Este sexenio nos ha regresado a la memoria el coraje de los mexicanos para defender sus derechos
al vez recuerden que hace tiempo convinimos en que la columneta debería ampliar el espectro de su temática semanal. Además de los comentarios que provocan los acontecimientos de cada día, se propuso que de cuando en cuando se abriera espacio a las anécdotas, generalmente jocosas y muchas veces hasta didácticas. Es por ello por lo que no me perdería compartir este breve relato:
Son apenas las 8 o 9 de la noche. El Zócalo, con apretujones, pero aún puede recibir algunos cientos más. La gente busca un imposible resguardo y únicamente con endebles paraguas intentan protegerse. En medio de la tormenta, en una silla de ruedas, una mujer de la llamada tercera edad reclama porque quieren cambiarle un techo seguro, por el lugar privilegiado entre el asta bandera y Palacio que consiguió gracias a que, según costumbre de su pueblo, a las 5 de la mañana ya estaba levantada. El argumento irrechazable para imponer su voluntad fue tan sólo uno, pero contundente: desde el desafuero de López Obrador he venido todos los años a manifestarle mi cariño, mi gratitud, pero, como no me queda ya mucho tiempo para seguirle ofreciendo mi solidaridad y apoyo a la forma en que nos gobierna, aquí estaré cada vez que nos convoque: Para reír y festejar como hoy, o para pelear si es necesario, porque este sexenio nos ha regresado a la memoria el coraje de los mexicanos para defender sus derechos.
Y con gente como usted –le dije– ese propósito se hará realidad. Esta vocación, esta voluntad y compromiso a la que ha sido fiel durante tanto tiempo es un ejemplo al que no se puede permanecer indiferente.
A la lógica pregunta de cómo se había dado su inicio como activista y luchadora social, comenzó un breve relato y dijo: 1968 marcó mi vida y la de mi familia. El deseo de que mis hijos Avelino Francisco y Roberto Antonio estudiaran y tuvieran mejores oportunidades de vida hizo que salieran del pueblo natal, Jamiltepec, Oaxaca, y se establecieran en la Ciudad de México. Roberto Antonio se involucró en la lucha estudiantil y después se incorporó a la Liga 23 de Septiembre. En plena guerra fría lo apañaron junto con su esposa Carmen Vargas Pérez y sus dos hijos menores. Allí comencé una lucha tenaz y sin medir obstáculos ni riesgos. A los 30 años logré su recuperación y vuelta al hogar. Un día me recibió en Palacio el Presidente, para saber cómo iban las cosas en mi familia. Estoy plenamente convencida que ningún otro Presidente se ha preocupado por los pobres, hasta de sus problemas más personales. Por eso nosotros también estamos empeñados en conocer todo lo que sucedió durante la guerra sucia. Saberlo será para bien de todos los mexicanos
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Yo quería ahondar en sus recuerdos, en su íntima biografía, pero no era el momento. Sólo agregué: No diga que está celebrando uno de sus últimos Gritos del 15 de septiembre. Una mujer como usted, si tiene unos 70 o 80 años, va a llegar al centenario gritando, y muy fuerte
. Soltó una risita interrumpida por un ligero acceso de tos y resollando fuerte llamó a una muchacha que le acompañaba, que hurgó hasta encontrar un monedero del cual sacó su muy cuidada credencial de elector. Sin mediar palabra extendió su brazo y me la entregó. La comencé a leer y no tuve aire ni siquiera para una sonada interjección. Tan sólo alcancé a decir: señora, son los 101 años más generosos, dignos y hermosos que alguien quisiera vivir. Me contestó: Es cierto aquello que dicen que más sabe el diablo por viejo, que por diablo: por eso debes creerme: Es un honor estar con Obrador
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Y por supuesto que a Quirina Cruz Calvo le creo su testimonio y su propósito.