a programación del festival reservó el último día de la competencia para exhibir las únicas dos concursantes asiáticas. La primera fue la taiwanesa Chun xing (Un viaje en primavera), ópera prima de los realizadores Tzu-Hui Peng y Ping-Wen Wang. En ella una pareja formada por un viejo y una mujer más joven se la pasa discutiendo hasta que la segunda muere; el hombre guarda su cadáver en un congelador hasta que aparece el hijo de ambos. El viudo hace un viaje lleno de remordimientos.
La película es tan evanescente y elíptica que prácticamente la he olvidado desde su función matinal. Me cuesta trabajo recordar detalles de ella y sólo me ha quedado lo parsimonioso de su ritmo narrativo. Dura apenas 90 minutos, pero el tiempo es relativo.
Mucho más interesante resultó la japonesa Una larga ausencia (su título original japonés no está disponible ni en el IMDB), segundo largometraje de Kei Chika-Ura. Tras un engañoso arranque como de thriller en el cual un anciano es arrestado en una aparatosa operación policiaca, la trama se revela como una indagación familiar por parte de Takashi (Mirai Moriyama), un actor que se había distanciado de su padre (Tatsuya Fuji) desde su divorcio. Es evidente que éste sufre de demencia senil y es internado en un instituto. Pero nadie sabe qué fue de su segunda esposa Naomi (Hideko Hará), el amor de su vida, aunque dice que se ha suicidado. Takashi hace una labor detectivesca para conocer la verdad. O algo que se le parezca.
Chika-Ura juega con la cronología de su relato para intrigarnos con un bien armado rompecabezas de datos contradictorios. El protagonista finalmente aprenderá de la conducta paterna, para renovar el amor con su propia esposa.
De dos horas y media de duración, Una larga ausencia se hubiera beneficiado de una mayor economía narrativa. El realizador siente que debe insistir en ciertos temas de su película y eso la vuelve algo reiterativa. No obstante, cabe advertir cualidades en Chika-Ura dignas de una carrera promisoria.
Debo confesar que este año no he visto todos los títulos en competencia. Algunos colegas españoles me recomendaron alejarme de la película nórdica llamada Kalak, de Isabella Eklöf. Les hice caso. Por otro lado, francamente me dio flojera la fantasía animada feminista El sueño de la sultana, de la donostiarra Isabel Herguera. Y sólo vi dos terceras partes de MMXX, el más reciente largometraje del Cristi Puiu, quien fue uno de los puntales del nuevo cine rumano con La muerte del señor Lazarescu allá en 2005.
¿Qué le sucedió a Puiu? Desde su anterior Malmkrog (2020) ha parecido empeñado en alienar al espectador filmando largas y áridas conversaciones intelectuales. En MMXX vuelve a filmar conversaciones en cuatro episodios diferentes, pero la temática no podría ser más banal. Ya se me antojaba sospechoso que ni Locarno, ni Venecia ni Toronto la hubiesen seleccionado.
X: @walyder