e ha iniciado formalmente el proceso electoral que culminará en 2024. Algo ha cambiado para bien en México, en la cultura política nacional: en principio dos mujeres por lo menos estarán en la boleta electoral. Si bien no es la primera vez que el partido en el poder postula a una mujer, Josefina Vázquez Mota fue candidata del PAN en 2012, sí es la primera vez que una mujer emanada del partido en el gobierno lidera la contienda. En el otro polo, por primera vez una mujer apartidista, aglutina a la oposición, con partidos que han detentado el poder. Esta dinámica parece asimilada por la opinión pública. Llevamos años escuchando del posicionamiento de la doctora Claudia Sheinbaum, y llevamos semanas leyendo sobre el fenómeno de la ingeniera Xóchitl Gálvez. Sin embargo, la dinámica política que lleva a dos mujeres a competir por la Presidencia, no es menor. Habla de nuevos tiempos, de un electorado más maduro, del que a veces creemos, habla del peso de las mujeres en la economía, en el ingreso familiar, en el trabajo; habla de la modificación completa, en el transcurso de una generación, del rol que tradicionalmente se le confería a una mujer mexicana. Es de celebrarse que no solamente sean mujeres quienes compitan por la titularidad del Poder Ejecutivo, sino que sean mujeres preparadas, forjadas –cada una a su manera– en el esfuerzo y la preparación. Regatearles mérito, además de ser machista, sería un error.
Ahora será interesante ver cómo se comporta el elector. Cómo se refleja en las encuestas el hecho de tener, por primera vez, a una Presidenta. Sobre todo si, como todo indica, la elección se parte en tercios por el candidato de Movimiento Ciudadano. Ese eventual candidato varón, tendrá en su favor a la parte más tradicionalista de México, que aunque lo niegue en una encuesta cara a cara, no quiere ver a una mujer en la silla del águila. Este es un fenómeno sobrestudiado en el mundo de las encuestas: el que una respuesta sea políticamente incorrecta y, por ende, se miente al encuestador; cosa que solamente se prueba con el resultado electoral. El mejor ejemplo de ello es Hillary Clinton en su contienda contra Donald Trump. Muchos de los encuestados afirmaron estar de acuerdo con una mujer al frente de Estados Unidos; estaban mintiendo. El resultado es historia.
Ojalá que la tercera oferta política, la de Movimiento Ciudadano, esté fincada en un proyecto nacional, y no solamente en un atributo de género o de edad. La tentación pragmática será grande, pero la elección de 2024 y la diferencia irremediable de los otros dos proyectos, merece un esfuerzo intelectual y programático del tercero en discordia.
Sea cual fuere la boleta final, será un hito democrático, como el de la primera elección estatal ganada por la oposición, o la alternancia política a escala federal. Si una mujer, como todo indica, llega a la Presidencia, México habrá demostrado, una vez más, ser capaz de sorprenderse a sí mismo. Y en esa ruta hay que agradecerle a las mujeres que han abierto brecha en la política mexicana. Mujeres de talento que hicieron política con otras reglas, donde el tema de equidad de género era de nicho, y no garantía legal para la selección de candidaturas, como ocurre hoy. Mujeres que gobernaron en tiempos de hombres, que legislaron a contracorriente, y que con absoluta y plena conciencia, estaban abriendo las puertas para las mujeres que les sucedieron generacionalmente en la política.
Griselda Álvarez, Beatriz Paredes, Dulce María Sauri, Cecilia Soto, Rosario Green, Rosario Robles, Ifigenia Martínez, Patricia Mercado, Josefina Vázquez Mota, Ivonne Ortega, sólo por mencionar a algunas, todas fueron, en su momento, pioneras políticas de territorios vedados. Omito un centenar de nombres más, que han contribuido de manera consistente al hito que nos presenta la boleta de 2024.
En un entorno de profunda discordia y polarización política, ojalá seamos capaces de detenernos un segundo para reconocer lo que el sistema de partidos políticos, el gobierno y la oposición, acaban de cristalizar como el escenario para contender por la Presidencia de México. Un escenario en el que, para orgullo de todos, podremos tener a nuestra primera Presidenta.