

El rector de la UAEH salió el 20 de septiembre a declarar el paro total en cuatro centros (Instituto de Ciencias de la Salud, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería e Instituto de Ciencias Económico Administrativas ) después de la golpiza que supuestos porros propinaron a estudiantes que se manifestaban. Al día siguiente cientos de alumnos salieron a las calles y después se apostaron en las entradas de los institutos, mientras el gobernador de Hidalgo hacía un llamado a remediar el asunto, pero atentando contra la autonomía universitaria al solicitar el envío de la Guardia Nacional a las afueras del Edificio Central en la calle de Abasolo, en el centro de Pachuca.

Estudiantes de distintas instituciones educativas, tanto públicas como privadas, han salido a tomar las calles de todos los municipios para pedir justicia por los hechos ocurridos en el Instituto de Artes, así como de la universidad en la calle de Abasolo. Como narra Chávez, el suceso ocurrido en las instalaciones, encabezado por el presidente del Consejo Estudiantil Universitario, José Esteban Rodríguez Dávila, con individuos que portan palos y tubos, a quienes posteriormente se les exhibe golpeando jóvenes hasta en proporción de cinco contra uno.

La comunidad estudiantil hidalguense ha cargado por generaciones el peso de un poder estatal generador de violencia que muchos de los jóvenes no están dispuestos a asumir, las gestiones universitarias fueron realizadas detrás de un telón que se ha demostrado desde hace muchos años y con tan precisas palabras como las de Alfredo Rivera Flores y Áxel Chávez. Hoy los estudiantes pueden cambiar la historia.