ucedió lo de siempre. La izquierda electoral no pudo realizar sus comicios internos sin incurrir en lo de siempre: ineficiencia, trampas, disimulo, agandalle. Fue el corolario de una historia que comenzó hace cosa de dos años, cuando el Presidente, con señales nada subliminales, le hizo saber al mundo que Claudia Sheinbaum era su favorita para la sucesión de 2024.
Ahora sabemos, aunque se niegue, que desde entonces el aparato de la Cuarta Transformación (4T) se movió para asegurar que las masas entendieran que Andrés Manuel, el hombre más popular y el Presidente mejor calificado de México, tenía candidata y que topara donde topara, esa sería. Era un secreto a voces que se filtraba en los escasos noticiarios independientes y de izquierda, en las reuniones familiares y sobre todo, entre columnistas y noticiarios de la oposición, pendientes siempre del mínimo detalle del mandatario.
Faltaban algunos elementos: construir la escenografía que cuadrara con el asunto predeterminado. Así vinieron las encuestas para medir al mejor posicionado
, una precampaña interna que prohibió a los competidores presentar en conjunto sus ideas y propuestas e intercambiarlas entre ellos mismos, porque se dividirían
. En el colmo de los colmos se les prohibió dar entrevistas en los noticieros y periódicos contrarios al régimen actual, regla que por supuesto, todos desoyeron. Es decir, en realidad se construyó una competencia patriarcalista. Otra cosa sería si el régimen hubiera dejado a sus cuadros más destacados medirse democráticamente hacia dentro y hacia afuera de Morena sin ningún apoyo del aparato, lo que quizá hubiera arrojado distintos resultados, pero eso ya no lo sabremos.
¿Marcelo Ebrard y su equipo sabían del secreto a voces? Sin duda, por eso la pregunta en muchos, ¿por qué quisieron seguir si sabían que el resultado tendría que serles adverso? ¿Qué tanto impactará la ausencia de Marcelo en Morena? Este es un cuadro profesional forjado no tanto en su etapa de juventud en la escuela de Manuel Camacho Solís, sino en los cauces progresistas de Morena. En realidad, al sentir una injusticia, está haciendo lo mismo que López Obrador durante su marginación en sexenios anteriores, elevar su protesta al máximo.
Sería necio negar que es un cuadro político con magníficas cualidades dentro del espectro político nacional. Ante la carencia de profesionales de este nivel, surge también la pregunta, ¿por qué orillarlo al rompimiento y, de alguna manera, cerrarle las vías alternas de su desarrollo? De cualquier forma, el personaje en cuestión ha empezado a buscar una salida política a su marginación obligada.
Entre las opciones probables estaría regresar a Morena, donde ya no habría un ambiente propicio para sus iniciativas. Hacer caso de los guiños e invitaciones descaradas del Frente Amplio sería cometer una torpeza por la diferencia entre posiciones radicalmente opuestas al frente que Ebrard ha mantenido por décadas. La opción de llegar a un acuerdo con Movimiento Ciudadano para aparecer en las boletas electorales sería una salida decorosa, lo cual le permitiría continuar su narrativa de lo que falta para que este país salga del atolladero del crecimiento de 2 por ciento. Tendría además la virtud de romper el desasosiego de las dos campañas, la de Claudia Sheinbaum, enfilada a defender a capa y espada los logros de la 4T, sin autocrítica, y la campaña de Xóchitl Gálvez, dirigida a desconocer cualquier logro de la Cuarta, y a socializar medidas de reversa a las principales reformas del régimen.
En este real panorama, el ex canciller tendría la posibilidad de mostrar en forma serena, los elementos articuladores de una política de seguridad pública y de seguridad nacional, que podría desarrollar con más tiempo hasta convertirla en una real propuesta, algo que espera la sociedad entera. Este es un punto de desequilibrio en que el régimen ha tenido escaso éxito, a pesar del optimismo declarativo de los funcionarios. Ebrard es también uno de esos tipos que aprenden rápido, quedó demostrado en la primera entrevista con Donald Trump en momentos de tensión por la posible aplicación de aranceles al acero mexicano. A pesar del primer revés, desde ahí su gestión y su postura ante los funcionarios intimidantes del Presidente estadunidense fueron más firmes.
Una tercera opción encabezada por Ebrard ayudaría también a hacer más conscientes a las masas del pueblo de qué intereses nacionales e internacionales hay en juego en cuanto a políticas de seguridad. Pero sobre todo le ayudaría también a él, a trabajar mejor sus propuestas y a conocer cómo ha cambiado la realidad de las campañas presidenciales en México. Sobre todo, por la seriedad de sus observaciones e ideas, una tercera opción ayudaría a develar los girones con los que se encubre el camino hacia la democracia de este pueblo sufrido y con todo, resistente.
También, a pesar de la prisa que los intereses oscuros quieren imprimir a una decisión de esta naturaleza, salvo pruebas en contrario, pienso que el tiempo para tomar una decisión ahora le favorece al equipo de Ebrard.
* Profesor investigador de El Colegio de Sonora