n momentos de exacerbación política, una de las expresiones que cobra mayor relieve es la que se refiere a los gestos
, actitud que tiene que ver más con la apariencia que con la esencia de una acción con fines políticos. Hay varios ejemplos que pudieran ser ilustrativos, algunos triviales y otros lamentables. Los primeros carecen de mayor repercusión, por lo que el daño o beneficio que pudieran ocasionar es mínimo, pero los segundos producen desenlaces trágicos y se convierten en actos reprobables que en algunos casos ameritan castigo.
Es lo que recientemente sucedió en el río Bravo, en la frontera entre México y Estados Unidos. El gobernador del estado de Texas, Greg Abbott, decidió dar un escarmiento
al presidente Biden por la que él consideró una política migratoria de puertas abiertas
. El medio que escogió fue la instalación de boyas en el afluente para cortar el paso de quienes pretendían cruzarlo para llegar a Estados Unidos.
El gobernador texano no reparó en que infringía lineamientos acordados en los tratados entre ambas naciones. Además, violó la normatividad estadunidense que establece la política foránea como una cuestión que corresponde al gobierno federal. Un juez ordenó retirar de inmediato las boyas en cuestión, pero no evitó la muerte de dos personas que se quedaron atrapadas en la valla y se ahogaron. El gesto
publicitario del gobernador, a sabiendas de que el efecto de la medida para impedir el paso de migrantes tendría pocos efectos prácticos, tuvo una conclusión fatídica.
Sin un desenlace trágico como el de Texas, el alcalde de la ciudad de Nueva York culpó al presidente Biden de la crisis que pasaba por la llegada de cientos de migrantes que la ciudad debía alojar, alimentar y educar, en el caso de los menores. Nuestra ciudad va a ser destruida
por la carga que los migrantes representan para sus finanzas y estabilidad social, declaró airadamente en una conferencia de prensa. Independientemente de la pertinencia del reclamo, su gesto
puso en la picota a los migrantes y abrió las puertas a la xenofobia en una ciudad que está muy alejada de presentarse con esa característica.
Hay gestos que no necesariamente terminan en tragedia ni crean un ambiente propicio para la denostación de otros grupos sociales. Tal es el caso de las medidas que se instrumentaron para enfrentar la pandemia que asoló recientemente al mundo entero. Dos de esas medidas causaron una airada revuelta en algunos sectores de la población que sintieron su libertad coartada en el momento en que fueron tomadas: la vacunación obligatoria para contrarrestar los efectos mortíferos de la pandemia, y en ese mismo contexto la necesidad de cerrar las escuelas para evitar la propagación del contagio. Ninguna de esas medidas tenía la intención de hacer de ellas una cruzada política que beneficiara la imagen del gobierno o se entendieran como un gesto
meramente publicitario. Ambas tenían una base científica, más allá de cualquier pretensión ideológica, religiosa o dogmática, pero surgen en la coyuntura política preelectoral actual cuando las apariencias parecen contar más que la esencia.
Es lamentable que la política como medio para atenuar o disolver diferencias se haya convertido en ribete de lucha libre en un cuadrilátero virtual. Gritería, insultos, vulgaridades y acusaciones sin base alguna han tomado precedente sobre la sensatez y la civilidad. En los momentos en que se disputa el futuro de Estados Unidos, el discurso como medio para exponer planes y estrategias de gobierno se ha convertido en una veta que algunos medios explotan sin importar la coherencia y la veracidad de las noticias. Columnistas serios y respetables paulatinamente escapan a la atención de lectores cuya preferencia es el comentario amarillista y la falsedad, auspiciados por los intereses personales de los señores
de los medios.
El complemento perfecto en esta encrucijada han sido las inefables redes sociales, cuyo anonimato e irresponsabilidad pudieran volverlas cada vez más inocuas y prescindibles.
En eso estamos cuando el gesto
se ha converti-do en esencia y panacea de la comunicación, al menos en política.