Opinión
Ver día anteriorMiércoles 15 de marzo de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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E

n casi una semana al menos ocho mujeres han desaparecido en Guanajuato, donde las autoridades se limitan a decir sobre este, y varios casos más, que lo lamentan y que se atiende bajo el protocolo respectivo. Sobre el posible paradero de las víctimas, las causas de su desaparición o información de las líneas de investigación, si es que las hay, no mencionan nada, mientras cientos luchan con la angustia de no encontrar a una familiar en un estado, Guanajuato, en que cada tres días desaparece una menor de edad.

El 7 de marzo, en el camino a San José de Guanajuato, Paulina Berenice Reséndiz, de 25 años de edad; Mariana Gutiérrez, de 19; Yoselín Daniela Zamora, de 20; Sandra Daniela Paredes, de 24; Gabriela Barbosa, de 48, y Rosa María Ramírez, de 42 años, desaparecieron sin que se conozcan datos que puedan llevar a dar con su paradero. A los dos días de la desaparición, Juana Cecilia Paredes González, de 28 años, hermana de Sandra Daniela, acudió a la fiscalía del estado para rendir su declaración con la intención de recabar datos que pudiesen ayudar a la investigación, al salir de ahí también desapareció.

El 25 de febrero tres mujeres nacidas en México, con ciudadanía ­estadunidense y radicadas en Texas, las hermanas Maritza Trinidad y Marina Pérez Ríos, y su amiga Dora Alicia Cervantes Sáenz, viajaban en una camioneta vieja con la intención de vender ropa de este lado de la frontera, en Montemorelos. La última vez que se les vio fue en el centro del municipio de China. Al parecer tomaron la carretera equivocada para dirigirse, en lugar de a Montemorelos, al municipio de Méndez, Tamaulipas, zona que ese día se registró un violento enfrentamiento entre militares y presuntos miembros de un grupo delictivo. No se sabe nada de ellas.

Por límites de jurisdicción la ­búsqueda de las tres mujeres corresponde a autoridades de Tamaulipas, quienes, a la fecha, no se han comunicado con los familiares. En contraste con lo sucedido en Matamoros, donde las investigaciones para dar con los ciudadanos estadunidenses secuestrados el viernes 3 de marzo llevaron en pocos días a la localización de dos sobrevivientes y los cuerpos de dos asesinados, no ha existido el mismo interés, tanto por parte de autoridades mexicanas como estadunidenses, en dar con el paradero de las tres mujeres de nacionalidad mexicana y ciudadanía estadunidense.

En 2022 más de ocho mujeres al día desaparecieron en el país; se registró la desaparición de 2 mil 479 mujeres, dato que no contempla una cifra negra que, de acuerdo con especialistas, no es ­menor, así como tampoco lo es la de feminicidios; 957 fueron registrados el año pasado, pero este número parece estar lejos de la cifra real de un delito sobre el que las autoridades han ­señalado que les cuesta más trabajo consignar y judicializar que un homicidio doloso, delito que, por cierto, el año pasado registró una cifra de 2 mil 807 casos.

La angustia, el desamparo, la indignación y la impotencia se acumulan ante un añejo machismo que se alimenta de la impunidad propiciada, en mucho, por autoridades que parecen tasar en dinero la vida de las personas. ¿Por qué se investigan sólo los feminicidios que llegan a las primeras planas?

Recordemos a las muertas de Ciudad Juárez, obreras asesinadas ante la inmovilidad por parte de la policía y la entonces procuraduría; las autoridades no investigaron. ¿Por qué? Les costaba muy caro. En México el modelo ­neoliberal acentuó la percepción del valor económico de las personas: somos por lo que valemos en dinero, por lo que podamos comprar hasta el día de nuestra muerte, por ello una compañía de seguros le pone precio a una vida de acuerdo con la cantidad de recursos que genera. Lo mismo sucede con lo que un sicario cobra por asesinar a alguien, el tabulador es el mismo, no vale igual la vida, o la muerte, de un pobre que de un rico.

¿Cuánto valía para ese tabulador la vida de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez? ¿Cuánto cuesta en dinero una investigación de feminicidio? Para las autoridades investigarlos no era negocio y parece que tampoco lo es ahora a menos que el delito llegue a las primeras planas y, entonces, el no investigarlo cueste más caro que el desembolso que la investigación requiera.

Las desapariciones de mujeres y feminicidios son tema pendiente. Salvo casos aislados, como la presión ejercida por el Gobierno de la Ciudad de México para evitar que la fiscalía de Morelos encubriera el feminicidio de Ariadna Fernanda, hay que reconocer y atender el doloroso hecho de que en México a diario aparecen cuerpos de niñas y mujeres sin vida, mientras cientos de familias buscan, en absoluto desamparo, a sus desaparecidas.