a junta de gobierno de la Reserva Federal de Estados Unidos revalidó en su reunión del 25 de agosto la meta de inflación en 2 por ciento; reafirmó que el banco central hará todo lo posible para alcanzarla. Así, el objetivo de la tasa de interés sobre los fondos federales, la referencia para el costo del crédito, se mantuvo en 5.5 por ciento.
El argumento para el alza de las tasas de interés, que en abril de 2020 estaba en 0.05 por ciento y que empezó a elevarse paulatinamente a partir de marzo de 2022, se impuso para enfriar
la economía y abatir la presión sobre precios.
El índice de los precios creció uno por ciento en julio de 2022 y aumentó de modo constante hasta llegar a 9.1 por ciento en junio de 2022; a partir de entonces ha ido descendiendo hasta 3.2 por ciento en julio de este año. Si se excluyen de la medición los rubros más volátiles (alimentos y energía), la inflación registró un alza anual de 4.7 por ciento.
El enfriamiento de la economía no se ha conseguido en la medida pretendida; se siguen generando empleos y la producción crece, aunque de modo más contenido. El instrumento de las tasas no parece, en el entorno actual, tener la suficiente capacidad para abatir la inflación. Es, así, incierto el tiempo requerido para llegar a la meta de 2 por ciento. Se ha planteado fuera de la FED, sin mucha resonancia aun, la posibilidad de reformular el nivel fijado para establecer la relación óptima
, en términos de la estabilidad financiera, entre el crecimiento de los precios y de la actividad económica.
El debate sobre el curso de la inflación se remonta a las consecuencias en materia de gestión monetaria derivada de la crisis de 2008. La FED redujo las tasas de interés a niveles cercanos cero por ciento y aumentó considerablemente la liquidez en la economía como método para prevenir una crisis económica de gran calado. Estas medidas se replantearon en el primer trimestre de 2022 en el entorno de la pandemia y luego por las trabas en las cadenas de suministros y los efectos de la guerra en Ucrania.
No es igual una política monetaria encaminada a contener el riesgo de crédito que para controlar la inflación vinculada con el instrumento de las tasas de interés. Esto último se ha advertido, por ejemplo, en el comportamiento y los efectos de los precios y las tasas de los bonos del Tesoro y su impacto en las cotizaciones de las acciones las bolsas de valores. No es posible restablecer una situación como la que se dio en la llamada Gran Moderación, para caracterizar el periodo de reducción en la inestabilidad macroeconómica entre la mitad de la década de 1980 y la crisis de 2008.
La junta de gobierno del Banco de México publicó el 24 de agosto la minuta de su decisión de política monetaria del pasado 10 de agosto. Consideró que en el entorno inflacionario siguen presentes condiciones que sostienen el incremento del índice de los precios en un nivel alto y en un entorno complejo. Mantuvo la tasa de interés interbancaria, que funciona como referencia del costo del crédito, en 11.25 por ciento y señaló que la sostendrá aún por un periodo prolongado, en la ruta para confluir eventualmente con la tasa objetivo de 3 por ciento anual. La distancia es muy grande. Así que la inflación en el país también coexiste con la expansión económica, en este caso, más grande que la originalmente esperada.
El subgobernador Heath señaló en una nota que a raíz del cambio de base en las cuentas nacionales de 2013 a 2018, el crecimiento acumulado del producto entre 1993 y 2022 pasó de 80.5 por ciento a 74.3 por ciento, de modo que en promedio anual en ese periodo de casi tres décadas la tasa de expansión del PIB se revisó de 2.1 a 1.9 por ciento.
Dados, así, los casos de Estados Unidos y México y considerando la estrecha relación en cuanto a la inversión productiva y financiera, el flujo comercial y el envío de remesas, sobresale la condición de mayor actividad productiva, de corto plazo, junto con inflación persistente. Tanto en la FED como en Banxico la inflación se considera todavía muy elevada como para aflojar la restricción monetaria de las altas tasas de interés.
Una cuestión que habría que tratar de modo más explícito es qué pasa en el sustrato económico en un escenario como éste. El aumento de la producción y del ingreso eleva la presión de la demanda en el mercado; el mayor gasto de las empresas y de las familias se financia en buena medida con créditos a un costo muy elevado. Esto altera las condiciones financieras de los agentes económicos y el riesgo de los proveedores de crédito que buscan maximizar sus ganancias.
Las apreciaciones de índole general en cuanto a las condiciones productivas y financieras, no pueden dejar de lado el funcionamiento de la plomería
del sistema de creación de deudas y la capacidad de solventarlas. La actual no es una situación normal
en términos de las nociones monetarias y financieras convencionales. El crecimiento con rangos altos de inflación y de tasas de interés presiona los canales de financiamiento, impacta sobre el tipo de cambio y modifica el entorno de los riegos productivos y financieros. La ortodoxia de los criterios de gestión de los bancos centrales puede irse disociando progresivamente de los desajustes productivos y monetarios.