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Disquero
El éxtasis de la música barroca
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▲ Imagen del ensamble de música antigua Le Concert de l’Hostel Dieu tomada de su página web.Foto
 
Periódico La Jornada
Sábado 26 de agosto de 2023, p. a12

Nuevo descubrimiento: el álbum titulado 50-50, del ensamble de música antigua Le Concert de l’Hostel Dieu, creación del experto Franck-Emmanuel Comte, con la mezzosoprano maravillosa Axelle Verner y dos invitados excepcionales: los compositores David Chalmin, francés, y Martyn Harry, británico, quienes crearon partituras inspiradas en Purcell y Lully; es decir: la mitad de los compositores son franceses y la otra mitad ingleses, de ahí el título del disco: 50-50 = Fifty Fifty = Moitié Moitié = Mita y Mita.

Es un disco de belleza exuberante, pleno de detalles, pliegues, guiños, insinuaciones. Recupera el sentido atemporal de la música barroca, cuyo influjo dura hasta la fecha. La música que hacen nacer estos músicos recorre el barroco y todas las eras siguientes, hasta la actualidad; es decir: además del barroco, escuchamos en este disco, con grata sorpresa, aires de rock, minimalismo, acid jazz, música gótica y pleno furor.

Lo impresionante es que en ningún momento deja de ser música barroca.

Franck-Emmanuel Comte fundó en 1992 una orquesta barroca cuyos integrantes pulsan instrumentos de época y cuyo nombre proviene del complejo médico en Lyon: L’Hostel Dieu.

La creación del disco 50-50 proviene de la convicción de que la música barroca sigue siendo patrimonio actuante en la cultura del mundo y debería ser escuchada por las nuevas generaciones y es por eso que se asoció con dos compositores contemporáneos cuyas especialidades son precisamente las músicas más cercanas a las nuevas generaciones.

David Chalmin, por ejemplo, ha grabado con Madona, las hermanas Labeque y Rufus Wainright. Una de sus participaciones más conocidas es la pieza Shape of my Heart, con Sting.

De su lado, el compositor británico Martyn Harry es proclive a lenguajes cercanos al minimalismo, el rock y músicas siempre sorprendentes, frescas y originales.

La gran protagonista del disco es la mezzosoprano francesa Axelle Verner, quien es una de las grandes personalidades de la música antigua y también bailarina, diseñadora y cursa dos doctorados actualmente, uno en lingüística y otro en musicología especializada en Renacimiento.

Diez composiciones vertebran este disco delicioso. La primera de ellas es una exquisitez y proviene de la monumental partitura que escribió Henry Purcell en 1693, para un cumpleaños de la reina María, bajo el título general de Celebrate this festival, en 13 movimientos, denominados Odas, para cinco voces, coro mixto y orquesta, de 32 minutos de duración.

Existe una versión, escrita por Purcell, para dos flautas de pico, viola, contralto y continuo y otra versión, epítome de lo sublime, para 2 sopranos, contratenor, tenor y bajo.

La versión que canta Axelle Verner es un ejercicio pleno de intimidad, pasión y logros de estructura, prosodia, verosimilitud y el acompañamiento instrumental contribuye con la creación de atmósferas a cargo de la orquesta Le Concert de l’Hostel Dieu, dirigida por Franck-Emmanuel Compte. Se trata de una hermosa miniatura.

Oleadas de vapores perfumados suenan. Es tan extraordinaria la tarea que cumplen cantante y orquesta que nos da la impresión de estar escuchando a algún grupo de la disquera 4AD: la voz cual cantante del movimiento musical gótico o dark. De hecho, en varios momentos del disco nos parece estar escuchando a Cocteau Twins, This Mortal Coil o alguna de esas diosas como por ejemplo, Lisa Gerrard.

Las 10 composiciones del disco se suceden con una lógica de continuidad asombrosa y natural. Los cortes 2, 3 y 4, por ejemplo, funcionan de manera autónoma y aún mejor en conjunto. Las tres se llaman Music for a While, título genial: Música para un Rato (como la Música para Charlar, de Silvestre Revueltas, o la Musique d’Ameublement de Erik Satie).

Los tres fragmentos de esta Música para un rato son a su vez tres incisos: A: Music for a While; B: Hypnotic Cycles; C: Another Song, cada una contrastante con la siguiente pero eslabonada con la anterior.

Se trata de una composición de David Chalmin que persigue, persiste, signa la solemnidad de la música barroca y recrea el ambiente tanto físico como sonoro de una sesión de escucha que nos ubica en esa era y en ese viaje en esa máquina del tiempo nos estremece el canto del oboe barroco mientras el sonido de hoja de lata del clavecín nos produce un escalofrío sanador.

Mediante el procedimiento técnico denominado attacca, que indica continuar con el movimiento siguiente sin hacer pausa, entramos de un clavado al ambiente acuático del segundo inciso, B: Hypnotic Cycles, que nos produce un estado de frenesí en calma, contradicción aparente que es cualidad de toda la música barroca: un furor en calma, una tempestad quieta, un fluir.

Después de escuchar este disco durante semanas, una y otra vez, me percato de algo que, una vez hecho consciente es una obviedad, pero que a la primera escucha pasa desapercibido y se trata de una operación en automático del inconsciente: esta obra es una recreación de la partitura fundacional del minimalismo: En Do, de Terry Riley. Fascinante.

El tercer capítulo de Música para un Rato es bellísimo: C: Another Song, en la mejor tradición del artista errante que va por los senderos de pueblo en pueblo cargando su thiorba, ese instrumento de cuerda arrobador, y canta aventuras y desventuras de amor.

Una llovizna en el resto de los instrumentos de cuerda del ensamble y el bajo continuo en el arco del contrabajo barroco, completan una atmósfera de intimidad, una escena de amor con todas las de la ley. Aquí el sistema de vasos comunicantes nos conecta con los mejores momentos lentos de Madredeus, cuando Teresa Salgueiro musita versos nobles y sentimentales mientras Pedro Ayres Magalhaes teje abalorios con las cuerdas temblorosas de su guitarra.

La pieza siguiente del disco se titula STAB, es de la autoría del británico Martyn Harry, y es otro viaje intenso por las nubes del minimalismo. Por momentos escuchamos, con pasmosa claridad, la recreación de una de las partituras del maestro Steve Reich: Different Trains y en efecto, los músicos que hicieron este disco, especializados en música barroca, pidieron permiso a Reich de hacer variaciones sinfónicas a partir de su obra.

Eso, variaciones, abalorios, arbotantes, armazones de géiseres, cúmulos de nubes, lava de volcanes. Lo que hace la orquesta Le Concert de l’Hostel Dieu en este disco es puritito heavy metal, enjundioso frenesí de sonidos salidos de instrumentos considerados como viejos en lugar de antiguos y que suenan como guitarras eléctricas de rock, el contrabajo parece estar conectado a un ampli, la sección de alientos madera suena a bendito cataclismo.

El siguiente clímax de los muchos que desata este álbum es la pieza titulada Let me Freeze Again (After Purcell’s King Arthur), en específico el aria What Power Art Thou, de un poema en inglés antiguo cuyos versos iniciales son los siguientes:

What power art thou
who from bellow
hast made me rise
unwilling and slow
from beds of everlasting snow

let me freeze again

en una bella metáfora del poder del amor que rescata de camas de nieve eterna a una hermosa dama quien en realidad no quiere ser amada, es decir despertada y pide que la dejen congelarse nuevamente.

La interpretación que hace la mezzosoprano Axelle Verner es intensamente poética, profundamente romántica, musicalmente deliciosa: comienza del murmullo y culmina en cuasi shout repitiendo versos anhelantes, alelantes, mientras la orquesta le tiende capas de gaza vaporosa, flos campi, paraíso y el todo se convierte en una sinfonía monumental que nos eleva al frenesí sereno, a la tormenta en calma, a la quietud.