ara continuar con su encomiable (y muy bien logrado) ciclo, el Ensamble del Cepromusic y su director, José Luis Castillo, realizaron en semanas recientes dos más de los conciertos dedicados al indispensable György Ligeti, uno en la Sala Nezahualcóyotl, el otro en el Auditorio del MUAC. En el primero de ellos, el Concierto para piano, Aventuras, y Nuevas aventuras.
De entrada, he aquí un concierto para piano inteligentemente orquestado… como para que se escuche bien el piano, pues: cuatro maderas, tres metales, cinco cuerdas, dos percusionistas. Y el piano, colocado en la parte posterior del ensamble (¿por indicación explícita de Ligeti?) como para marcar el espíritu de un obbligato. Concierto complejo, texturalmente propositivo y variado, cuyo segundo movimiento es una joya de austera expresividad, rayando en lo exquisito. Interpolación: no estoy de acuerdo con interrumpir, ni a Ligeti ni a ningún otro músico, para el permisivo gesto de que entren a la sala los retardados. Prosigo. Hay en algunos momentos del concierto fugaces reminiscencias de la notoria Música ricercata No. 2 del propio Ligeti. La parte solista, sólidamente a cargo de Gonzalo Gutiérrez, quien una y otra vez se ha manifestado como uno de los pilares del Ensamble del Cepromusic.
Después, la interpretación consecutiva de Aventuras y Nuevas aventuras para ensamble mixto de ocho instrumentos y tres voces. Se trata de dos partituras complementarias, claramente situadas en los recursos y la expresión de su tiempo, ricas en risas, carcajadas, toses, susurros, suspiros, murmullos, voces nasales, ululaciones, ruidos guturales, un poco de canto y, en general, una gestualidad que apunta claramente al concepto del teatro musical y que incluye el uso instrumental, por ejemplo, de un libro y un mahleriano martillo. Ligeti logra aquí, como en toda su música, una paleta tímbrica de alto rango a partir de recursos económicos, en la que se perciben sonoridades insólitas, ora convergentes, ora divergentes. Además de lo ya señalado: cacareos, mímica, exhalaciones, megáfonos de cartón, un buen uso de las resonancias, objetos encontrados incorporados al instrumental. Y también, algunos pasajes musicales que habrían de reflejarse más tarde en el ciclo de canciones titulado Sippal, dobbal, nádihegedüvel, obra postrera del gran músico húngaro. Una gran idea de los músicos, venturosa e inesperadamente respetada por el público: tocar ambas aventuras sin interrupción entre ellas.
En la segunda sesión, Diego Gutiérrez abordó, con concentración y conocimiento de causa, la parte solista del Concierto para violoncello de Ligeti, que es un sutil toma y daca entre el protagonista y diversos componentes del ensamble. Se percibe aquí una concisión casi weberniana, asumida a cabalidad por José Luis Castillo en su armado de la obra, así como un virtuosismo instrumental depurado, que nada tiene que ver con la complejidad a ultranza, ni la vieja ni la nueva. De Conlon Nancarrow, su deliciosa Pieza para pequeña orquesta No. 1, un punzante y filoso blues escrito para una dotación que se antoja ideal para el ragtime, en una ejecución flexible que puso en evidencia el amplio rango interpretativo del Ensamble del Cepromusic.
Como consecuencia de lógica impecable, Gonzalo Gutiérrez tocó tres de los Estudios para piano del músico magyar, el segundo de las cuales tiene un estilizado sabor jazzístico. Mérito principal de la interpretación; pulcritud en el fraseo y claridad en la articulación. Finalmente, una de las obras instrumentales más destacadas de Ligeti, el Concierto de cámara. Presencia particularmente relevante, la de cuatro teclados muy bien integrados a la textura de la obra. Detalle perceptible, la posibilidad de identificar ciertos gesto y timbres que habitan otras partituras de Ligeti. Uno de muchos aciertos, la férrea disciplina extraída de los músicos por las manos de Castillo para la ejecución de la rigurosa maquinaria del tercer movimiento, que de tanto en tanto remite a su demencial y fascinante Poema sinfónico para cien metrónomos.
¡Que haya mucho más Ligeti el resto del año, y más allá!