resentado el paquete económico para 2023, la discusión se ha centrado en los grandes agregados: el tamaño de gasto en relación con el PIB (26.2 por ciento), en los ingresos previstos (21 por ciento del PIB), en el déficit fiscal esperado (5.2 por ciento del PIB) y en la deuda adicional solicitada, que llegaría al final de 2024 a 48.8 por ciento del PIB. Se trata, sin duda, de variables relevantes que exigen una revisión detallada. Sin embargo, se ha perdido de vista un asunto fundamental: la confiabilidad de los supuestos económicos con los que se construyó el paquete económico.
El paquete económico se sostiene en ciertos supuestos: un cierto de crecimiento de nuestra economía en 2024, de la inflación, del tipo de cambio promedio, precio del crudo que exportamos, tasas de interés y, por supuesto, de las estimaciones para las variables asociadas a las finanzas públicas. Para calcular el desempeño esperado de estas variables, a su vez, se considera la evolución posible de la economía estadunidense en 2024 y, en consecuencia, lo que las empresas radicadas en México exportarían hacia ese país.
En los Criterios de Política Económica para 2024 se estima que el PIB estadunidense crecerá este año 2 por ciento y en 2024 lo hará 1.8 y nuestra economía 3 por ciento, tanto este año como el próximo. En la construcción presupuestal se sostiene que creceremos más que Estados Unidos por la fortaleza del consumo privado, mayores niveles de inversión pública y privada. Estas inversiones permitirán a México aprovechar la reconfiguración del comercio internacional con la llegada de una mayor inversión extranjera y a partir de ello mayores oportunidades de empleo que permitirían afrontar los impactos del complejo entorno global.
Estos supuestos constituyen una mirada optimista. Es evidente que siempre debe considerarse si pueden cumplirse o no. Depende de diversas situaciones que configuran escenarios favorables o desfavorables. En particular, el posible desempeño de la economía estadunidense en 2024 está muy ligado a si su banco central mantiene una política monetaria restrictiva, aumentando las tasas de interés. Lo cierto es que su gobernador ha declarado que están decididos a llevar la inflación a su meta de 2 por ciento anual y que, para lograrlo, aumentarán las tasas. Esto significa que la economía estadunidense posiblemente detendrá su marcha, es decir, entrara en un momento recesivo.
Hasta ahora las tasas de interés en Estados Unidos aumentaron desde cero por ciento en marzo de 2022 hasta 5.5 actual. Los impactos de estas decisiones se han percibido en Estados Unidos y, en realidad, en el mundo entero. Pero se reconoce que sus efectos persisten hasta 22 meses, lo que lleva el impacto recesivo hasta enero de 2024. De modo que el inicio del año próximo para la economía estadunidense pudiera ser problemático. Además, hay dificultades en la venta de casas en ese país, ya que se han incrementado las tasas hipotecarias siete puntos porcentuales. Los bancos estadunidenses, por su parte, al administrar los incrementos en las tasas, han cometido errores graves que se expresan en los diferenciales que están pagando por captar dinero y lo que cobran por los bonos gubernamentales en los que invirtieron, llevándolos a complicaciones en su solvencia.
Otras complicaciones derivan del fin de los efectos positivos de la política fiscal de Biden. Terminó el crédito fiscal por niños, así como la suspensión del pago de los créditos estudiantiles, lo que contraerá la capacidad adquisitiva de los beneficiarios de estos programas. La huelga automotriz y el posible cierre administrativo por el techo de deuda aprobado por la Cámara de Representantes pudieran también tener efectos recesivos que persistirán en Estados Unidos y afectarán a nuestra economía. Si a estos factores se añade el aumento en los precios del crudo que pudiera repercutir en los precios en el mundo entero, pudiéramos estar en presencia de un endurecimiento de la política monetaria decidida por la Reserva Federal.
Todos estos elementos constituyen factores de riesgo para que puedan cumplirse las previsiones del gobierno mexicano. Es indudable que, si la economía estadunidense entra en un momento recesivo, las empresas asentadas en nuestro país dedicadas a abastecer a esa industria tendrían que detener sus actividades. Este posible curso difícilmente podría ser compensado por el aumento del consumo nacional derivado de la política social. Además, las inversiones extranjeras que están llegando para instalar nuevas plantas dedicadas a suplir el abastecimiento chino, detenido por la confrontación comercial entre China y Estados Unidos, pudieran detenerse.
Hay, por supuesto, cuestiones en la economía global que nos pudieran beneficiar, como los aumentos en los precios del crudo y la evolución del tipo de cambio. El balance, sin embargo, se carga hacia los riesgos globales. Es necesario, en consecuencia, que el equipo presupuestal se haga cargo de estas situaciones y diseñe un conjunto de acciones específicas que pudieran aminorar las consecuencias negativas de una posible recesión estadunidense. De otro modo, en un año particularmente importante, las dificultades económicas pudieran complicar la situación política.