n 1980, Phillip Roth (1933-2018), el famoso escritor estadunidense que unos años antes inició la serie Escritores de la otra Europa en la editorial Penguin que se hizo famosa y puso a Europa Central en el mapa cultural del mundo anglófono, entrevistó a Milan Kundera (1929-2023). En una parte, Kundera, ya en su exilio en París, habló de un tema que, como decía, le parecía inimaginable pero la invasión rusa a Checoslovaquia en 1968 lo convirtió en una suerte de obsesión: la desaparición de los países
. No sé qué le depara el futuro a mi nación. Es seguro que los rusos harán todo lo posible para disolverla gradualmente en su propia civilización. Nadie sabe si tendrán éxito, pero la posibilidad está aquí, y la súbita comprensión de tal posibilidad es suficiente para cambiar todo el sentido de la vida
, decía Kundera, apuntando de paso a los lituanos secuestrados por Rusia
. –¿Sabías que en el siglo XVII, Lituania era una poderosa nación europea [Mancomunidad polaco-lituana]?
, le preguntaba a Roth– y a los 40 millones de ucranios obligados a ver cómo su país desaparecía del mundo, sin que nadie prestara la más mínima atención
.
Quién sabe si esa un poco olvidada referencia de Kundera a Ucrania –algo raro dado que después de su muerte fue bautizado como un visionario que predijo la invasión rusa en 2022
– fue pensada para beneficio de Roth, cuyos antepasados judíos justo venían de allí: sus abuelos paternos de Kozłów/Kozlov cerca de Lwów o Lviv (entonces Lemberg) en la Galitzia austro-húngara, y sus abuelos maternos de alrededores de Kiev, entonces parte del imperio ruso–, pero ejemplificaba bien sus preocupaciones por el borrado del mapa de los países
y la suerte de la Europa Central que vivía en la sombra de Rusia. En efecto, lo que hacía Kundera en aquella entrevista era retomar algunas ideas de su ensayo La literatura y las pequeñas naciones (1967), donde hablaba de la lucha por la sobrevivencia de los escritores checos dentro de un imperio de habla alemana y prefigurar otras que plasmaría en un muy sonado texto por venir: Un occidente secuestrado. La tragedia de la Europa Central (1983), centrado ya más en Rusia y sus pulsiones imperiales. Cuando a principios de este año ambos textos han sido reditados en inglés y en español (Harper/Tusquets), Kundera fue unánimemente llamado como testigo en nombre de la causa occidental de Ucrania
.
Su argumento original era que Europa Central y sus naciones pequeñas
–Polonia, Checoslovaquia, Hungría–, pertenecían políticamente al Este, geográficamente al centro y culturalmente a Occidente. El problema era que en 1945 han sido secuestrados
y su existencia no era nada evidente, sino que dependía de la vitalidad de sus culturas, idiomas y literaturas amenazadas por Rusia (y anteriormente por Alemania, el otro otro
frente al cual se forjaban sus identidades y fronteras). De este modo, no sólo la identidad cultural y la identidad política se entrelazaban, sino que convertían a Europa Central en un concepto dinámico
y aspiracional
que pronto fue retomado por intelectuales de toda la región que se sentían más parte de Occidente que de Oriente
y aspiraban a moverse más al oeste. El renovado interés en Kundera a la luz de la guerra en Ucrania tiene que ver tanto con este destino compartido de las pequeñas naciones
, cuya supervivencia no está dada, como por lo aspiracional de sentirse un Occidente secuestrado
.
En la medida en que la invasión rusa a Ucrania tiene que ver tanto con las cuestiones de esferas de influencia post-imperiales, como con las de las fronteras culturales y políticas reales e imaginarias, no extraña este come back de la narrativa kunderiana sobre lo que constituye Europa Central y Oriental basado en su argumento que Rusia representaba otra civilización
, centrada históricamente en el surgimiento de un Estado imperial autocrático, inherentemente hostil a cualquier tipo de diversidad, propia a la Europa Central
.
Pero es justo aquí donde este identitarismo y esencionalismo civilizatorio de Kundera muestra todas sus limitaciones: no sólo con el paso de tiempo este discurso fue apropiado por las extremas derechas en la región a fin de suprimir las diversidades, sino que desde el principio jugó un papel en la neocolonización occidental de la esfera post-socialista (que al final no era sólo liberación
ni un simple retorno
). Además, constituyó una versión presentable de varios intentos de expulsar a Rusia, con toda su propia diversidad cultural, de la civilización europea
, algo que alcanzó su cenit en 2022.
Si bien la mirada de Kundera ayuda a entender el origen bizantino de una mitad de Ucrania y occidental de la otra o recuerda que Lviv solía ser Lwów antes de la Segunda Guerra Mundial –una ciudad polaca en la que, recordando ahora un poco a Roth, nació también mi abuela materna– y Lemberg antes de la Primera Guerra –la misma ciudad, pero austrohúngara, en la que nacieron antes mis bisabuelos–, pero a la vez constituye una prisión mental
(Rusia, la prisión de las naciones
, decía Lenin...). La guerra en Ucrania –nación que, después de varios intentos frustrados, apareció en el mapa apenas en 1991: lo de desaparición
que Kundera dijo en la entrevista parece más una figura retórica...– se lleva a cabo con un lenguaje similar de ambos lados: Ucrania y buena parte de Europa enfrentan a la civilización asiática
de Moscú mientras que ésta defiende la gran civilización rusa
del ”Occidente colectivo”. Se alaba a Kundera. Pero el crédito va a Huntington.