Trabajo desde hace más de 15 años en temas durísimos, como la desaparición, y no era tan consciente de que en México la ausencia del padre es muy común, cuenta // Proyectarán El eco en el festival de Toulouse, del que es jurado
Lunes 27 de marzo de 2023, p. a11
Toulouse. La cineasta mexicano-salvadoreña Tatiana Huezo ha filmado sobre las desapariciones de mujeres y la violencia del narcotráfico, pero con El eco, documental sobre una pequeña comunidad campesina del norte de México, cree haber enfrentado uno de los mayores riesgos de su carrera.
El eco obtuvo dos premios en la reciente Berlinale (mejor documental del certamen y mejor dirección en la sección Encuentros) y es presentado esta semana en el festival Cinelatino de Toulouse, donde Huezo ejerce de jurado de una sección.
Tatiana Huezo (1972) es autora de siete obras, entre cortos, documentales y un largometraje, Noche de fuego, que obtuvo en 2021 el premio especial de la sección Una Cierta Mirada en Cannes.
–¿Por qué volver al documental después de su primer largometraje? No es algo habitual en el mundo del cine...
–Después de Noche de fuego como que necesitaba volver a poner los pies en la tierra. El documental te obliga a eso, a volver a ver a la gente a los ojos y poder trabajar con otro ritmo. La ficción es una vorágine. Es una máquina enorme, con muchísima gente, con una presión muy grande, porque hacer películas cuesta.
“En el documental tienes el enorme privilegio de poder esperar a que las cosas sucedan, a que el Sol esté en el punto exacto para rodar las manos de un campesino, el rostro de los niños...
“El eco es una película que rodé a lo largo de un año en total, en diferentes etapas. Nunca había filmado a lo largo de tanto tiempo. Tampoco sé si lo volvería a hacer.”
–¿Por qué?
–Me sumergió en muchas cosas increíbles, pero también en una incertidumbre. Tuve miedo de que alguna de las historias principales se detuviera, de que algún personaje se retirara.
“En el documental todo es un imprevisto y al rodar a lo largo de tantos meses, los riesgos se vuelven muy grandes. Pienso que es tal vez una de las películas más arriesgadas que he hecho, en ese sentido.
Mi alma necesitaba hacer esta película. Trabajo desde hace más de 15 años en temas durísimos que tienen que ver con la desaparición, con esta herida que atraviesa México de una manera tan brutal y que ha marcado la vida del país.
Una pregunta que rompía por la mitad
–Como en otras películas suyas, el hombre está ausente en El eco...
–En América Latina siento que hay cosas esenciales que compartimos. Una de ellas es la profunda desigualdad económica que existe. En el caso de México, el tema de la ausencia del padre es algo totalmente común y cotidiano.
“Tal vez yo no era tan consciente de ello y me llamó mucho la atención. Fue casi un estudio sociológico. Para Noche de fuego entrevisté a más de 800 niñas. Una de las preguntas era: ‘Cuéntame algo de tu papá’. Para mi sorpresa, creo que más de 70 por ciento de las pequeñas, esta pregunta las rompía por la mitad. A muchas se les mojaban los ojos y muchas tantas se quedaban en silencio. Es un agujero que existe en el alma de muchísimas niñas en México, muchos papás emigraron a Estados Unidos para buscarse la vida.”
–¿Cómo se logra esa intimidad?
–Al estar ahí, con la gente. Pasando mucho tiempo... y, a la vez, el riesgo de perder la construcción de la imagen, de la atmósfera de una cinta no es algo que quepa en mi cerebro. Es una de las cosas que más cuido. Siempre preparo mucho, siempre imagino la película, aunque en el caso de El eco fue una gran incertidumbre. Sentí miedo en muchos momentos de no lograr hacer una película potente, por esta sensación de que no había una tragedia. Temía que la vida cotidiana tal vez no fuera suficiente. Pero sí que lo es, y eso aprendí.