a economía de México ocupa uno de los vértices de un triángulo de significativa relevancia geopolítica actual: es el que representa la relación con Estados Unidos y China. Contempla entre sus componentes primordiales la disputa en curso por la redefinición de los parámetros de la globalización productiva y financiera.
La posición relativa y el significado de cada uno de estos vértices es muy distinta. El conflicto principal está dado claramente entre Estados Unidos y China y tiene que ver con el replanteamiento en términos económicos, políticos y militares de las posiciones hegemónicas de cada uno.
Es un conflicto clásico por su naturaleza, pero que históricamente se expresa de modo particular en cada etapa del desenvolvimiento del capitalismo. Ocurre, hoy, en la fase de receso agudo del neoliberalismo y de las fricciones que se provocan. La ideología y las pautas de las políticas públicas que se promovieron e impusieron desde la década de 1990, marcaron las condiciones de la dinámica globalizadora y la llevaron hasta sus límites. Hoy exige una restructuración centrada en las relaciones de poder.
China rivaliza directamente con Estados Unidos. Los patrones de producción, comercio y financiación se están transformando en el entorno de un replanteamiento de las condiciones de la competencia, la tecnología y la innovación. Es la lucha por mercados y el predominio que eso entraña.
La disputa está abiertamente planteada. Como todo conflicto de este tipo tiene, necesariamente, una dimensión espacial en la que se desenvuelven la producción y el comercio, con sus consiguientes expresiones sociales, políticas y militares.
Estas circunstancias son las que plantean el carácter esencial del triángulo. La posición de México está dada de modo definitorio por la geografía, que no es destino. Tiene que ver de modo específico con el papel del territorio en la conformación de las pautas del desenvolvimiento económico y en gran medida es origen y consecuencia de circunstancias sociales y decisiones políticas.
En particular en este caso, aunque no exclusivamente, se asienta en la reformulación de la estrategia industrial en Estados Unidos. Es un ajuste ante las condiciones del desgaste neoliberal que apuntan a una reconformación nacional del poderío industrial. Este proceso se inició en el gobierno de Trump y se ha seguido y profundizado en el de Biden, hasta consolidarse luego de diversas medidas en la Ley de Reducción de la Inflación de 2022. De ahí parte el ajuste que se da de modo reactivo en el vértice mexicano del triángulo al que he aludido.
China se adhirió a la Organización Mundial de Comercio en 2001, el producto total creció de modo notable: entre 2000 y 2007 a una tasa promedio anual de 10.5 por ciento; entre 2008 y 2014 de 7.4 por ciento y entre 2015 y el pronóstico de 2023, de 6.3 por ciento. En un plazo más largo el índice de la producción industrial se expandió, entre 1995 y junio de este año a una tasa promedio anual de 10.6 por ciento.
La participación de China en los mercados globales se extendió notablemente sobre la base de la plataforma industrial orientada a la exportación y una reforma social sustentada en la expansión del consumo interno. La base exportadora de China es muy amplia y se deriva de políticas explícitas para su expansión. Entre 2001 y 2012, por ejemplo, se implementaron las medidas para revitalizar las industrias clave y desarrollar las industrias emergentes estratégicas.
Una muestra representativa de las políticas públicas es la industria automotriz, que se ha colocado adelante en la producción y la exportación en el mundo. En el segmento de los autos eléctricos es notable la presencia de China, asociada con la amplia capacidad de fabricación de baterías.
El asunto es relevante para México que está entre los principales países exportadores de autos en estrecha vinculación con los productores y el mercado de Estados Unidos. Este sector es de particular relevancia también en cuanto a la estrecha vinculación de la dinámica entre las dos economías. La huelga en curso en esta industria en Estados Unidos va a alterar las condiciones en las que opera, como apunta la negociación salarial que concentra la actividad de los sindicatos.
Un rasgo significativo de la situación es la forma en que ha revivido la política industrial que se dio por muerta hace más de 30 años bajo el lema de: la mejor política industrial es la que no existe
. Precisamente en Estados Unidos es donde tal vuelco se ha dado de modo explícito y en ese sentido marca una faceta de la disputa con China.
En México no hay política industrial, su ausencia es cada vez más notable y costosa. Las medidas que se toman al respecto son eminentemente reactivas y subsidiarias. Hay muy poco empeño para conformar un entorno de crecimiento sostenido sin la creciente dependencia general de lo que pasa fuera, esto es, esencialmente en Estados Unidos.
En los vínculos establecidos en el triángulo hay, además, una condición que lo define y es la referida al tráfico de fentanilo, asunto que contrapone a las tres partes involucradas. Esto pone en evidencia el tema de la creciente inseguridad pública en todo el país y la impunidad reinante de las actividades delictivas de todo tipo.