Domingo 17 de septiembre de 2023, p. 2
Fernando Botero, quien falleció este viernes, es el artista más grande de la historia de Colombia, y emblemático del quehacer pictórico latinoamericano. Parte de su legado se encuentra de manera permanente en Monterrey y en la Ciudad de México.
En 2008, el artista colombiano develó en la capital de Nuevo León la escultura en bronce El caballo, su primera obra instalada en el país. La pieza fue elaborada en Italia, pesa 1.5 toneladas y tiene una altura de 3.4 metros. El público mexicano puede admirar el trabajo del artista colombiano frente al Museo del Noreste.
Como parte de su colección permanente, el Museo Soumaya de la Ciudad de México exhibe Hombre que camina, escultura en mármol blanco que representa una figura humana voluminosa dando un paso hacia la nada.
También se encuentra en la capital mexicana el cuadro La tejedora, que Botero realizó en 1987 y forma parte de la colección del Museo Tamayo.
En 2012, cuando México le dedicó una gran retrospectiva en el Museo del Palacio de Bellas Artes para celebrar sus ocho décadas de vida, el pintor dijo que su popularidad la debía a que todo mundo lo reconocía como Botero, el pintor de las gordas
; enseguida el autor argumentaba: No me molesta, pero he explicado mil veces que no se trata de ser delgado o gordo. Mi interés es por el volumen y las formas sensuales. No he pintado ni una gorda en mi vida
.
Botero contó entonces que cuando visitó Europa, siendo muy joven, descubrió las fuentes de las que se nutrieron varios artistas mexicanos en la pintura de Italia; entonces, surgió en él una mezcla de la lección mexicana con la italiana. Estos últimos inventaron una cosa importantísima: dar la ilusión en una superficie plana de que hay volumen y espacio, una revolución profunda. En la pintura siempre hay la exaltación de un aspecto. En Vincent van Gogh y Henri Matisse es la del color. Yo me obsesioné con el volumen. Todas esa influencias han nutrido mi trabajo en tanto tiempo, son casi 65 años, mi producción es muy grande porque soy un trabajador incansable
. (La Jornada, 28/3/12).
Botero tuvo una entrañable conexión con México, país al que viajaba un mes al año, y lo primero que hacía era visitar el Museo Nacional de Antropología. Esas visitas también son el origen de su serie El circo, inspirada en la poesía y colorido de un circo pobre que visitó en Zihuatanejo, Guerrero. En los años 50 vivió en la colonia Del Valle, en la Ciudad de México.