Martes 11 de julio de 2023, p. 4
La edición 34 del Festival Internacional de Narración Oral Cuéntalee concluyó el domingo con una sesión marcada por la magia, el mito fundacional, la enseñanza y la alegría, creadas a partir de la palabra de expertos de México y el extranjero. El teatro María Tereza Montoya fue el nodo donde se hicieron presentes variados tiempos, lugares, tradiciones y acentos.
El encuentro oral abrió un momento de comunicación plena, evocación, ritual y reflexión entre el público y las narradoras Luz María Cruz y Olivia Vera, así como Franck Moncherit (República del Congo), Amina Blackwood (Jamaica), Jota Villaza (Colombia), Marcela Sabio (Argentina) y Rubén Corbett (Panamá).
Al finalizar el festival, Armando Trejo, director del Foro Internacional de Narración Oral, recibió un reconocimiento de sus alumnos y alumnas por sus 35 años de impulsar ese ámbito artístico.
El narrador y maestro dijo a La Jornada que en la conclusión del festival se presentó un programa variado, sobre todo por las voces. Son seis acentos distintos, de México, Jamaica, República del Congo, Argentina, Colombia y Panamá
.
También destacó que cada función se define por el público que llega, y el narrador tiene la posibilidad y ventaja de ser un gran improvisador, porque la oralidad no admite literalidad. La oralidad implica ser capaz de reinventar frente al espectador
.
El narrador, continuó Armando Trejo, tiene que ser un gran lector, porque además de ser muy cuidadoso en el uso del lenguaje, de las fuentes literarias y los contenidos, todo lo que dice frente a un público lo está aprobando. Se puede contar de todo: humor, amor, ciencia ficción, cuentos del absurdo, de todos los tiempos y todos las orígenes
.
La primera narración del festival fue de la mexicana Luz María Cruz, quien contó una historia de pájaros y cocodrilos que puede pensarse como una descripción del respeto a la esencia del otro. Luego, Olivia Vera hizo presente una leyenda alrededor del dicho de que la mujer es más inteligente que el demonio.
Una vez ambientados en este punto de inflexión del tiempo y el espacio, siguió el congoleño Franck Moncherit con un relato sobre la enseñanza pasada de padres a hijos en cuanto a la responsabilidad en el matrimonio.
Más adelante, la jamaiquina Amina Blackwood se refirió en este festival maravilloso
a una historia de Anansi, protagonista de la tradición de su país que remarca cuestiones de etiqueta y salud mediante un divertido sucedido de ese personaje con la tortuga. Ahí nos enteramos por qué siempre debemos recordar lavarnos las manos.
Se logró la conexión
La tarde del domingo pasado, marcada por un chubasco, el público retribuía con aplausos la participación de los narradores; alegre, conectado, atento y entendiendo las historias nacidas a la distancia temporal y física. Los niños reían, los adultos sonreían y respondían cada pregunta del artista en turno, ya cantaban o levantaban los brazos, aprendían las frases difíciles propuestas desde el escenario.
Desde Colombia, Jota Villaza ofreció la historia real y emotiva de una chimpancé que fue la atracción del zoológico Santa Fe de Medellín y luego se convirtió en un espécimen del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia. Un relato de danza, ilusiones y poesía
, comentó el narrador, con tintes de leyenda.
Armando Trejo mencionó que vivimos en una sociedad audiovisual que dejó de ser de oralidad primaria, como la del cuentero de la tribu, los chamanes y los rapsodas, en sociedades en las que era posible escucharlos porque “preservaban la historia oral, usos y costumbres, como una manera de fortalecer la identidad de los pueblos.
Luego empezaron a fabular e inventar esas historias que tenían que explicar algo que ellos no podían. De ahí vienen los mitos, las leyendas, historias de por qué hay un eclipse, un terremoto, razas de distintos colores... Desde ahí también empezó esa otra labor de explicar desde la ficción el porqué de las cosas del mundo y del universo.
En su intervención, Marcela Sabio refirió un mito fundacional de su natal Argentina sobre una punta de roca en el mar que quería crecer y ver el mundo. Trajo la enseñanza de que nunca se deben abandonar los sueños. Con canciones y palabras se animó a un público ya de por sí conectado con los narradores.
En el cierre, el panameño Rubén Corbett evocó por qué las tortugas son lentas, llevan caparazón y tiene un pico, cuando en el origen del mundo eran veloces y tenían hermosas bocas. Cada asistente recitó un antiguo conjuro.
El festival se inició el 2 de julio en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes; tuvo actividades en el Museo Casa Carranza, IBBY México, Instituto Mora, Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia y Antiguo Palacio del Ayuntamiento.