El primer parque oscuro de Brasil que promueve el astroturismo
n un pueblo remoto del interior del estado de Río de Janeiro, el joven Pedro Froes ve maravillado por el telescopio tonos naranjas y azulados de la Caja de joyas, un aglomerado de estrellas imperceptible a simple vista. Es increíble
, se regocija.
Como él, cada vez más curiosos por la astronomía visitan el Parque Estatal Desengano, a 170 kilómetros al noreste de la ciudad, primero de cielo oscuro de América Latina reconocido por la Asociación Internacional del Cielo Oscuro, por su escasa polución lumínica.
Desde aquí se pueden ver 3 mil estrellas por año a simple vista, sin ayuda de ningún instrumento. En ciudades como Río o São Paulo, como máximo se ven 200 por año
, explica el astrónomo Daniel Mello, del Observatorio Valongo de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
El parque abriga más de 21 mil hectáreas de bosque atlántico preservado y está rodeado por montañas, a 120 kilómetros de la ciudad más cercana, donde la contaminación por luz artificial es mínima.
En el jardín frontal en la pequeña localidad Santa María Madalena, Mello conduce ante 20 personas una sesión pública de observación nocturna en la que enseña con un láser las constelaciones Escorpio, Centauro y Cruz del Sur.
Aun con luna, el brillo de la Vía Láctea se puede apreciar con nitidez. Dos telescopios revelan estrellas más lejanas. La velada es parte del proyecto de investigación y divulgación científica Astroturismo en los Parques Brasileños, creado por Mello y un grupo de especialistas en turismo, ecología y fotografía.
Siempre me gustó admirar el cielo, pero pocas veces tuve oportunidad de verlo como aquí. En mi ciudad no es posible ver tantas estrellas al mismo tiempo
, cuenta Froes, un biólogo de 22 años que viajó desde Niterói, cerca de Río de Janeiro, para contemplar el firmamento.
El Parque, fundado en 1970 y administrado por el Instituto de Medio Ambiente del estado de Río, fue reconocido en 2021 por una de las organizaciones especializadas. El otro sitio latinoamericano es el Valle del Elqui, en el desierto de Atacama chileno, pero en la categoría de santuario, por su carácter de lugar aislado.
Los astroturistas han aumentado especialmente en los últimos seis meses
, afirma el profesor jubilado Nelson Saraiva, quien administra junto a su esposa una de las pocas posadas del lugar. La gente vive de la agricultura, la administración pública y recientemente del ecoturismo, con paseos rurales, senderismo, escalada y ciclismo de aventura.
Ahora se multiplican las propuestas ligadas al firmamento, como las sesiones de contemplación comandadas por Mello y hasta un festival de las estrellas organizado por la municipalidad y empresarios locales.
Saraiva cree que un día puede transformarse en el principal atractivo de la ciudad.
Afp